Antonio Ruz acierta al recuperar «La noche de San Juan»

Por Cristina Marinero Antonio Ruz acierta al recuperar el ballet «La noche de San Juan»

Auditorio de la Fundación Juan March. Madrid, 24 de junio. Miguel Baselga, al piano, Rosa García Andujar, en el diseño de vestuario y Olga García, al cargo de la iluminación, completan el equipo creativo que ha rescatado para la escena el ballet de Roberto Gerhard (1896-1970) que la Guerra Civil truncó, por lo que el proyecto quedó inédito en 1939, con el exilio de sus autores.

Un instante de «La noche de San Juan»   Foto: © Fundación Juan March Antonio Ruz acierta el recuperar «La noche de San Juan»

Esta producción de la Fundación Juan March (Madrid) y el Gran Teatre del Liceu (Barcelona) es una iniciativa a aplaudir, por lo que lleva implícito en el terreno de la recuperación del patrimonio de danza de España y por su acertado resultado en su puesta en escena, dirigida y coreografiada por Antonio Ruz. A las funciones de estreno en Madrid, les sucederán, en octubre, las que se ofrezcan en la Ciudad Condal.

Sintetizando la historia de su no-estreno, decir que el proyecto de ballet La noche de San Juan surge cuando los Ballets Russes de Monte-Carlo –fundado en 1931, y recogiendo el legado de Diaghilev, por el Coronel de Basil, el director del ballet de la Ópera de Montecarlo, René Blum, y el financiero Serge Denham- ofrecen en el Liceu de Barcelona sus últimas actuaciones, en junio de 1936. El encargo a Roberto Gerhard para crear un ballet basado en la tradición catalana tendría a Leonide Massine como coreógrafo, el libreto sería obra de Ventura Gassol, entonces consejero de cultura de la Generalitat, y los diseños de escenografía y vestuario, serían obra de Joan Junyet.

En el nutrido programa de mano editado para el estreno de La noche de San Juan se incluye un artículo de Mónica Tarré i Pedreira –quien también se ha hecho cargo de la investigación y documentación para este rescate- donde figuran varios bocetos de escenografía y vestuario de Junyet, así como del guión y de la partitura de esta obra que Roberto Gerhard denominó Soirées de Barcelone cuando vivía exiliado en París, antes de marchar a Cambridge, donde falleció. Dolores Iglesias ha reproducido el telón original que diseñó Joan Junyet.

Un instante de «La noche de San Juan» Foto: © Fundación Juan March

Antonio Ruz ha creado una coreografía sólida, ampliando su vocabulario, con detalles que demuestran que bebe de las fuentes populares –como el paso de gigantes y cabezudos-, tal y como realiza la composición. Coloca los brazos ya de manera expresiva a la altura de los propios de jota o los deja al libre albedrío del movimiento ondulado; las variaciones de pies tienen el diseño de tradicionales pasos, pasados por el tamiz estilizado, y la dinámica de los cuerpos ofrece la cadencia juguetona y terrenal. Este ballet es una fiesta recreada por sus modos expresionistas que a veces se tornan minimalistas y, en otros momentos, delinean el baile de pareja tan propio de lo popular, con trazos contemporáneos.

Dividido en tres cuadros, el ballet que ha creado respira de la atmósfera que imperaba en la época de su proyección original, cuando en Europa y Norteamérica el término “estilización” se veía permanentemente unido a las creaciones musicales y dancísticas estrenadas desde que los Ballets Russes de Diaghilev llegaran a París en 1909. Tal y como subraya la investigadora Idoia Murga Castro en su artículo del programa de mano, “las obras resultantes, por un lado, exploraban vías de modernización a través de una mirada a las tradiciones populares y, por otro, operaban como herramienta de definición, construcción y proyección de identidades culturales”.

El primer cuadro, Los fuegos, sirve al coreógrafo para convertir a sus bailarines en las llamas que se mecen por el aire, que chisporrotean, dando protagonismo al torso y los brazos. Ahí exhala modos y formas del movimiento empleado por Massine y Nijinsky, en Mercure o La consagración de la primavera. En el segundo, Eros, impera el lirismo que ya vemos desde que entramos en los suaves movimientos de la bailarina que nos recibe, con sus alas asidas a los brazos, como una duendecilla con vanguardista tutú. El cuadro final conserva la esencia de la danza más popular catalana, la sardana, bajo el título de La boda, donde también se escenifica una torre de castellets.

Con una interpretación al piano que mima ritmos y melodías, Miguel Baselga también ha revisado la edición musical inédita de Juan de Udaeta. Junto a Antonio Ruz, ha estado como ayudante de dirección Lucía Bernardo, con los bailarines y colaboradores coreográficos, Melania Olcina, Elia López, Carmen Fumero, Begoña Quiñones, Pau Aran, Miguel Zomas y Julián Lazzaro.