Crítica: «Rigoletto» en el Teatro Real con Tézier, Zaharia y Camarena

  Crítica: «Rigoletto» Teatro Real Por María Pardo

Rigoletto pierde su joroba y la magia

Con tanta ilusión y entusiasmo como han transmitido en la rueda de prensa del pasado 23 de noviembre en el Teatro Real, uno sale frío del espectáculo y contrariado. Y aunque Nicola Luisotti afirmaba rotundamente que había hecho un equipo fabuloso con Miguel del Arco, la escisión entre la música y la escena se ha hecho más que patente y más bien han resultado enemigos. Crítica: «Rigoletto» Teatro Real

Adela Zaharia en una escena de "Rigoletto" / Foto: Javier Del Real
Adela Zaharia en una escena de «Rigoletto» / Foto: Javier del Real

En su lectura musical, Luisotti ha luchado por ser preciso, ágil y fiel a la partitura y al concepto que tuvo Verdi cuando la compuso, pero han existido momentos en los que se ha mostrado sordo con lo que sucedía sobre el escenario, y es que no es nada fácil, y menos aún con esta propuesta que nos ocupa. Le ha costado, en un par de ocasiones, algún desajuste entre los cantantes y la orquesta, pero seguro que, en los próximos días y según se repitan las representaciones, estará completamente resuelto. Asimismo, siempre ha sido cuidadoso y considerado con las voces que tenía frente a su batuta, pero ignorando los tiempos y las acciones dramáticas. La Orquesta Titular del Teatro Real ha sonado de forma equilibrada y exquisita obedeciendo a la propuesta de su director en las dinámicas, que Luisotti ha sabido enfatizar aportando fuerza e intención a la música, y enriqueciendo, a su vez, las intervenciones vocales de los intérpretes. 

En cuanto a la dirección de escena, se estrena Miguel del Arco, habitualmente director de teatro y cine, dirigiendo ópera y nada menos que en el Teatro Real. La apuesta que ha hecho la institución por él ha sido arriesgada dándole un título tan complejo y con tantos días y cambios en el elenco, en un momento tan popular como las navidades, que suelen ser tiempos de mayor asistencia del público al Real. La aportación que ha hecho del teatro a la ópera ha sido ingenua. Ha sido una gran idea los montículos que aparecen en la bruma. El Rigoletto del primer cast aparece sin joroba y uno quiere pensar que esas protuberancias en el paisaje son “sus jorobas” y nos sorprende con que una de ellas es la burbuja en la que presenta a Gilda. Quizás es el concepto más brillante de Miguel del Arco, cuando ella aparece la vemos en un espacio delimitado por esa misma joroba que, quizás, es el peso que el bufón lleva sobre sus espaldas. En esta idea de la burbuja se produce el efecto más fabuloso del planteamiento del director de escena cuando Gilda canta su aria “Caro nome” entre un cúmulo de cuerpos desnudos: una imagen que bien podría ser uno de los motivos del famoso Jardín de las Delicias de El Bosco. Y es el único momento en el que tienen sentido los desnudos. Los del tercer acto resultan gratuitos.

Javier Camarena y Marina Viotti / Foto: Javier del Real
Javier Camarena y Marina Viotti / Foto: Javier del Real

De su equipo, Juan Gómez-Cornejo, encargado de iluminación ha hecho un gran trabajo, marcando los focos de atención y aportando a veces más riqueza a la escena que la propia escenografía, diseñada por Sven Jonke e Ivana Jonke, que ha contribuido a efectos visuales realmente fascinantes en algunos momentos, pero también a los más cochambrosos en la mayor parte de estos. Luz Arcas, coreógrafa, ha trasladado el trabajo conceptual del foco sobre el feminismo desde el silencio al movimiento, de la pasividad a la acción, a través de quince bailarinas que están casi siempre presentes. Simbolizan a todas esas mujeres sin voz al servicio de un patriarcado lascivo y caprichoso que abusa de su poder para cosificarlas. El trabajo de este equipo ha sido importante, a veces con falta de sincronía (que también se irá solucionando con la repetición), pero que ha llevado a cabo su labor con gran dignidad teniendo en cuenta que algunas escenas están cargadas de vulgaridad y redundancia sexual fútil. El vestuario de Ana Garay se ajusta a las especificaciones escénicas y conceptuales de Del Arco. El dorado para lo que están obligadas a aparentar, el morado para hacer presente el movimiento feminista, prendas asociadas a la prostitución y el desnudo para presentar a la mujer despojada de las capas convencionales. Crítica: «Rigoletto» Teatro Real

En cuanto al reparto vocal, en general han sido todos correctos, impecables los personajes principales. Vocalmente precisos y con gran dominio de las dinámicas, arriesgando con éxito en filados, cadencias,… pero obligados en muchas ocasiones a quedar pasivos pendientes de la batuta sin margen de acción dramática. El Rigoletto del barítono francés Ludovic Tézier tiene un color claro en su emisión canora, quizás algo ligero para lo que se espera de un personaje con dobleces y claroscuros como el suyo. Preciso y solvente, pero centrado en sus partes y sin contrastes entre los momentos en los que interactúa con la corte, el mundo exterior o en la relación con su hija. Muy plano en general y sobreviviendo a la escisión musical-escénica.

