«No buscamos la carcajada del público sino la sonrisa, y que la gente salga contenta del teatro», sintetiza el director de escena argentino Alejandro Chacón sobre esta comedia lírica que mañana da la primera de tres funciones.
«Esta es una ópera de conjunto, donde no hay comprimarios: nadie tiene un papelito, todos cantan mucho. En realidad es una ópera pequeña, son 10 cantantes, pero 10 solistas. Y con poco coro: son 23 chicos, 11 varones y 12 mujeres. Hay que hacer notar que no es el coro del Sodre, sino el de la Escuela de Arte Lírico, que dirige Raquel Pierotti. Son todos jóvenes y están disfrutando mucho el trabajo, y cantando muy bien. Son algo más de 20 pero suenan como 60», comentó a El País Chacón, quien por primera vez trabaja en Uruguay.
El espectáculo irá en la sala mayor del Solís, mañana, el miércoles y el jueves próximos, con un elenco que encabeza Fernando Barabino, junto a Federico Sanguinetti y Sandra Silvera, entre otros.
«Me encontré con un elenco divino, que está funcionando muy bien. Primero que nada hay que hablar de Barabino: es una maravilla su Falstaff. Su voz es estupenda. Al final del primer acto, su agudo final del aria es como si tuviera 20 años. Y es un lujo contar con Raquel Pierotti, haciendo el papel de Quickly. Todo el elenco es muy bueno, y también me sorprendieron los jóvenes, que no los conocía», detalla Chacón con notorio entusiasmo.
Sobre qué se verá sobre el escenario, el director explica: «Un poco por decisión, porque a mí me gusta hacer las cosas bastante minimalistas en escenografía, y además por cuestión de tiempo, en esta escenificación trabajamos distintas opciones con Osvaldo Reyno y llegamos a la conclusión, dado que hay muchos cuadros y muchos cambios, hicimos unos paneles y cuatro escaleras, y en ese marco hacemos todo. Creo que funciona muy bien, porque le da mucha agilidad a la comedia. Además, hacemos los cambios a la vista, y de eso modo no hacemos esperar al público entre un cuadro y otro».
Y el director fundamenta la decisión con un sólido argumento: «Hoy en día se pueden hacer cosas muy buenas con poco, y muy malas con mucho. La ópera fue el cine del siglo XIX, el gran espectáculo del momento, y entonces se necesitaba escenificar palacios, y todo lo demás. Pero hoy en día, si uno no puede hacer un dragón como lo haría Spielberg, mejor que el dragón no aparezca. Hoy el cine ofrece efectos especiales, 3D, y la ópera no puede competir con eso. Entonces, si el palacio en escena no te va a quedar como un palacio de verdad, mejor que no se haga».
Por el contrario, el vestuarista Adán Martínez sí trabajó más para ubicar al espectador en la época. «En el vestuario estamos utilizando un vestuario histórico, aunque se puede decir que es histórico `light`, porque tampoco es de una época precisa. Tratamos que no fuera isabelino ni medieval, sino de la época en que Shakespeare sitúa la obra, o sea más o menos un Renacimiento, un 1500. Creo que tenemos un vestuario bonito, con alguna escena de mayor fantasía, aunque su objetivo es hacer notar que las acciones no transcurren en la época actual, que estamos ante una cosa histórica», señala Chacón, quien informa que el Solís esta temporada está haciendo tres óperas con el mismo presupuesto que hacía dos.
«Esta es una de esas comedias en las que un personaje entra por un lado mientras otro sale por otro. Todo transcurre muy rápido. Es una ópera realmente corta pero muy difícil. Durará unas dos horas y media, y tendrá dos entreactos, para que descansen tanto los solistas como el público. El primer entreacto es un poco más largo, para que la gente tome su champán. La idea es que la gente salga temprano y puedan ir a cenar a la salida», afirma el director.
