Brillante «Der Rosenkavalier» en La Monnaie de Bruselas

«Der Rosenkavalier» La Monnaie Bruselas Por Xavier Rivera

“El tiempo no tiene tiempo de esperar, quiere ser liberado”.

Esta máxima, de Hugo von Hoffmanstahl, autor del libreto del “El Caballero de la Rosa” podría definir perfectamente la actual producción que ha presentado el Teatro de la Moneda de Bruselas, bajo la dirección más que inspirada de su titular, el francés Alain Altinoglu y con el trabajo escénico de la joven revelación italiana Damiano Michieletto, cuyo delicioso Don Pasquale en el Liceu de Barcelona ha sido comentado recientemente en esta revista. «Der Rosenkavalier» La Monnaie Bruselas

Un momento de "Der Rosenkavalier" en el Théâtre de la Monnaie de Bruselas / © Baus
Un momento de «Der Rosenkavalier» en el Théâtre de la Monnaie de Bruselas / © Baus

Richard Strauss es considerado generalmente como un compositor más biempensante y nostálgico del pasado que volcado hacia el futuro e innovador. Nació cuando ya se había estrenado el “Tristán”, con sus etéreos cromatismos, y falleció después de ser publicada la rompedora Segunda Sonata de Boulez. No hay duda de que formó parte esencial del “establishment” social y artístico de la Alemania de principios del siglo XX por su extensa actividad de compositor y su prestigio como director de orquesta. Incluso el partido nazi trató de aproximarlo a su deleznable causa. Lo que resulta menos banal, y debemos considerarlo como una magnífica provocación hacia los prejuicios y falsas apariencias de la burguesía germano/vienesa, es que la introducción musical de su ópera más famosa, más representada y apreciada, sea la descripción orquestal de una noche de pasión adúltera, con sus correspondientes jadeos orgásmicos puntuados por las trompas de la orquesta (Horns, cuernos en alemán, un guiño muy mozartiano) y el apaciguamiento lánguido posterior que inicia el melancólico diálogo de los dos amantes, Octavian y la Mariscala: el joven noble apasionado y la aristócrata decadente que cede el paso al inexorable avanzar del tiempo sobre sus encantos físicos. A lo que seguirá un vuelco de la situación pues la tradición, imaginada por el libretista, de que un joven noble presente a la prometida una rosa de plata (acompañada por Strauss de un fantástico hallazgo de orquestación con flautas y celesta), en guisa de petición de mano morganática, se convertirá en un despertar erótico de los dos jóvenes personajes evidentemente fuera de cualquier convención. Entre ellos, el impresentable barón Ochs, noblecito provinciano de escasos principios morales y no muchas más luces pasará por todos los apuros posibles por las intrigas de los nuevos amantes y por las bromas crueles del propio Octavian hacia sus devaneos erótico-cómicos. «Der Rosenkavalier» La Monnaie Bruselas

No olvidemos que se trata de un amante masculino, cantado en realidad por una mujer pero que traviste su sexo aparente para jugar a la seducción con el fogoso Ochs, haciéndole creer que es la criada Marianne. Toda esta ambigüedad era también muy del gusto de la ópera clásica, pues nos trae muchas reminiscencias del Cherubino de Le Nozze di Figaro y de la antigua “Commedia dell’Arte” italiana. Y todo ello rociado con unos deliciosos valses vieneses totalmente anacrónicos si se tiene en cuenta la época original de la acción, bien anterior a la moda de la otra familia Strauss, la de los vieneses Johann y compañía, pero perfectamente eficaces para el público al que Richard Strauss destinó esta gran ópera. Uno solo de los valses (Dynamiden-Walzer) es proporcionado por Josef Strauss, pero magníficamente tratado por su homónimo alemán. Hay algo de “pasticcio” en la elaboración de esta ópera y se ha criticado con frecuencia. Pero el resultado musical es indiscutiblemente fértil, con momentos sublimes y emociones muy diversas. También esconde una velada crítica al wagnerismo, al crear un arte genuinamente alemán pero basado en toda la tradición europea, igual que Ariadne auf Naxos y otras de sus óperas. Utiliza el cromatismo y la disonancia no para renovar o trastocar el lenguaje musical, sino para resaltar las asperezas emocionales de los personajes en conflicto.

