Joyce DiDonato en el Teatro Colón de Buenos Aires

Joyce DiDonato en el Teatro Colón de Buenos Aires
Joyce DiDonato en el Teatro Colón de Buenos Aires. Foto: Simon Pauly

En su tercera visita a Buenos Aires, la mezzo soprano norteamericana ha cosechado un nuevo y justificado triunfo con dos recitales con los que encantó al público porteño.

Para iniciar su presentación, Joyce DiDonato eligió «De España vengo», la conocida romanza de la zarzuela El niño Judío de Pablo Luna; la que interpretó con gracia y una destacable dicción castiza.

Tras saludar a la sala con cálidas palabras en castellano, mezclado con italiano y francés – aunque sin perder un ápice de comunicatividad a pesar del galimatías idiomático – y tras ganarse, como si hiciera falta, la aprobación de los asistentes felices de escuchar su presentación y los someros comentarios sobre las obras que integrarían el programa; la artista brindó una inolvidable versión de Shéhérazade de Maurice Ravel, cuyas tres piezas fueron interpretadas con una infinita paleta de matices, con las que DiDonato dió cuenta de su valía, particularmente en «Asia» y en la enigmática «El indiferente» resaltando colores y detalles armónicos tan propios del estilo de Ravel.

La primera parte de este recital culminó con «Bel raggio lusinghier» de la ópera Semiramide de Gioacchino Rossini, en la que mostró su claro dominio de las dificilísimas coloraturas rossinianas cuyas cadenzas remitían al estilo de la creadora del rol: la mítica Isabella Colbran.

A esta altura de la crónica, vale la pena hacer un alto para referirnos a Craig Terry, quién acompañó desde el piano y dio cuenta de su talento de intérprete. Sus lecturas fueron un espectáculo dentro del espectáculo mismo, logrando una bella comunión con la cantante y una capacidad de comunicación musical de altísimo nivel.

La segunda parte se inauguró con Tres Tonadillas de Enrique Granados – Las Majas Dolorosas I, II y III – en las que nuestra artista pudo dar rienda a su capacidad dramática y expresiva. Su voz respondió sin fisuras a los saltos que exige la primera de estas tres exquisitas piezas españolas y su versión de la última arrancó sinceros ¡Bravos! del auditorio.

Haendel y su «Lascia ch´io pianga» de Rinaldo fueron servidos con tal nivel de calidad que la intérprete logró catalizar y mantener la atención de la sala suspendida de su voz generando esos profundos y contundentes silencios en el auditorio mientras se desarrollaba la melancólica melodía.

Con su interpretación de Tres Arias Antiguas – «Caro mio ben» de Giordani; «Se tu m´ami», de Pergolesi; y «Star vicino», atribuída a Salvador Rosa Joyce Di Donato sorprendió y cautivó – aún más – a una sala que ya estaba rendida a sus encantos musicales.

Comenzó con una introducción en la que dedicó estas piezas a los estudiantes de canto presentes en el Teatro ( las obras recopiladas por Parisotti son de estudio obligado para los principiantes) a quienes recomendó que cuando ya hayan hecho camino en sus carreras nunca olviden volver a ese principio que puede darles verdades a descubrir cada vez… Luego comenzó con una delicada versión de «Caro mio ben»… pero promediando la primer estrofa comenzaron a percibirse arreglos en el piano que acercaban al acompañamiento hacia una melodía jazzística y este camino, que sorprendió a la sala y, fingidamente, a la intérprete, se impuso a lo largo de estas tres piezas antiguas.

Cabe destacar que el «arreglo» no tendió a vanalizar la ejecución de las obras sino a jugar con ritmos distintos frente a los que la cantante desplegó recursos vocales de los más variados. Legatos, staccatos, trinos, etc. acompañaron a estas arias confirmando una vez más que la música tiene sólo dos categorías: De Buena o de Mala Calidad.

Di Donato y Terry hicieron gala de versatilidad y se mostraron eficaces en un programa que como en un caleidoscopio mostró estilos, escuelas y fascetas interminables.

El programa llegó a su fin con una destacable versión del rondó final de La Donna del Lago de Rossini. «Tanti affetti» fue cantada con seguridad y estilo, aunque en esta como en el anterior Rossini, cierto error en el cálculo del fiato dejó cortas algunas líneas y tirantes algún que otro agudo… Apenas una sombra en un recital brillante.

Las cerradas ovaciones con las que la sala recompensó a la artista la llevaron a brindar tres bises fuera de programa: la jazzística I love the piano, graciosa y distendida; una inolvidable versión de Morgen de Strauss que guardaremos en el corazón por mucho, mucho, tiempo; y la encantadora Over The Rainbow, con la que se despidió de una audiencia emocionada, cautivada y feliz por haber compartido una velada en la que el Arte fue servido con puro talento.

Prof. Christian Lauria