Crítica de «Il ritorno d’Ulisse in patria» (C. Monteverdi). Viena

 

Theater an der Wien de Viena. 9 Septiembre 2012.

 

Los buenos aficionados a la ópera conocen bien que Viena ofrece atractivos muy especiales y una visita a la ciudad es siempre deseable, aparte de su belleza arquitectónica, para poder disfrutar de la amplia oferta operística. El Theater an der Wien es uno de los tres teatros de ópera de la ciudad  con programación estable y prácticamente diaria y abrió sus puertas en 1801, siendo su empresario entonces  Emmanuel Schikaneder, el primer Papageno de la historia. En su escenario han tenido lugar estrenos tan importantes como los de Fidelio, las sinfonías 3, 5 y 6 de Beethoven, o El  Murciélago de Johann Strauss.  Hoy en día, tras su reapertura en el año 2006, su programación operística está dedicada fundamentalmente a los períodos barroco y clásico.

Escena
Escena

El espectáculo ofrecido es una nueva producción de Claus Guth, que se encarga de la trilogía de Monteverde en su totalidad. El año pasado comenzó su andadura con L’Orfeo, sigue ahora con Il Ritorno d’Ulisse, y el año próximo se representará L’Incoronazione di Poppea. El director de escena alemán ofreció el año pasado L’Orfeo desarrollándose la acción  en la casa de Orfeo y fue muy bien recibida por público y crítica. En esta ocasión sigue con la misma idea y toda la ópera se desarrolla en la casa de Ulises, trayendo la acción a tiempos modernos y con un escenario giratorio, que da una gran viveza a la acción.

 

Los dioses
Los dioses

La escenografía se debe a Christian Schmidt, que ofrece distintas habitaciones de la casa, siempre en madera: el salón, un bar (con una divertidísimo camarero), un ático y un sótano con motivos bélicos, entre ellos un Jeep. No falta, lamentablemente, también un lavabo, en el que Iro nos ofrece un espectáculo de muy mal gusto. El vestuario se debe también a Christian Schmidt y resulta de una gran elegancia en lo que se refiere a las mujeres, resultando divertido en el caso de los pretendientes de Penélope y en el caso de Eumete. Los dioses, cuando no se mezclan con los humanos, llevan unas grandes máscaras blancas, como si fueran cabezudos en las fiestas de nuestros pueblos. Hay una buena iluminación de Bernd Purkrabek.

 

No es esta ópera fácil de transponer a tiempos modernos y Claus Guth sale muy bien parado del intento, ya que, aparte de algunos aspectos puntuales, la cosa funciona muy bien, destacando una dirección de actores magnífica en todos los casos. Hay algunos cambios que introduce y que no afectan a la trama. Melanto pasa de ser la asistenta de Penélope a ser una auténtica secretaria, mientras que su amado Eurímaco pasa a ser el jefe de seguridad de la mansión de Ulises. Ericlea no es la nodriza, sino la sirvienta en este caso. Eumete no será ya un Pastor, sino un jardinero y muy divertido. Minerva pasa a vestir ropajes de mensajera, cuando mueve los hilos de la trama, finalmente. Telémaco es un jovenzuelo, al que los artilugios bélicos le entusiasman, especialmente la idea de conducir el Jeep. La acción se desarrolla con mucha viveza, basada en los rápidos cambios de escena y no se hace en absoluto larga. Como ya he dicho, hay detalles de mal gusto, de los que se debería prescindir, que no hacen sino empañar una labor muy buena por parte de Claus Guth.

 

La dirección musical estuvo en manos de Christophe Rousset al frente de sus Talens Lyriques. Reconociendo que la dirección de Rousset es francamente buena, debo decir que me parece más adecuado en óperas del barroco más adelantado que en Monteverdi. Quizá le falta ese plus de pasión que su compatriota Spinosi pone en esta música. La orquesta tuvo una notable actuación.

 

El personaje protagonista no es otro que Ulises (Odysseus para los  alemanes), que aquí fue encomendado al barítono británico Garry Magee, cuya actuación me resultó mucho más convincente en el plano escénico que en el vocal. No es que cante mal ni que la voz no funcione, sino que no le va este tipo de canto, tan alejado del romántico, en el que le he visto en otras ocasiones.

 

La francesa Delphine Galou fue la encargada de dar vida a Penélope y tuvo una buena actuación. Creíble en escena y adecuada al estilo de canto, aunque la voz no sea muy rica.

Garry Magee y Delphine Galou
Garry Magee y Delphine Galou

La guapísima mezzosoprano sueca Katija Dragojevic fue una notable intérprete de Melanto, cumpliendo bien el tenor Sebastián Kohlhepp como Eurimaco. Otro tenor, el holandés Marcel Beekman, se llevó el gato al agua a la hora de contar con el favor del público, ofreciendo una estupenda actuación como actor y cantante en la parte de Eumete. Estuvo bien el tenor ruso Pavel Kolgatin como Telémaco.

Escena
Escena

 

 

Sabina Puértolas tuvo una notable actuación en la parte de Minerva, doblando también en el prólogo como Amore. La voz funciona muy bien en el centro, moviéndose con desenvoltura en escena, siendo el único lunar la estrechez de sus notas altas.

 

El contratenor Rupert Enticknap estuvo bien como L’Umana Fragilitá, Pisandro y Un Feaco. Cornelia Horak estuvo mejor como Juno que como Fortuna en el Prólogo. Phillip Ens fue un sonoro Neptuno, doblando como Il Tempo en el prólogo. El tenor Jörg Schneider fue un adecuado Iro. Tamas Tarjanyi (Anfinomo) e Igor Bakan (Antinoo) lo hicieron bien. Finalmente, el tenor Emmanuele d’Aguanno fue un adecuado Júpiter y Milena Storti fue una eficiente Ericlea.

Entrada al teatro
Entrada al teatro

 

El Teatro, con capacidad para algo más de 1.400 espectadores, ofrecía un entrada de alrededor del 90 % del aforo. La recepción final del público fue calida, siendo los mayores aplausos dedicados a la pareja protagonista, así como a Marcel Beekman.

 

La representación comenzó con  5 minutos de retraso y tuvo una duración total de 3 horas y 1 minuto, incluyendo un intermedio de 25 minutos. Los cálidos aplausos finales se prolongaron durante 6 minutos.

 

El precio de la localidad más cara era de 140 euros, bajando a 120 y 90 euros en las más alejadas del escenario. En los pisos superiores había localidades entre 75 y 38 euros, con algunas a 20 y 7 euros, dependiendo de tener visibilidad reducida o nula.

 

Fotografías: Cortesía Theater an der Wien

 

Fotógrafo: Monika Rittershaus

Jose M. Irurzun