Bayreuth 2022: Un ocaso de los dioses humano, demasiado humano

                                                                 Bayreuth 2022 ocaso dioses Por Luc Roger

Siegfried y Brünnhilde llevan una apacible vida familiar de clase media en un piso decorado con sencillez. Tienen una niña, rubia como su madre, que juega con caballitos, lee y dibuja como todas las niñas, excepto que ella dibuja máscaras rojas. La pareja colecciona caballos en miniatura en estanterías. Grane también sigue ahí, discretamente, él también ha envejecido. Las Nornas salen por la noche en el dormitorio de la niña de debajo de la cama y los armarios, como si formaran parte de un mal sueño infantil: parecen extraterrestres con largos cabellos rubios, sus cuerpos están cubiertos de purpurina metálica plateada y sus manos tienen dedos largos y uñas en forma de gancho.

Las Nornas © Enrico Nawrath / Bayreuther Festspiele 2022

La felicidad doméstica no es suficiente para Siegfried y parte en busca de nuevas aventuras acompañado por el bueno de Grane como escudero. No olvida llevarse el gorro amarillo y negro, que conocemos de episodios anteriores y que sirve de Tarnhelm. Brünnhilde intenta retenerlo, en vano. Bayreuth 2022 ocaso dioses

A partir de aquí, la acción se desarrolla en la casa de los Gibichungen, unos nuevos ricos con mucho dinero, ostentosos y engreídos que llevan una existencia bulliciosa y de caro mal gusto. Una gran fotografía les muestra posando orgullosos sobre el cadáver de una cebra que han matado durante un safari: Gutrune está lamiendo sensualmente el cañón del rifle que sostiene, Hagen levanta el pulgar orgulloso y Gunther, con gafas oscuras, lo imita haciendo con su cara una mueca de felicidad. Bayreuth 2022 ocaso dioses

Elisabeth Teige (Gutrune), Albert Dohmen (Hagen) y Michael Kupfer-Radecky (Gunther) en ‘El ocaso de los dioses’ © Enrico Nawrath / Bayreuther Festspiele 2022

Gutrune, admirablemente dibujada por Elisabeth Teige, es el prototipo de lo vulgar; enfundada en un vestido verde manzana que pone en valor su generoso pecho exhibe su ávida sensualidad y se muestra quisquillosa con sus sirvientes. Gunther, que parece perpetuamente borracho y bajo la influencia de las drogas, tiene un andar oscilante. Lleva una camiseta donde se lee en letras plateadas: “Who the fuck is Grane?», una incoherencia ya que aún no lo conoce. Hagen, lleno de desdén y rabia contenida, se reconoce por el color amarillo de su polo. Él también ha envejecido. Bayreuth 2022 ocaso dioses

Valentin Schwarz vuelve a cambiar una vez más el guion: Siegfried, seducido por Gutrune, cede a sus insinuaciones sin estar bajo la influencia de una poción despersonalizadora. No acerca los labios a la gran copa que le entregan llena de un cóctel verdoso, sino que vierte su contenido sobre Grane, el representante de Brünnhilde en esta escena. Ello confirma que Siegfried ha abandonado deliberadamente a Brünnhilde y ha elegido sacrificarla a la perfidia de los Gibichungen. A continuación, Grane es torturado, pero entre bastidores; se nos ahorra la escena. Siegfried y Gunther beben un vaso de su sangre en señal de alianza. Está claro que Hagen acabará con Grane como lo hizo con Fafner, ya que se le ve acercarse a él con un gran cuchillo de carnicero. El mito queda definitivamente deconstruido y Siegfried, en lugar de ser el tonto necesario, se ha unido a las filas de los pérfidos de este mundo. Humano, por desgracia, demasiado humano.

