A estas alturas no vamos a descubrir la gran batuta que es Ramón Tebar. Sus actuaciones en América, Europa y España lo ratifican con éxitos sonados siempre.
Un extraño programa presentaba la ONE bajo su dirección. Una obrita del maestro Rodrigo abrió el concierto. “A la busca del mas allá”. Partitura desconocida formada por pequeñas células melódicas que no se desarrollan ni tienen ilación entre ellas. Siguió con tres intervenciones del gran violinista Pinchas Zukerman que parecía que había venido a darse un paseo por la primavera adelantada madrileña que a actuar seriamente en un concierto. Solo veinte minutos de música con intervenciones irregulares. El Rondó para Violín y orquesta en Do mayor de Mozart lo interpretó “a su aire” al margen de una orquesta que le siguió como pudo. El Tchaikovski de Serenade melancolique en Si bemol menor tuvo una mejor exposición aunque bastante superficial. Lo mejor vino con la Romanza para violín y orquesta en Sol mayor nº1 opus 40 de Beethoven en donde el arte de Zukerman se mostró en plenitud. Realmente se trataba de tres propinas a modo de concierto que supieron a muy poco.
El plato fuerte vino con la segunda parte y la Sinfonía nº 2 de Rachmaninov. Obra poliédrica estrenada por el compositor en 1908. Aquí el director valenciano demostró su grandeza haciendo una versión elegante, exquisita y espectacular que los profesores de la ONE tocaron de forma magnífica, con sobervia intervención del clarinete. Si el primer movimiento, Largo-Allegro moderato fue expuesto con gran rigor melódico acentuando los pianos y los cambios de clima, el segundo Allegro molto combinó a la perfección la robusta vitalidad con la imaginación. El tercer movimiento, el más característico de la inspiración del compositor fue expuesto con una gran intuición de la belleza melódica que encierra. El final Allegro vivace fue un alarde de dirección orquestal. Movimiento en el que se estrellan tantos creando más ruido que música. Los planos sonoros perfectamente diferenciados en donde se pudo escuchar todos los elementos de la orquesta en su apabullante sonoridad.
El maestro Tebar posee una forma elegante y precisa con una mano izquierda que es capaz de recrear los ámbitos más mágicos de una partitura.
La reacción del público fue apabullante. Grandes bravos y aplausos a los que se unió la orquesta y que obligaron al maestro a salir a saludar cuatro veces. Un grandísimo éxito
Francisco García-Rosado