Un momento de "Der Rosenkavalier" en el Théâtre de la Monnaie de Bruselas / © Baus
Un momento de «Der Rosenkavalier» en el Théâtre de la Monnaie de Bruselas / © Baus

El libretista de cabecera de Strauss, Hugo von Hoffmanstahl, no era solo un magnífico escritor, sino que leía en lengua original la literatura rusa, francesa, italiana o española. Y junto a Strauss y al creador teatral Max Reinhardt, fundaron el aún activo y celebérrimo Festival de Salzburgo. Escribía von Hoffmanstahl: “la música está llena de un amor infinito: todo lo une”, “Y lo mejor se sitúa entre el instante y la eternidad: ahí se abre el espacio musical. La idea es que los actores de la obra dramática se sitúen en el instante, es decir, irremediablemente presos del presente pero imbricados en la eternidad”

Todos estos ingredientes son más que suficientes para que la fértil imaginación escénica de Michieletto encuentre soluciones tan pronto grotescas como delicadas para divertirnos sin menoscabar la reflexión inquietante que atraviesa toda la obra sobre el inexorable camino del tiempo y de nuestra propria vida. Escribe en el programa: “me gusta la comedia porque ese género revela sentimientos reconocibles para cualquiera, porque reflejan fielmente la naturaleza humana” Todo ello recurrentemente suspendido a aquellos versos antiguos de François Villon que cita el libretista en boca de la Mariscala: “Pero dónde pasaron las nieves de antaño? Y que suscitan el colorido exasperantemente blanco de todos los decorados. Despojada la acción de sus oropeles dieciochescos, la traslada a una época indefinida que podría ser el período de entreguerras, en el que las tornas sociales habían cambiado poco, pero que le resulta útil para evocar diversas referencias cinematográficas, como los obsesivos “Birds” de Hitchcock que ayudarán a la ruina del barón Ochs. También incluye muchos elementos que sugieren el paso del tiempo, como una superposición de actrices que representan a la Mariscala en su infancia, juventud, actualidad y vejez. O los obsesivos relojes de péndulo que la protagonista sueña con parar definitivamente. Pero trabaja sobre todo en una perspectiva actoral que trastorne los elementos temporales y sumerja a los protagonistas en una cierta alucinación de atemporalidad. «Der Rosenkavalier» La Monnaie Bruselas

Alain Altinoglu dirigió la magnífica orquesta con toda la fogosidad, la ligereza o delicadeza requeridas y una flexibilidad totalmente encomiable. Y todo ello con un gesto espontáneo y expresivo que hace parecer fáciles los pasajes más intrincados, como el inicio del tercer acto o la superposición de la orquesta de baile con la real. Además de construir las frases y estructuras musicales con una coherencia intachable.

Un momento de "Der Rosenkavalier" en el Théâtre de la Monnaie de Bruselas / © Baus
Un momento de «Der Rosenkavalier» en el Théâtre de la Monnaie de Bruselas / © Baus