Siegfried (Stephen Gould) se va de casa en ‘El ocaso de los dioses’ © Enrico Nawrath / Bayreuther Festspiele 2022

Regreso a la casa de Brünnhilde con un cambio de decorado mediante un juego de ascensores. Brünnhilde, con un vestido fucsia, se ocupa de su hija, que está dibujando. Waltraute llega a la casa de Brünnhilde con la ropa hecha jirones y un aspecto demacrado. Parece ida, tiene ojeras y churretes de rimmel en las mejillas. Le cuenta a Brünnhilde que Wotan fue herido en la batalla y que quiere que el anillo sea devuelto al río, y se ofrece a llevar a la niña con ella, lo que puede sugerir que la hija de la pareja tiene la función del anillo y, por tanto, sustituye al niño del prólogo. Pero Brünnhilde se opone con vehemencia y despide a su hermana manu militari. En eso llega Gunther con el gorro de Tarnhelm, y se hace pasar por Siegfried. Este canta detrás de la ventana. Se produce una lucha, pero Brünnhilde es derrotada y obligada a vendarse los ojos. Siegfried sale de su escondite. Brünnhilde, con los ojos vendados, intenta encontrar a su marido.

El segundo acto tiene lugar en el espacio vacío de una sala de entrenamiento donde cuelga un saco de boxeo con el que Hagen está practicando. Alberich llega y le recuerda a su hijo que debe conseguir el anillo. Hagen llama entonces a sus vasallos, que llegan en medio de una espesa niebla, una escena impresionante, una de las más agradables estéticamente. El coro de vasallos sostiene las máscaras góticas de los dioses germánicos y escandinavos, máscaras rojas como las que dibujan los niños y la chiquilla en varios momentos del Anillo, máscaras que recuerdan a las antiguas producciones del Anillo tal y como se conocían en el siglo XIX. Vemos a Gunther recoger una bolsa de plástico que paseará hasta el final de la ópera y cuyo contenido no se revelará hasta el último momento. Brünnhilde, que tuvo que asistir impotente a la boda de su propio marido, se enfrentará de nuevo a él, y acabará maniatando a la que se creía que era su hija, quien, si es el nuevo anillo, bien puede ser sacudida un poco, ya que el oro del Rin es la causa de la caída del mundo de los dioses.

Gunther (Michael Kupfer-Radecky) delante del coro de vasallos, que portan las máscaras rojas © Enrico Nawrath / Bayreuther Festspiele 2022

En el tercer acto reaparecen las chicas del Rin, que han envejecido lo suyo y vienen cojeando, sedientas, en busca de una fuente. Irónicamente, es en un momento en el que la ola de calor está secando varios ríos europeos (el Po y el Rin, cuyos niveles de agua son dramáticamente bajos) cuando la dirección de Valentin Schwarz sitúa el final de El Crepúsculo de los Dioses en una especie de piscina muy profunda y vacía. Siegfried y la niña intentan pescar unos hipotéticos peces. Un bello escenario surrealista en el que Siegfried, que ha adquirido malos hábitos durante su estancia con los Gibichungen, consume botellines de cerveza en cadena. La embriaguez lo vuelve locuaz y lo lleva a dar demasiada información. Entonces Hagen comete cobardemente su último crimen, asesina a Siegfried y coge a la niña de la mano. Ella, obedientemente, se deja llevar por él. Esto confirma la hipótesis de que la niña es efectivamente el oro del Rin. El cuerpo de Siegfried no se transporta durante la marcha fúnebre, sino que simplemente se deja en el lugar donde fue asesinado. Llega Gutrune y desde el borde del estanque se lamenta amargamente, a continuación lo hacen Brünnhilde y las chicas del Rin. Brünnhilde, todavía con su bata fucsia, no baja por la escalera hasta el fondo de la piscina, sino que llega por la zona de los bastidores. Puede que tenga la intención de incinerar el cuerpo del héroe, pero tendrá que desistir; parece demasiado pesado para moverlo, incluso para una valkiria jubilada que una vez supo cargar cadáveres a sus espaldas. En cuanto a Gunther, este baja la escalera con su bolsa de plástico y finalmente la abandona antes de marcharse. Dentro de ella, Brünnhilde descubre una cabeza momificada que muchos se han preguntado a qué personaje del Anillo podría pertenecer (Siegmund, Wotan o Grane), siendo lo más probable que se trate de la cabeza de Grane, cortada por Hagen, la única a la que Gunther ha tenido acceso. La pequeña se ha desmayado o ha fallecido junto a la piscina, y Brünnhilde muere al lado de Siegfried. A lo lejos, las montañas arden lentamente con fuegos crepusculares y quizás las luces de neón que se desplazan al fondo del escenario simbolien el incendio del Walhalla. Al bajar el telón, vemos los mismos fetos del principio de Rheingold abrazándose en signo de paz y reconciliación. Resulta llamativo este mensaje de paz y amor de los fetos que se abrazan, ya que toda la producción, que no quería mostrarnos el crepúsculo de los dioses, nos ha mostrado de hecho el crepúsculo de una humanidad que sólo es humana de nombre, una humanidad odiosa, sin amor y traicionera, y el fin de un mundo que se está secando. Bayreuth 2022 ocaso dioses

