Don Gil Teatro de la Zarzuela Por José Antonio Lacárcel
El Teatro de la Zarzuela vuelve a abrir sus puertas para una nueva cita con lo mejor de nuestro género lírico, en esta ocasión la puesta en escena de Don Gil de Alcalá, deliciosa obra debida a la inspiración y el ingenio de Manuel Penella, en su doble faceta de compositor y de libretista. Don Gil Teatro de la Zarzuela
Don Gil es una obra de repertorio aunque no se representa todo lo que se debiera. Yo creo que aquí influye mucho el complejo absurdo que aqueja a tantos españoles que no saben valorar lo bueno que se hace en España y se dejan llevar de una admiración, muchas veces insensata, hacia todo lo creado más allá de los Pirineos. Vayamos por partes. No cabe la menor duda de la importancia de la ópera italiana, de la francesa, de la alemana y de la rusa. Por supuesto. Pero en España se ha llegado a una fórmula que se solidifica en el siglo XIX y que es herencia de las importantes creaciones teatrales y musicales de nuestro siglo de Oro y de los siglos posteriores hasta desembocar en el ya aludido siglo XIX. Allí la zarzuela adquiere cuerpo, es más, diría que es en esa etapa donde la zarzuela consigue tener su propia personalidad.
Ya sabemos hasta qué punto ha habido –y sigue habiendo– guerra de definiciones en torno al fenómeno de la zarzuela. Que si ópera cómica, que si esto o aquello. Vamos a dejar estas discusiones bizantinas y a recordar cómo alcanza una enorme fuerza que, más tarde, en las proximidades de los trágicos acontecimientos del 92, empieza a flaquear y se sustituye el compromiso artístico de la gran zarzuela con una serie de espectáculos que muchas veces –hay notables y maravillosas excepciones– lo único que ofrecen es entretenimiento para paliar esa sensación de fracaso con las revueltas sociales, la inestabilidad gubernamental y la pérdida de las últimas plazas del antiguo imperio español. Las funciones por horas. Los mil nombres de unos espectáculos breves, a veces sazonados con una hermosa música, a veces dotados de un libreto lleno de gracia y chispeante, pero en muchas otras ocasiones, perdiendo buena parte de lo que fueron las virtudes y las esencias del teatro lírico español. Don Gil Teatro de la Zarzuela
Tiene que llegar el siglo XX para que se dé una nueva regeneración de la zarzuela, el resurgimiento del llamado género grande, con obras de dos y tres actos y, en muchas ocasiones, con una mayor calidad musical y exigencia artística. Es en esta época cuando se estrena una obra maestra del género como Las golondrinas, de José María Usandizaga. Este auténtico acontecimiento tiene lugar en el año 1924, pero en el 23 se había producido otro hecho importante en la historia de la zarzuela: el estreno de Doña Francisquita, de Vives. Y en el 26 Granados y Guridi estrenan Goyescas y El Caserío, respectivamente. La lista de grandes títulos se haría demasiado larga y escaparía, en buena parte, al propósito de esta crónica un tanto apresurada.
También en esta primera mitad del siglo XX es cuando ve la luz la obra que ahora nos ocupa. Concretamente su estreno acontece en el Teatro Novedades de Barcelona el 27 de octubre de 1932. El maestro Manuel Penella compone la partitura y escribe el libreto de su obra más significativa y una de las más hermosas y bien estructuradas de todo nuestro género lírico: Don Gil de Alcalá. Se trata de una creación importante, de uno de los hito de nuestro teatro. Importa muy poco cómo la clasifiquemos, si ópera cómica, si zarzuela. Lo importante es que es un derroche de inspiración, es un derroche imaginativo y es… muchas cosas más. Porque hay importantes puntos de contacto con otras épocas gloriosas de la música española, como las referencias al siglo XVIII, tanto en el desarrollo argumental como en muchos pasajes y se me viene a la memoria, cómo no, la hermosísima pavana que es uno de los momentos más conseguidos de toda la obra.