Ludovic Tézier en una escena de "Rigoletto" / Foto: Javier del Real
Ludovic Tézier en una escena de «Rigoletto» / Foto: Javier del Real

La soprano rumana Adela Zaharia, también impecable y de gran belleza y precisión vocal, con un centro bello y oscuro, quizás algo maduro para un personaje como Gilda, pero expresiva en su aislamiento, no solo el provocado por su padre, sino por el desacuerdo del plano dramático-musical ya mencionado. Fue, quizás el personaje más celebrado por los aplausos. Desde luego, nos quedamos con su excepcional interpretación de la famosa aria “Caro nome”. Los dúos de Rigoletto y Gilda quedan fríos, sin embargo. Correctos sin más, pero sin fuerza, sobre todo el de la “Vendetta”. Hasta el dúo final, debido al cierre teatral planteado por Del Arco, dista de la emotividad que Verdi creó magistralmente para ese momento. El tenor mexicano Javier Camarena también sufre el alejamiento del personaje del Duque de Mantua, pero afrontó vocalmente la partitura sin remilgos. Pareció discreto en algunos momentos reservándose para los más brillantes y expuestos.El Sparafucile del bajo surcoreano Simon Lim también es un personaje plano y carente de acción. Cumple correctamente con su parte vocal. La mezzosoprano suiza Marina Viotti, más dinámica, aborda su Maddalena con rotundidad vocal y actoral.

La intervención de la soprano francesa Cassandre Berthon como Giovanna no quedó a la altura de sus colegas, con una voz algo chillona y sin armónicos que amortiguaran su emisión. ¿Sería un mal día? El resto del elenco fue correcto: el barítono hawaiano Jordan Shanahan como Conde Monterone, el barítono madrileño César San Martín como Marullo, el tenor mexicano Fabián Lara como Borsa, el barítono mallorquín Tomeu Bibiloni como Conde Ceprano, la mezzosoprano española Sandra Pastrana como la condesa de Ceprano y la soprano Inés Ballesteros como paje, ambas destacables por su emisión bella, precisa y clara.  El Coro Titular del Teatro Real sonó con su calidad habitual.

Javier Camarena en una escena de "Rigoletto" / Foto: Javier del Real
Javier Camarena en una escena de «Rigoletto» / Foto: Javier del Real

En su conjunto, en esta producción han tratado de presentar una alegoría al feminismo. Otra cosa es su utilidad en la obra, y es que el melodrama Rigoletto no necesita poner su enfoque en el feminismo para denunciar el abuso de un mundo heteropatriarcal que ya de por sí es evidente. La presencia vertical y horizontal de los hombres frente a la ausencia de mujeres hace reiterativa esta idea con la participación de las bailarinas. Las estrellas indiscutibles de la noche fueron el triángulo Tézier-Zaharia-Camarena y el resto de los intérpretes se llevaron los aplausos de un público que, contrariado, no pudo reprimir los abucheos generalizados cuando salió el director de escena y su equipo a saludar. Por lo que uno paga para poder asistir a este Real coliseo, espera, como menos, haber podido vibrar con el espectáculo al que asiste: llevarse a casa imágenes soeces y una especie de lección pedagógica como otro más que se sube al tren de la reivindicación del femeninismo, resulta, cuanto menos, decepcionante. Pero les invitamos a que lo comprueben por ustedes mismos, si les apetece. 


Madrid (Teatro Real), 2 de noviembre de 2023  Rigoletto  Melodramma en tres actos

Música de Giuseppe Verdi (1813-1901).  Libreto de Francesco Maria Piave, basado en la obra de teatro Le roi s’amuse (1832) de Victor Hugo

Estrenada en el teatro La Fenice de Venecia el 11 de marzo de 1851.                              Estrenada en el Teatro Real el 18 de octubre de 1853

Nueva producción del Teatro Real, en coproducción con la ABAO Bilbao Ópera y el Teatro de la Maestranza de Sevilla

Equipo artístico:

Dirección musical: Nicola Luisotti. Dirección de escena: Miguel del Arco. Escenografía: Sven Jonke, Ivana Jonke. Vestuario: Ana Garay. Iuminación: Juan Gómez-Cornejo. Coreografía: Luz Arcas. Dirección del coro: José Luis Basso

Reparto:

Ludovic Tézier, Adela Zaharia, Javier Camarena, Simon Lim, Marina Viotti, Cassandre Berthon, Jordan Shanahan, César San Martín, Fabián Lara, Tomeu Bibiloni, Sandra Pastrana, Inés Ballesteros.

Coro y Orquesta Titulares del Teatro Real

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