Hagen (Albert Dohmen) y Brünnhilde (Iréne Theorin) en ‘El ocaso de los dioses’ © Enrico Nawrath / Bayreuther Festspiele 2022

Hay que recordar que Cornelius Meister acudió en el último momento a salvar este Anillo debido a la repentina enfermedad de Pietari Inkinen y que no tenía conocimiento de las particularidades de la fosa cubierta. Por lo tanto se mostró en todo momento cauto y apostó por la seguridad como valor más seguro. En los saludos del final del segundo Anillo de este verano, la orquesta fue finalmente celebrada.

En cuanto a los cantantes, Stephen Gould no estuvo de nuevo en su mejor momento y el homenaje fue más bien discreto, pero se puede decir que interpretó bien a Siegfried. La actuación de Iréne Theorin estuvo tan por debajo de su nivel habitual que parte del público la abucheó, lo que nos parece dolorosamente incomprensible proviniendo de personas que se tienen por elegantes, educadas, bien vestidas y que van con la cabeza alta. Descendientes de los Gibichungos, sin duda, o de ciudadanos romanos de la epoca di Nerone que frecuentan las arenas. Pero ahí estaba el Hagen de Albert Dohmen, una voz enorme que no delata la edad del cantante (66 años), con una profundidad y unos colores extraordinarios en la expresión de los afectos más oscuros de odio, resentimiento y rabia, una interpretación del texto perfectamente pronunciada y totalmente comprensible, uno de los mejores bajo-barítonos wagnerianos del momento. Ahí estaba también la magnífica Gutrune de Elisabeth Teige, que ya nos había impresionado como Freia en el Rheingold, y cuya actuación teatral fue notable, abrumadoramente delicada y sensible como Freia, perfectamente detestable, vulgar, impresionantemente egocéntrica como Gutrune. Estaba el Gunther del barítono wagneriano Michael Kupfer-Radecky, tan buen actor como excelente cantante; la dolorosa y apasionada Waltraute de Christa Mayer; la incomparable Primera Norna de Okka von der Damerau, una de las mejores cantantes wagnerianas de los últimos años; el Alberich de Olafur Sigurdarson, que dejó su poderosa huella en todo el Anillo; las demás Nornas y las chicas del Rin, todas excelentes. Todos ellos recibieron una ovación tan sincera como merecida.

Gutrune (Elisabeth Teige) y Gunther (Michael Kupfer-Radecky) en ‘El ocaso de los dioses’ © Enrico Nawrath / Bayreuther Festspiele 2022

La bajada del telón fue recibida por un nuevo coro de abucheos dirigidos a la dirección de escena, que tapó los aplausos. Se formaron bandos contrarios, lo cual no deja de ser una buena señal. Será interesante seguir la evolución de la recepción de esta producción, que se repondrá en el Werkstatt de Bayreuth durante los próximos veranos.

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Festival de Bayreuth, a 15 de agosto de 2022. El ocaso de los dioses, música y texto de Richard Wagner. Dirección musical: Cornelius Meister. Dirección escénica: Valentin Schwarz. Escenografía: Andrea Cozzi. Vestuario: Andy Besuch. Dramaturgia: Konrad Kuhn. Iluminación: Reinhard Traub. Vídeoproyecciones: Luis August Krawen. Director del coro: Eberhard Friedrich. Elenco. Siegfried: Stephen Gould. Gunther: Michael Kupfer-Radecky. Alberich: Olafur Sigurdarson. Hagen: Albert Dohmen. Brünnhilde: Iréne Theorin. Gutrune: Elisabeth Teige. Waltraute: Christa Mayer. 1er Norna: Okka von der Damerau. 2a Norna: Stéphanie Müther. 3º Norna: Kelly God. Woglinde: Lea-Ann Dunbar. Wellgunde: Stéphanie Houtzeel. Floßhilde: Katie Stevenso. Grane: Igor Schwab. Opera World