Hay vinculación, como muy bien señala la profesora Espín Templado en un formidable trabajo que ilustra el programa de mano especial editado por el Teatro, decimos que hay vinculación con el neoclasicismo teatral español. La figura de dos pícaros con pocos escrúpulos está perfectamente trazada tanto en el libreto como en la música que define adecuadamente a los personajes. Un final feliz que recuerda a Lope de Vega y el final de El perro del hortelano, tema éste al que también recurrirán los libretistas de La rosa del azafrán, donde las referencias a Lope son clarísimas. Y hay un aspecto muy importante de la obra que nos ocupa: el hermanamiento, el puente tendido entre México y España, algo que no debe llamarnos demasiado la atención por cuanto que el propio compositor vivió acontecimientos muy importantes en el querido país hermano, donde precisamente murió cuando nadie lo esperaba. Y no solamente por el precioso jarabe que interpreta el dúo cómico y que tan hermoso y convincente resulta, sino porque toda la acción se desarrolla en las tierras mexicanas. Don Gil Teatro de la Zarzuela
Penella utiliza de forma sabia una orquesta reducida solamente a los instrumentos de cuerda. Podría también considerarse como un guiño a la música de una época. El resultado pienso que es espectacular, porque la orquesta puede subrayar con brillantez los momentos más emotivos de la acción. Como ocurre con Puccini, la orquesta es un elemento de trascendental importancia porque describe, porque crea un clima, porque sirve para acentuar los momentos más apasionantes. Pensemos en la plegaria de la protagonista y cómo el tutti orquestal de cuerda consigue un efecto de una belleza absoluta. El compositor ha tratado con maestría los pasajes orquestales, como también ha sabido encontrar el punto adecuado para la acción de los coros y ha sabido escribir de forma muy brillante para las voces. Todo ello contribuye a que nos encontremos con una obra excelente, una verdadera joya de nuestro teatro lírico, una obra de repertorio y que enriquece el acervo musical español.
No solamente destacan una serie de números muy conocidos y aplaudidos –la habanera, la pavana, el jarabe– sino que toda la obra es pródiga en rica inspiración, en una extraordinaria delicadeza, sobre todo en el tratamiento y descripción del personaje de Niña Estrella, al que Penella cuida, al que mima y al que le concede toda la importancia que tiene como principal figura –junto con Don Gil, claro– de toda la trama. También sabe dibujar acertadamente, desde el punto de vista musical, al resto de personajes, como el sargento, el necio aristócrata, los dos cómicos y la decisiva figura del gobernador. Música que vive con un sentido propio y que subraya, ayuda a descubrir lo que los personajes son y lo que van a ir viviendo. Don Gil Teatro de la Zarzuela
Excelente ha sido la versión que nos ha ofrecido el Teatro de la Zarzuela. Hemos podido admirar, una vez más, la magia escénica de Emilio Sagi, donde su criterio se pone una vez más de manifiesto, con una escenografía que en ocasiones resulta espectacular y, en otras, francamente bien estructurada tendiendo a lo práctico, a utilizar adecuadamente las posibilidades de juego de telones y elementos que contribuyen a arropar adecuadamente lo que ocurre en la escena. Muy bien esta dirección escénica, muy bien la escenografía de Bianco, el vestuario de la desaparecida Pepa Ojanguren, iluminación muy adecuada de Bravo, y coreografía sencilla pero acertada de Nuria Castejón.
Hecho este preámbulo vayamos a la parte musical propiamente dicha. Creo que es de justicia destacar la acertadísima labor que, al frente de una bien afinada orquesta, ha sabido llevar a cabo Lucas Macías. Ha sabido controlar los tiempos perfectamente, ha cuidado, hasta el mimo, a las voces, siendo fiel colaborador y no incurriendo en el exceso que, por desgracia, es tan habitual. Ha encontrado el timbre adecuado a una cuerda que ha brillado y que ha servido para subrayar, para describir, para envolver en una especial de atmósfera sonora todo lo que, sobre el escenario, estaba ocurriendo.
