La Damnation de Faust en la Deutsche Oper de Berlín

 

Escena de La Damnation de Faust en la Deutsche Oper de Berlín
Escena de La Damnation de Faust en la Deutsche Oper de Berlín

Héctor Berlioz es una de las figuras más importantes de la historia de la música, pero sus incursiones operísticas no han estado a la altura de sus poemas sinfónicos o sus sinfonías, particularmente la Fantástica. Berlioz, además de gran músico, fue un lector empedernido de los clásicos y, de hecho, sus incursiones operísticas van siempre de la mano de uno de sus autores favoritos. Si en Les Troyens sigue fielmente el relato de Virgilio en la Eneida, Beatrice et Benedict está basada en la obra de Shakespeare “Mucho ruido y pocas nueces”, mientras que la ópera que ahora nos ocupa se basa en el Fausto de Goethe. Las tres óperas se caracterizan para quien esto escribe por estar magníficamente construidas, aunque una cierta falta de inspiración, o, al menos, de continuidad de la misma, ha hecho que no sean excesivamente representadas hoy en día. Esta Damnation de Faust no es una excepción a lo dicho con carácter general respecto de las óperas de Berlioz. Musicalmente es una obra grandiosa y tiene páginas verdaderamente brillantes e inspiradas, como la Marcha Húngara, el Minueto de los Diablillos, la invocación a la naturaleza que canta Fausto o la preciosa aria d’amour l’ardente flamme. Si a esto añadimos una gran orquestación y un brillante uso de coros, es fácil concluir que estamos ante una obra muy importante. Sin embargo, algo le falta para prender en las preferencias del gran público. Tendríamos que empezar por definir si estamos ante una ópera o un oratorio. De hecho, La Damnation de Faust se estrenó en versión de concierto y hubieron de transcurrir casi 50 años para que se representara escénicamente.

Esta versión de La Damnation de Faust en la Deutsche Oper se ha ofrecido en versión escénica, en una producción de Christian Spuck, que se estrenó el año pasado. Mi impresión es claramente positiva, mezclando en su trabajo escénico de manera notable la danza y haciendo uso de una gran imaginación. Él mismo es también el responsable de la coreografía, que tiene una gran importancia y consigue dar una gran vida a la escena. La escenografía y el vestuario se deben a Emma Ryott, consistiendo la primera en una gran plataforma inclinada y giratoria, que permite rapidísimos cambios de escena, al situar la misma unas veces bajo la plataforma y otras en la superficie. No hay más elementos escénicos fijos, fiando todo a una notable dirección escénica, que complementa la labor del grupo de baile con una notable dirección de masas. El vestuario es adecuado y un tanto original, contando con una buena iluminación por parte de Reinhard Traub y Ulrich Niepel. No es fácil dar vida a esta ópera y esta producción lo consigue plenamente, a pesar de haberse dado sin interrupción.

Las fuerzas estables de la Deutsche Oper han sido las grandes triunfadoras de la velada. Pocas óperas son tan exigentes para orquesta y coro como La Damnation de Faust y lo hicieron a las mil maravillas. Hay que destacar también la muy buena labor en la dirección desarrollada por el francés Jacques Lacombe, que ofreció una estupenda lectura de la obra de Berlioz. La orquesta es muy numerosa en esta obra, hasta el punto de haber tenido que eliminar una fila del patio de butacas y haber colocado maderas y arpas en tarimas elevadas a ambos lados del foso. El sonido de la Orquesta de la Deutsche Oper fue siempre brillante, teniendo que destacar el acompañamiento del cuerno inglés en la preciosa aria D’amour, l’ardente flamme. En alguna ocasión me he referido al Coro de la Deusche Oper como posiblemente el mejor coro de ópera de la actualidad y tengo que reafirmarme en mi opinión tras su actuación en esta ópera. No es superfluo recordar que su director no es otro que William Spaulding, quien también dirige el Coro del Festival de Bayreuth.

La Damnation de Faust en la Deutsche Oper de Berlín
Escena de La Damnation de Faust en la Deutsche Oper de Berlín

El personaje de Fausto fue interpretado en el estreno de esta producción por Klaus Florian Vogt, tomando ahora su relevo el tenor coreano Yosep Kang. Conviene decir que la partitura de este personaje está erizada de dificultades, especialmente en las notas altas, lo que no es extraño en la escritura de Berlioz, poco amigable con los tenores. Yosep Kang tiene una voz muy atractiva y homogénea, con gran facilidad en las notas altas, lo que le permitió resolver sin problemas todas las dificultades de la partitura. Para mi gusto resulta un poco ligero en el primer acto de la ópera, pero acabó resultando plenamente convincente en los últimos dos actos.

La mezzo soprano Clementine Margaine dio vida a Marguerite y lo hizo muy bien. Tenía magníficas referencias de esta cantante francesa, pero no había tenido todavía ocasión de escucharla en directo. La impresión no puede ser mejor. La voz es magnífica, igual a lo largo de la tesitura y canta con mucho gusto y expresividad. Sus características vocales son muy similares a las de Elina Garanca, cuyo repertorio es en gran parte idéntico. Bien harían los teatros españoles en ofrecerla en sus programaciones.

Otro coreano, Samuel Youn interpretó el personaje de Mefistófeles y lo hizo francamente bien. La voz no es excesiva en cuanto a volumen, pero es atractiva y bien emitida. Es muy desenvuelto en escena y hace un convincente diablo, aunque prefiero una voz de bajo auténtico en el personaje.

Completaba el reparto el bajo-barítono Marco Mimica como Brander, que no pasó de cumplir con su cometido en la canción de la rata.

Sorprendentemente, La Damnation de Faust en la Deutsche Oper de Berlín ofrecía una entrada muy escasa, de alrededor del 50 % de su aforo, siendo los huecos más evidentes en los pisos superiores. El público ofreció una muy buena recepción a todos los artistas en los saludos finales, con bravos para los tres protagonistas, además de para orquesta, coro y para Iveta Hylasova (cuerno inglés).

La representación comenzó puntualmente y tuvo una duración de 2 horas y 8 minutos sin interrupción. Siete minutos de aplausos.

El precio de la entrada más cara era de 92 euros, habiendo butacas de platea por 52 euros. La entrada más barata costaba 31 euros. Pocas veces he visto una mejor relación precio-calidad.

José M. Irurzun