Crítica de Poppea e Nerone por Federico Figueroa

Bajo el título de Poppea e Nerone se encuentra travestida la monteverdiana L’incoronazione di Poppea. Gerard Mortier, director artístico del Teatro Real, encargó una nueva orquestación al compositor belga Philippe Boesmans (1936), que ya había realizado una orquestación en 1989 también por encargo de Mortier durante su mandato en el Teatro de la Moneda de Bruselas. Podríamos decir que se trata de la re-orquestación de aquella nueva orquestación. Según palabras del compositor, en este nuevo acercamiento buscó aligerar el sonido, crear nuevos timbres y dar transparencia al conjunto.

El resultado es bello, colorido, con una sonoridad contemporánea que le sienta bien a la obra. Partiendo de que cada acercamiento musical a ella es una propuesta nueva, pues sólo se conserva la línea de canto y del bajo, no es ni remotamente una idea descabellada vestirla (musicalmente) con ropaje actual. El conjunto instrumental Klangforum Wien demostró el porque de su fama como una de las mejores agrupaciones en música contemporánea. El sonido es claro, la ejecución segura y precisa en los detalles. Sylvain Cambreling dirigió con esmero pero se echó en falta garra para mantener la tensión a lo largo de las más de cuatro horas de duración (pausa incluida) del espectáculo, entrando en calma chicha que se evidenciaba con el goteo continuo de abandonos de la sala, escasa de público desde el inicio y muy menguada tras el primer descanso.

Al equipo artístico, puestos a aligerar, no se les ocurrió abreviar. Un elenco de solistas homogéneo achica hasta lo indecible para evitar el naufragio. La contundente presencia escénica de Nadja Michael confiere empaque a la malvada Popea, a pesar de no poseer una voz especialmente bella, y Willard White no se queda rezagado, construyendo un pulido y bien cantado Séneca. Destacan vocalmente Charles Castronovo, Hanna Esther Minutillo, Ekaterina Siurina y José Manuel Zapata en el nutrido reparto. Los dos contratenores, William Towers (Otón) y Serge Kakudji (Amor) se resintieron en el caudal sonoro conforme avanzó la representación. La Octavia de Maria Riccarda Wesseling pasó sin pena ni gloria. A este panorama contribuyó mucho la desangelada propuesta escénica del polaco Krzysztof Warlikoski, uno de los directores fetiche de Mortier, en la que a pesar de la exacerbación de la temática sexual, el travestismo y la violencia física mostrada en el escenario, no logró sorprender y mucho menos enganchar al público. El añadido de un prólogo teatral (basado en textos de Michel Foucault, Thomas Hobbes, Christopher Isherwood y Derek Jarman) parecía muy bien sobre el papel.

La realización queda en una pretenciosa y vacía perorata de Séneca a sus alumnos, catorce minutos en los que no se avista la vereda por la que Warlikoski pretende que el espectador se adentre. Lo peor es que así transcurre toda la obra. Hay destellos de buen teatro sumergidos en el pantano del tedio; ideas estupendas y otras que caminan por el sendero de la obviedad. Si a esto se le añade una escenografía tan grande como inútil (no es que sea mala sino que con sólo la mitad se podía lograr un efecto similar), una coreografía inexistente y una creación videográfica de colegio; al resultado no se le puede llamar éxito. Habría que dejarlo en un caro y aburrido capricho.

Hace dos años en este mismo escenario se representó una producción de L’incoronazione di Poppea con una propuesta historicista de Pier Luigi Pizzi y William Christie dirigiendo Les Arts Florissants. La cuestión era reponerla o esperar un tiempo considerable para presentar este encargo. No está el horno para bollos y gastar dinero en un título visto recientemente (por muy buena que sea la nueva propuesta, que no lo es), mientras se confina al almacén uno propio; es una grosería. Si además se recurre a una orquesta ajena (estupenda, todo hay que decirlo), afirma el director artístico en pública rueda de prensa que el espectáculo se ha realizado como a él le gusta (dos meses de ensayos con todos los integrantes desde el primer día) y conociendo que estas características impactan en el costo final del mismo, en un país que está atravesando la peor crisis económica de su historia reciente, con miles de personas rebuscando cada día en los cubos de basura algo que llevarse al estómago, me resulta una falta de respeto absoluta.

El Teatro Real es joven y hay tantos títulos para ser ofrecidos al público madrileño que resulta chocante ver programados algunos ya vistos.¡Y en estos tiempos!

Federico Figueroa.

 

Poppea e Nerone (C. Monteverdi/P. Boesmans).

Dirección musical: Sylvain Cambreling

Dirección escénica: Krzysztof Warlikowski

Poppea: N. MICHAEL. Nerone: Ch. CASTRONOVOOttavia: M. R. WESSELING.Ottone: W. TOWERS. Seneca: W. WHITEDrusilla: E. SIURINAVirtud/Palas:Lyubov PETROVAFortuna/Dama: Elena TSAGALLOVA. Amor: Serge KAKUDJI.Mercurio/Líctor/Familiar de Seneca: I. GALÁN. Paje: H. E. MINUTILLO. La nodriza de Ottavia: J. RAPPÉ. Arnalta: J. M. ZAPATA. Lucano/Liberto: J. F. GATELL.

Klangforum Wien.