Y lo que ocurría era francamente bueno, como bien supo demostrar el público que dedicó encendidos aplausos y entusiastas bravos a los cantantes y a todos los que habían hecho posible la buena versión que acabábamos de ver y escuchar. En primer lugar, por su protagonismo, el tenor Celso Albelo, bien, muy bien en líneas generales, precioso su primer dúo con Niña Estrella. No obstante, tuvo algunos momentos irregulares, sobre todo en la utilización del registro medio, pero el saldo de su actuación es francamente positivo. Supo dotar a su personaje de ese doble matiz de pícaro, de hombre arrogante y a la vez casi de caballero. Su voz es potente, bien timbrada y en todo momento hace gala de musicalidad. Es cierto que le hemos escuchado mejores actuaciones, pero la de la noche del estreno es mucho más que notable. Don Gil Teatro de la Zarzuela
No peco de excesivo si afirmo que Sabina Puértolas ha sido una deliciosa Niña Estrella. Ha cantado con un buen gusto extraordinario, dotando a su personaje de autenticidad. Ha sabido incorporar todo lo que de poético tiene este personaje y siempre lo ha hecho con gracia, con donaire, con una excelente capacidad de remedar a una joven casi adolescente con muchísimas variedades en su carácter: de lo poético a lo apasionado, de lo dramático a lo cómico de unas resoluciones desinhibidas. Pero sobre todo es que Puértolas ha hecho gala de la hermosa voz que ya conocemos y de su buena capacidad artística a la que nos tiene acostumbrados. Perfecta su versión de la oración ‘Madre, estrella que me guía en mi camino’, donde ha contado con la excelente colaboración de orquesta y director para darle al número una mayor dimensión dramática. Bien, muy bien no solamente aquí sino en cualquier otro momento, como en los apasionados dúos con el personaje masculino y en esa maravilla de inspiración y belleza que es la habanera, interpretada con una delicadeza y un buen gusto excepcionales.
En una noche de afortunados intérpretes tengo que destacar la excelente actuación del tenor Carlos Cosías, muy centrado en su cómico papel, sin exageraciones, demostrando que es tan buen cantante como sólido actor. Su versión del jarabe ha resultado espectacular y se la ha aplaudido con lógico entusiasmo. Por su parte, Carol García ha dado bien la réplica tanto a Niña Estrella como al Chamaco de Cosías. Buena voz la de Carol García, buen saber estar en escena; ha cantado muy bien el jarabe y ha sido perfecta en la habanera. Así da gusto escuchar los mejores momentos de nuestro género lírico. Tampoco olvidemos la buenísima aportación que ha hecho el bajo Simón Orfila dando vida a un Carrasquilla gracioso, ocurrente, sin caer nunca en lo burdo, con una elegancia dentro de su papel de pícaro y dueño de una hermosa voz que ha brillado, sobre todo, en el hermoso brindis ‘Jerez ese es el vinilllo…’, sabiendo aunar la gracia con ese deje de nostalgia que el texto requiere. Muy bien.
Y lo mismo el resto. Manuel Esteve cantó con tino su desairado papel, haciendo gala de una voz de muy bonito timbre y de gran calidad y moviéndose con soltura por el escenario. Y felicitaciones también para María José Suárez, David Sánchez, Ricardo Muñiz, Miguel Sola –muy acertado y con vis cómica sin caer en la caricatura–, Pablo López, Paula Alonso y Rosa María Gutiérrez, así como para el Coro del Teatro de la Zarzuela y los bailarines. Todos, todos, contribuyeron a que esta vez, al término de la función, saliéramos del Teatro de La Zarzuela contentos de haber asistido a otro buen espectáculo, como es habitual.
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Teatro de la Zarzuela, 5 de mayo de 2022. Don Gil de Alcalá, música y libreto de Manuel Penella. Lucas Macías (dir. musical), Emilio Sagi (dir. escénica), Daniel Bianco (escenografía), Pepa Ojanguren (vestuario), Eduardo Bravo (iluminación), Nuria Castejón (coreografía), Celso Albelo (Don Gil), Sabina Puértolas (Niña Estrella), Carlos Cosías (Chamaco), Carol García (Maya), Manel Esteve (Don Diego), Pablo López (Virrey), Simón Orfila (Sargento Carrasquilla), María José Suárez (Madre abadesa), David Sánchez (Padre magistral), Ricardo Muñiz (Maestro de ceremonias), Miguel Sola (Gobernador). Orquesta de la Comunidad de Madrid. Coro del Teatro de la Zarzuela (dir. Antonio Fauró). Producción del Festival de Teatro Lírico Español de Oviedo (2017). Opera World