Según Chacón, Falstaff es «musicalmente muy difícil, más incluso que vocalmente. El que lleva la peor parte en el terreno vocal es Falstaff, pero escénica y musicalmente es muy difícil. Son pequeñas frases que hay que decir justo a tiempo, donde el cantante no puede ni pestañear porque se perdió la frase. Van muy rápidos los tiempos, porque es una comedia y cada uno tiene que entrar justo cuando le toca. La orquestación también es difícil, y escénicamente obliga a tener ciertas concesiones. A veces no se pueden mover mucho porque lo que están cantando es demasiado difícil. El final son 10 solistas cantando a un tiempo, líneas distintas en distintos tiempos, más el coro», dice el director de escena, explicando que el libreto de Arrigo Boito tiene juegos onomatopéyicos y pasajes que parecen trabalenguas. «Cantan muchos en poco tiempo», agrega.
Sobre hasta qué punto llevará la comicidad de la pieza, el artista argentino asegura: «Tenemos el humor que tiene Falstaff. Hay momentos muy divertidos, pero no es de carcajada, sino de sonreír y de salir contento del teatro. Pero no le hemos agregado gags adicionales, que la ópera no los necesita. La obra es demasiado buena para agregarle ese tipo de cosas. Sería como ponerle azúcar al dulce de leche», dice con humor el director, nacido en Buenos Aires, en 1950. «Soy argentino pero no ejerzo: estoy muy tropicalizado, porque he vivido muchos años en Colombia y en Venezuela».
Personaje.
Para tener testimonio de este título desde dentro del escenario, El País conversó también con Barabino, quien considera que su rol le permite encarnar un tipo psicológico complejo. «El personaje de Falstaff puede ser visto como un filósofo de la vida. En él se mezclan Don Quijote y Sancho Panza. Por un lado vemos en él al noble -es Sir John-, pero por otro es un verdadero truhán. Ha sido un hombre de armas, carece de moral, pero al mismo tiempo, cuando las cosas le van mal, se duele amargamente de este mundo y de todas sus debilidades. Él es una suma de los siete pecados capitales, y alguno más, si es que lo hubiera. Pero es curioso, no lo podemos tildar de hipócrita, sino que es un ser que por momentos es naif, otras veces es malicioso, otras veces es despótico, lascivo, lujurioso, glotón: de alguna manera es una síntesis del ser humano desde todos sus puntos de vista».
«Encarar el rol de Falstaff es tratar de ponerse en el sentimiento, en el genio y en la maestría de un grande de la ópera como fue Verdi, que en Falstaff no solamente dio un enorme salto estético y de lenguaje musical, sino que a su vez reclamó de casi todos los intérpretes, pero particularmente del protagonista, cuanta exigencia se pueda pretender de un solista. Por lo tanto, no se puede abordar Falstaff directamente, sino que hay que conocer muy bien a Verdi y toda su producción», puntualiza Barabino, observando que su multifacético personaje requiere muchísima introspección.
Falstaff, comedia lírica operística en tres actos (basada en Las alegres comadres de Windsor, y con escenas de Enrique IV, ambas de Shakespeare), fue estrenada con gran éxito el 9 de febrero de 1893 en el Teatro de la Scala de Milán. Pese a no ser uno de los títulos más frecuentados del repertorio operístico, en Uruguay se han hecho recordadas versiones, como la que el Sodre montó en el Estudio Auditorio (hoy Auditorio Nacional Adela Reta) en 1969, con el protagónico a cargo de Pablo Fortes, la dirección musical de Pablo Komlos y Melitón González como reggisseur.
La versión que se dará a conocer mañana tendrá en su elenco a Laura Delogu (en el rol de Nannetta), Mariella Nocetti (como Meg Page), Blagoj Nacoski (como Fenton), Andrés Presno (Dr. Cajus), Leandro Méndez (Bardolfo) y Murilo Neves (Pistola). La escenificación cuenta con participación de la Orquesta Filarmónica de Montevideo, bajo dirección de Martín Lebel. El diseño de iluminación es del brasileño Fabio Retti y la dirección del coro de Rosmarie Rodríguez, participando el coro de la Escuela Nacional de Arte Lírico, del Sodre.
Falstaff se verá mañana, el miércoles 11 y el jueves 12, siempre a las 20 horas. Las entradas valen $ 1950, $ 1800, $ 1250, $ 470 y $ 250. Se venden en Red UTS y en la boletería de la sala. La función de mañana se transmite en directo por Radio Clásica 650 AM. Al viernes último se habían vendido un 60% de las localidades disponibles.