Zarzuela: deliciosos galanteos de Barbieri en Venecia

 

Zarzuela: deliciosos galanteos de Barbieri en Venecia
Escena

La hermosa zarzuela, en tres actos, original de Luis Olona en el libreto, con música de Francisco Asenjo Barbieri, titulada Galanteos en Venecia, se representa con éxito en el escenario del histórico Teatro de la Zarzuela. Éxito que refrenda el aplauso del público ante este nuevo espectáculo, de un título del siglo XIX felizmente rescatado.

En efecto, nos reencontramos con el mundo de Barbieri, esta vez en Venecia. Una obra hermosísima, muy bien escrita, con una música realmente brillante que nos habla del mejor Barbieri, el que desde el gran éxito de Jugar con fuego, habría de ser decisivo en la evolución de la zarzuela que protagonizará buena parte de nuestra música escénica del siglo XIX español.

Después de haber asistido a la representación de estos Galanteos en Venecia, nos queda ese regusto amargo que nos hace preguntarnos por qué han tenido que pasar unos ciento cuarenta años para que podamos volver a disfrutar de una obra que se nos presenta fresca, rica en matices, con un perfecto tratamiento teatral, todo ello al servicio de una partitura sumamente inspirada y en la que tenemos la ocasión de escuchar al mejor Barbieri, al de las grandes creaciones como la ya citada Jugar con fuego, o la no menos interesante Los diamantes de la corona, creación musical la de Barbieri, que culminaría con otras dos grandes obras maestras: Pan y Toros y El barberillo de Lavapiés.

Pero esta vez Barbieri se nos ha ido hasta Venecia. Con un texto agradable debido al buen oficio que siempre manifestó Luis Olona, como libretista, con unas situaciones que nos conducen a una época determinada, el siglo XVI y tiene retazos de las comedias de capa y espada, tiene intrigas, ciertas emociones y una serie de equívocos muy propios de un teatro que gustaba de estas tramas de enredo, con situaciones amorosas, con lances, con aventuras galantes que tenían el contrapunto de la comicidad de algunos personajes. Comicidad que en buena medida nos hace recordar a la figura de los “graciosos” tan habituales en nuestro siglo de oro.

Con estos mimbres literarios Barbieri compone una partitura excelente. En parte parece seguir de cerca el camino trazado con su Jugar con fuego, pero verdaderamente no podemos dejar de constatar que Galanteos en Venecia tiene su personalidad propia, aunque existan esos parentescos que parecen claros- a veces solamente en nuestra imaginación- como con la ya citada y con algunos momentos de Los diamantes de la corona. El libreto da bastante juego y eso es suficiente para que Barbieri levante toda una arquitectura musaical de gran envergadura.

Escena
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Me llama dolorosamente la atención que esta hermosa partitura, tan bien escrita, tan bien realizada, tan propia del mejor Barbieri haya dormido el sueño de los justos, o mejor dicho, de los olvidados en este largo siglo y medio. Algo inaudito, sobre todo teniendo en cuenta que se han repetido hasta la saciedad, en otras muchas ocasiones, títulos vulgares, llenos de ramplonería, con situaciones absurdas pero que sin embargo han estado muchas veces presentes con la excusa de que es lo que gusta al público. Si a este público le das buenas obras serán ésas las que le gusten. No valen tales excusas. Pero tenemos que alegrarnos y mucho de que se rescaten estas obras que justifican sobradamente la importancia de un género que muchos desprecian porque no lo conocen, lo conocen a medias y muchas, muchísimas veces no en sus mejores títulos. Estos Galanteos en Venecia, con cálida respuesta del público es un ejemplo bien claro de lo que estamos escribiendo.

Con un libreto amable, sin complicaciones pero que sirve de base a que el compositor nos muestre una vez más su maestría, su gran capacidad ténica de composición, su formidable utilización del contrapunto, su calidad innegable en una orquestación que bien podemos calificar de muy brillante. Desde los excelentes números corales, con ese adecuado tratamiento que Barbieri sabe dar a las voces. Con el lirismo apasionado de las dos romanzas de soprano, con las chispeantes escenas de conjunto. Con esa sabia combinación de la música que recuerda el estilo italiano, tan bien asumida por el autor, y con los momentos llenos de gracia propios de la música española, que ya parecen barruntar los grandes éxitos de Pan y Toros, y del Barberillo. Sabia combinación, excelente maridaje en el que las voces tienen el gran protagonismo pero en donde la orquestación resulta muy brillante y, por supuesto, de gran calidad.

Sinceramente me ha parecido muy buena la representación. A un alto nivel. Escénicamente hay que felicitar la sencillez y eficacia, la excelente puesta en escena que consigue Paco Mir. No sólo por la utilización de los módulos escénicos, sino también por saber manejar a coros y figurantes y por hacer que los cantantes sepan moverse en escena y doten de credibilidad a sus personajes. En cuanto a las voces me ha encantado el timbre tan musical y delicado de Sonia de Munck, sencillamente deliciosa en todo momento, pero sobre todo en sus dos hermosísimas romanzas que ha cantado con un buen gusto y una delicadeza poco común. Otra gran triunfadora ha sido Cristina Faus, en el agradecido personaje de la Condesa Grimani. Junto a las dos grandes voces femeninas, el barítono José Antonio López ha hecho gala de una hermosa y potente voz, muy seguro en su papel que requiere tantos cambios de matiz. Y el tenor Carlos Cosías ha exhibido su voz de lírico ligero, cantando con buen gusto, aunque quizá sea menos expresivo a la hora de actuar. En buena línea todos los restantes, destacando la buena voz de Fernando Latorre. Muy segura y eficaz la orquesta bajo una acertada dirección de Cristóbal Soler y bien conjuntados y con buenas voces los coros dirigidos por Antonio Fauró. La puesta en escena original y de muy buen gusto. En esta ocasión hemos disfrutado mucho de esta cita con Barbieri en Venecia.

José Antonio Lacárcel

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