Hoy 7 de mayo de 2024 se celebra el bicentenario de una obra maestra que ha marcado la historia de la música. Se trata de la Novena sinfonía en re menor, op. 125 de Ludwig van Beethoven, también conocida como “Sinfonía Coral”. Se estrenó el 7 de mayo de 1824 en el Theater am Kärntnertor de Viena, con un éxito apoteósico. Bicentenario Novena
La Novena fue el primer ejemplo de un compositor de éxito internacional que incluyó partes vocales en una sinfonía. El movimiento final, el cuarto, de la sinfonía presenta cuatro solistas vocales y un coro en la paralela tonalidad de re mayor modulada, conocida comúnmente como la «Oda a la alegría». El texto fue adaptado de «An die Freude», un poema escrito por Friedrich Schiller en 1785 y revisado en 1803, con texto adicional escrito por Beethoven. En 1972, el Consejo de Europa convirtió el tema de la «Oda a la alegría» en su himno y en 1985 fue adoptado por los dirigentes de la UE como himno oficial de la Unión Europea. El himno, al igual que ocurre con el español, no tiene letra, solo música y se ha convertido en símbolo de los ideales europeos de libertad, paz y solidaridad. En 2001, el manuscrito original de Beethoven de la partitura de la sinfonía, conservado en la Biblioteca Estatal de Berlín, se inscribió en el Registro de la Memoria del Mundo de la Unesco, donde forma parte de la herencia espiritual de la humanidad junto con otros sobresalientes monumentos, convirtiéndose en la primera partitura musical así designada.
Y es que la Novena Sinfonía de Beethoven no es solo música; es un universo de sonidos, sentimientos y filosofía que resume la visión del compositor sobre la humanidad y la esperanza. La inclusión de un coro en el movimiento final fue un golpe de genialidad que resonaba con el ideal de fraternidad universal de Beethoven.
La historia del estreno de esta obra es igualmente memorable. A pesar de su total sordera, Beethoven aceptó dirigir la primera interpretación. La crítica de la época cuenta en sus crónicas que lo hizo con una sorprendente energía, moviendo todo su cuerpo hacia uno y otro lado de la orquesta. La música fue interrumpida en varias ocasiones por los aplausos del enfervorecido público, que, tras el acorde final, presentó sus respetos al compositor agitando sus pañuelos. Beethoven, a causa de su sordera, no se percató de la entusiasta reacción del público hasta que uno de los músicos le pidió que se girara hacia la sala. La Novena sinfonía fue y seguirá siendo un testimonio de la resiliencia y la inquebrantable dedicación de Beethoven a su arte, un poderoso triunfo sobre la adversidad del destino.
Redacción OW Bicentenario Novena sinfonía Beethoven