La canadiense Michèle Losier fue sin duda la protagonista más sobresaliente de la velada y el público la aplaudió con la vehemencia merecida. Tanto su performance vocal como su trabajo de actriz, pasando del conde Octavian Rofrano a la supuesta “Mariandel”, criada de su primera amante, fueron antológicas: es tan concluyente como conmovedora en su registro lírico e irresistiblemente cómica como criada. Su “rival”, el zafio barón Ochs, en la voz del barítono vienés Martin Winckler fue también trascendente. Su “vis comica” es tan amplia, tan eficaz y rica en matices que su personaje acaba por resultar demasiado simpático, contradiciendo casi las intenciones de un libreto que lo quiere tan tosco, machista y repugnante como pretencioso y altanero, además de abusador sexual de criadas u otras subalternas. Y ello con un desempeño vocal sobresaliente, pese a la temible tesitura de un papel lleno de notas extremas. La Mariscala fue la alemana Julia Kleiter, que estrenaba su papel en esta producción. Es una cantante magnífica, aunque confieso que me costó algún tiempo entrar en su juego artístico. Sé que hay una razón personal: hace muchos años, este comentarista participaba con la orquesta de este mismo teatro en el estreno de la gran Felicity Lott en ese papel, años antes de su imprescindible grabación con Carlos Kleiber. El recuerdo emocionante, tal vez difuminado o embellecido por el tiempo pasado desde ese descubrimiento, me hacía superponer mi reminiscencia a lo que estaba escuchando. Pero, al final, ganó Kleiter, y me gustaría desearle una carrera tan fecunda como la de Dame Felicity. Ya en monólogo que concluye su primer acto la emoción se hace irresistible, porque el canto era magnífico desde el inicio. Y cuando llega el trío final, el concepto de sublime cobra todo su sentido: las tres artistas trascienden el tiempo por la inefable belleza sonora de lo que nos hacen oír. Porque la americana Liv Redpath posee un instrumento algo más lírico de lo que es habitual en su papel de Sophie, pero con un agudo límpido, diamantino, que irradia de armónicos los oídos del espectador. Tal vez no sea la mejor actriz de la velada, pero sí una de las mejores cantantes, en una liza más inextricable que el juicio de Paris y sus diosas.

Un momento de "Der Rosenkavalier" en el Théâtre de la Monnaie de Bruselas / © Baus
Un momento de «Der Rosenkavalier» en el Théâtre de la Monnaie de Bruselas / © Baus

Sorprendió Dietrich Henschel como Faninal. Me parece que la partitura sugiera una cierta ternura paterno/filial y más elegancia en el burgués ennoblecido que en el rústico Ochs. Pero aquí se optó por una visión más histriónica, más en el ámbito caricatural del barón, tal vez para situar a los hombres “anticuados” en un mismo plan. Henschel demostró que es plausible encararlo así. ¿Por qué no? Juan Francisco Gatell, argentino, nos obsequió con su temible aria del tenor italiano. Correcto, pero sin entusiasmar, tal vez desdibujado por la curiosa visión del director teatral que lo disfrazó de Mariscal viejo y decadente. Entre los comprimarios destacó el Valzacchi del belga Yves Saelens, un actor y cantante más que solvente. Muy bien, pues son excelentes profesionales, Alexander Vassiliev, Sabina Hogrefe, o Carole Wilson. De algunos pequeños papeles, “de cuyo nombre no quiero acordarme”, como escribía Don Miguel… ¡mejor no hablemos! «Der Rosenkavalier» La Monnaie Bruselas

                                                                                                                             OW


 

Théâtre Royal de la Monnaie, Bruselas, 18 de noviembre de 2022.Der Rosenkavalier

Dirección musical ALAIN ALTINOGLU. Dirección escénica DAMIANO MICHIELETTO.

Decorados PAOLO FANTIN. Vestimentas AGOSTINO CAVALCA. Iluminación ALESSANDRO CARLETTI. Dramaturgia ELISA ZANINOTTO. Director del Coro CHRISTOPH HEIL

Die Feldmarschallin Fürstin Werdenberg JULIA KLEITER. Der Baron Ochs auf Lerchenau MARTIN WINKLER. Octavian MICHÈLE LOSIER. Herr von Faninal DIETRICH HENSCHEL. Sophie LIV REDPATH. Jungfer Marianne Leitmetzerin SABINE HOGREFE. Valzacchi YVES SAELENS. Annina CAROLE WILSON.Ein Polizeikommissar / Ein Notar ALEXANDER VASSILIEV. Der Haushofmeister MAXIME MELNIK