La Agrippina de Didonato y McVicar en Nueva York, oxígeno para el Met

Escena de Agrippina con Joyce DiDonato. Foto: Marty Sohl / Met Opera

Agrippina, la ópera de Handel estrenada en Venecia en 1709 nunca se había representado en la Metropolitan Opera de Nueva York. Una ausencia que se resolvió el pasado jueves con el estreno de la obra en el teatro del Lincoln Center. Para la ocasión se ha contado con la batuta de Harry Bicket y la certera dirección de escena de David McVicar. La producción fue un éxito indiscutible en su estreno, y seguirá en cartel todo el mes. Agrippina será retransmitida en HD en todo el mundo el 29 de febrero.

Sobre el afilado libreto de Vincenzo Grimani, y reutilizando motivos compositivos de obras anteriores, George Handel traza con Agrippina un paisaje descarnado de la corrupción humana. Handel nos habla de una miseria moral que, en sus personajes, es tanto íntima como social. En nuestros días las fronteras entre lo privado y lo público, la honestidad y la mentira, parecen diluirse, y esta ópera cobra con un inusitado poder semántico; pues ataca al núcleo mismo de los problemas de hoy.

Es por ello que la propuesta escénica de David McVicar acierta al situar la acción de Agrippina en la actualidad. El acercamiento a la cotidianeidad y la manera de vivir del espectador Neoyorkino es uno de los objetivos de esta producción, que no renuncia a hacer guiños continuos al público local. Hay proyecciones del reconocible tráfico de Manhattan. Se retrata con crudeza la histeria que supone la obsesión por el poder. Y la zona gris que hace indistinguibles  el sexo y el poder parece refutar los axiomas de la ideología de género.

Nada sobra en una escenografía parca en medios, pero diseñada al detalle para exprimir hasta la última nota dramática de cada personaje. Agrippina y Popea aparecen como sujetos de poder, desarrolladoras de la acción dramática.  La mujer omnipotente, intelectualmente superior, libre y dueña de sí, se presenta en contraste con la pequeñez de los personajes varones, cautivos de su miseria, incapaces de eludir su cortedad, siempre a merced de ellas. Incluso Nerón, interpretado por la mezzo Kate Lindsey, es un débil mental, adicto a la cocaína e incapaz de conducirse a sí mismo más allá de los designios de una madre a la que odia y de los instintos más primarios.

Todo ello, y mucho más, se cuenta en esta Agrippina caleidoscópica, así como en un atlas de la maldad humana, que incluye también momentos entrañables y otros muchos hilarantes. La pertinencia de los recursos escénicos y la eficacia actoral de todos lo intérpretes hacen que la ópera funcione a la perfección en lo escénico. El éxito de McVicar bastaría para justificar el éxito del espectáculo; pero también en el apartado vocal hubo elementos para el regocijo.

Joyce DiDonato en Agrippina.  Foto: Marty Sohl / Met Opera
Joyce DiDonato en Agrippina. Foto: Marty Sohl / Met Opera

Joyce Didonato cuajó una Agrippina incontestable. La cantante de Kansas regresa al Met con un nuevo Grammy debajo del brazo, y con la seguridad que da haber paseado el personaje de la emperatriz romana por toda Europa. Didonato sigue sin conseguir una redondez perfecta en el registro más grave. Sin embargo, la homogeneidad y las irisaciones de un timbre inconfundible así como su apabullante técnica vocal le confieren una solidez canora que muy pocas cantantes de su cuerda pueden emular. En lo actoral, quitando los bailecitos al comienzo de la obra, Didonato fue una Agrippina creíble y muy poderosa en lo dramático, capaz de hacer reír y de infundir temor con solo un gesto.

La soprano Brenda Rae debutaba con Popea en el Met. La felicidad que sentía por la ocasión se trasladó al personaje, que apareció en escena con una luz especial. El arte de Rae aún está en crecimiento, la voz es bella pero sin llegada. Sus agilidades cumplieron sin deslumbrar y lo mejor de su actuación fue su cuidada línea de canto, la calidad de los recitativos y la intención en los acentos. Todo ello le permitió hacer verosímil a esta Popea, que es el personaje que más evoluciona a lo largo de la ópera, del candor inicial a la manipulación más despiadada al final de la obra. En esta temporada, Brenda Rae tendrá buenas oportunidades para seguir asentando su carrera internacional, como su esperada Lucia en la Staatsoper de Viena, la Mujer Silenciosa de Strauss en Múnich o la Reina de la Noche en el Festival de Salzburgo.

La mezzo de Richmond Kate Lindsey fue un huracán en escena. La cantante demostró sus capacidades atléticas cantando en todas las posturas posibles, muchas de ellas acrobáticas, sin que el apoyo ni el fiato se resintieran en ningún momento. Pelo corto, ropa ajusta y a la moda de hoy, tatuajes, movimientos sicalípticos, una estudiada ambigüedad sexual. Muchos ingredientes para plantear un Nerón fascinante y bien cantado. La voz no tiene la riqueza armónica de otras mezzos, ni la línea de voz buscaba la belleza barroca. Pero todas las brusquedades en el canto de Kate Lindsey encontraban perfecto acomodo en su fascinante personaje.  Resultaba imposible apartar la mirada de la Lindsey, en una actuación que ya es con mucho la más poderosa de la temporada en el Met.

El emperador Claudio estuvo interpretado por el bajo inglés Mathew Rose, de gran presencia escénica y buen desarrollo vocal. La producción de McVicar le reserva algunas de las escenas más bizarras, como el desinhibido cortejo a Popea o su aria en el tercer acto, en la que tuvo que cantar mientras jugaba al golf.

Por su parte, el Pallante del barítono escocés Duncan Rock, de agilidades esforzadas, sonó corto en el registro grave. El Narciso de Nicholas Tamagna, que también debutaba en el Met, fue expresivo y cuidadoso, muy creíble. Tamagna es un gran falsetista, y el que mejor entendió el pasado jueves las dinámicas orquestales de Harry Bicket. El contratenor inglés Iestyn Davies fue un Ottone atento y cuidadoso, algo estático en comparación con sus compañeros.

La repetición de títulos y escenografías archiconocidas es un modelo que ha funcionado en el Met durante décadas gracias a las grandes estrellas vocales que pisaban sus tablas. En un momento en que las voces abundan y es fácil encontrar cantantes solventes, tiene más sentido introducir conceptos nuevos de gran calidad que ponen el peso del acontecimiento operístico más allá de lo vocal.

Esta Agrippina, proveniente de la milagrosa Monnaie de Bruselas, es un ejemplo de lo mejor que el Met puede aportar a la ópera de hoy. Un soplo de aire fresco en un año que había empezado más bien predecible y anodino. Es una suerte que el título esté incluido en la temporada de ópera en HD. Los amantes de la ópera de todo el mundo podrán disfrutar de esta fascinante Agrippina en cines el 29 de febrero. No se la pierdan.

Carlos J Lopez