La bailarina y coreógrafa Nuria Castejón cumple su sueño de unir en un mismo montaje los principales bailables de las obras de nuestro teatro lírico.
Cristina Marinero
Aunque nunca ha sido nombrado oficialmente “de la danza”, el Teatro de La Zarzuela ocupa un lugar muy eminente para la historia de este arte, en general, y de la Danza Española, en concreto, ya que por su escenario pasaron durante el siglo XX las más eminentes compañías que han configurado su repertorio coreográfico. También aquí han ofrecido sus más celebrados estrenos los ballets nacionales y durante muchos años se vio una jugosa programación que no se atenía a cuotas. Ni qué decir que ha sido sede oficial del nacido hace cuarenta años como Ballet Clásico Nacional, cuando pasó a denominarse Ballet del Teatro Lírico Nacional «La Zarzuela», hoy Compañía Nacional de Danza, pero esa es otra historia, y muy larga.
El proyecto Zarzuela en Danza es una empresa lógica, prácticamente inédita y parte de una de las coreógrafas de las últimas décadas que más ha creado para las obras líricas aquí presentadas. Como referencia anterior, aunque de diferente objetivo al que ocupa a la directora de este montaje, no podemos dejar de citar la famosa Antología de la Zarzuela, de José Tamayo, el espectáculo que más y mejor ha mostrado las piezas de danza incluidas en los títulos de nuestro teatro lírico, además de haber sido fuente de algunos sólidos bailarines de baile español de las últimas décadas, léase Manuel Segovia, Violeta Ruiz o Esther Montoro, entre muchos otros.
Nuria Castejón ha sido bailarina de danza española, ex componente del Ballet Nacional de España en sus años más jugosos y coreógrafa cuasi-permanente del Teatro de La Zarzuela para los bailables o intermedios de danza incluidos en los títulos de la tradición de este género y de las óperas en las que también ha participado. Perteneciente a la familia de actores y cantantes líricos que encabezaban sus padres, Rafael Castejón y Pepa Rosado, junto a sus hermanos Jesús y Rafa, enroló en este proyecto, estrenado en marzo de 2017 (como pedagógico, con tres funciones escolares y una familiar), a uno de los hombres de teatro del momento, Alvaro Tato, de Ron Lalá, auto-confeso poco docto en los géneros del título de este montaje–según nos contó la propia directora-coreógrafa- pero puesto al día en pocas jornadas para escribir su dramaturgia.
Para este recorrido coreográfico que va desde La verbena de la Paloma, pasando por La boda y El baile de Luis Alonso, La reina mora, Cecilia Valdés o La Revoltosa, Castejón ha contado con bailarines que conoce de sus numerosas colaboraciones para el escenario de la calle Jovellanos, entre ellos Alberto Ferrero –hilo conductor, también cantando y declamando-, Cristina Arias, Francisco Guerrero o María Angeles Fernández. Además de Xavier Benaque, Cristian Sandoval, Celeste Cerezo, Silvia Piñar, Luis Romero, Daniel Morillo y María López, para esta puesta en escena con cambios respecto a su estreno de hace dos años, en La Zarzuela ha añadido también nuevos bailarines, como son Ana Arroyo, Helena Martín y Juan Berlanga, y la colaboración de tres cantantes, Néstor Losán, Germán Olvera y una estupenda Ana Cristina Marco.
Con la Orquesta Sinfónica de Madrid en el foso, dirigida por Arturo Díez Boscovich, también autor de los arreglos musicales,los bailarines son los protagonistas de este espectáculo que podría tener un poco menos de texto, utilizar vestuario teatral de arranque (bailar con vaqueros como algo que puede acercar el género a los jóvenes, ya es cosa del pasado: Béjart los usó en 1967 para su Misa para el tiempo presente; Gades incluyó esta ropa de calle para su Carmen, en 1983…) e incluir para alguno de los solos a primeros bailarines, caso del Fandango, de Doña Francisquita, donde también los toques de castañuelas diseñados parecían ir a contracorriente de lo que pide la música.
Destacamos la férrea técnica de Celeste Cerezo, con una diagonal de brissés volées que difícilmente vemos en nuestros escenarios (donde escasea la Escuela Bolera) y el amplio vocabulario de movimiento que muestra Nuria Castejón para diseñar cada número, entes individuales que, si bien tienen transiciones trabajadas, muestran su identidad en solitario. En conjunto es un montaje con un objetivo a aplaudir y que tendría todavía más empaque con toda la energía dirigida completamente desde, y hacia, la danza y la música.