Crítica: Risas, abucheos y casi un bis en «La Forza del Destino»

Por Carlos J. López Rayward

La noche del estreno de la nueva producción de «La Forza del Destino» en la Metropolitan Opera fue un evento memorable. Al debut de la célebre soprano Lise Daviden en el papel de la protagonista Leonora, se le sumaba el interés por un título verdiano que se representa en contadas ocasiones, pese a su enorme interés dramático y musical.

El Met ha elegido al director polaco Mariusz Treliński, que tan buen resultado dio con la dupla «Iolanta» y «Castillo de Barbazul» en 2015 pero que no consiguió convencer una temporada después en «Tristan und Isolde».

Stephanie Lauricella, Lise Davidsen y Soloman Howard en "La Forza del Destino." Foto: Karen Almond / Met Opera
Stephanie Lauricella, Lise Davidsen y Soloman Howard en «La Forza del Destino.» Foto: Karen Almond / Met Opera

Treliński y su equipo son conocidos por las libérrimas lecturas de los libretos y por unos montajes que exploran los límites semánticos de la música. Por desgracia para el Met y para la ópera de Verdi, en esta ocasión el director de escena se mueve en el lado erróneo de estos límites.

Cuesta rescatar una idea salvable en esta producción de «La Forza del Destino» que traslada la acción, que en el libreto original es mediados del siglo XVIII en España e Italia, a un lugar indeterminado en la actualidad. Era entre cómico y triste mirar las caras de los espectadores del Met, que arqueaban las cejas, fruncían el ceño o directamente explotaban en carcajadas de incredulidad mientras escudriñaban la escena en busca de algo con sentido.

En el primer acto vemos a Leonora, en una relación disfucional con su padre, que no es marqués sino un pseudodictador. Ambos parecen vivir en el reservado de un club nocturno llamado «Calatrava Hotel», como anuncian unas horrendas luces de neón a la entrada. Ni rastro del amor entre el padre y la hija, tan verdiano, roto por el amor imposible entre Leonora y Álvaro, de clase social inferior. En un ambiente actual, en un escenario donde el vicio y la deprabación parecen lo más común, no se entiende el interés de Álvaro en dejar claro que el honor de Leonora está intacto. En realidad, no se entiende nada.

Lise Davidsen en "La Forza del Destino." Foto: Karen Almond / Met Opera
Lise Davidsen en «La Forza del Destino.» Foto: Karen Almond / Met Opera

En la versión de Treliński, Leonora decidide refugiarse en el monasterio tras salir casi ilesa de un aparatoso accidente de tráfico, como si el hecho de presenciar la muerte de su padre a manos de su amante no fuera razón suficiente para hacerlo… La ópera sigue por los mismos derroteros, y sin ánimo de aburrir con un análisis exhaustivo del resto de los actos, hay que mencionar algunos detalles más de la escenografía.

Cada acto está precedido por unos vídeos proyectados sobre el telón, obra de Bartek Macias, cuyo único mérito es el de entretener mientras se hacen los cambios de escenografía. Mientras no interfieren con la música de Verdi, no molestan, pero en la escena de Leonora Madre, pietosa Vergine del acto II, mientras Davidsen termina su aria, Macias proyecta una imagen enorme de María la Virgen, que recuerda vagamente a la imaginería tradicional católica pero que la pervierte de manera tan sacrílega como inmisericorde. Así, vimos una virgen a medio camino entre un alien verdoso y una meretriz de extrarradio que, en lugar de elevarse al cielo como la oración de Leonora, se precipita hacia abajo en lo que pareció más bien una alegoría del colapso reputacional del propio Treliński.

El público tampoco encuentra refugio en los subtítulos con las traducciones del libreto en inglés, alemán y español de Michael Panayos. Sólo siguiendo el texto en italiano el espectador puede tener acceso al texto original de Piave, pues las traducciónes son una recreación torticera que elimina y cambia todo lo que entra en conflicto con la delirante puesta en escena de Treliński. Mal servicio hace Panayos a los espectadores del Met.

Salomon Howard y Lise Davidsen en "La Forza del Destino." Foto: Karen Almond / Met Opera
Salomon Howard y Lise Davidsen en «La Forza del Destino.» Foto: Karen Almond / Met Opera

Ante este panorama, los elementos musicales del espectáculo se desempeñaron de manera heroica.

El director titular del Met Yannick Nézet-Séguin ofreció una versión ordenada, estusiasta y por momentos inspirada. El canadiense demuestra ser un gran músico sinfónico pero con poca imaginación para enriquecer la ópera en el aspecto vocal. Con todo Nézet-Séguin organizó los ensembles con mucha fortuna e imagiación, dando algo de sentido a lo que se veía en escena. Supo conectar coro y orquesta siempre de manera efectiva y fue inflexible con los solistas, obligados a proyectar sus voces sobre el foso.

Lo mejor de La Forza del Destino que se puede ver estos días en el Met es la terna de solistas formada for Lise Davidsen (Leonora), Brian Jadge (Don Álvaro) e Igor Golovatenko (Don Carlo).

La soprano Lise Davidsen tuvo el desempeño esperado, con una Leonora de gran calibre, como ya no se recuerda en el Met. Todas sus escenas en solitario fueron braveadas por el teatro, incluso con peticiones de bis tras una soberbia Pace, pace mio Dio!. La soprano aún no ha dicho su última palabra, o cantado su mejor papel. Aún puede mejorar en la dicción y en la eficacia gestual. Sin embargo, la Davidsen, plena de facultades, rompiendo su vestido fuera de sí, caminando entre los restos de metal de su coche accidentado o arrastrando su carrito como una indigente entre bolsas de basura y orines, consigue con su voz transportar al espectador el centro mismo del espíritu verdiano, y obrar por fin el milagro de la ópera, pese a todo y por encima de todo.

Lise Davidsen en "La Forza del Destino." Foto: Karen Almond / Met Opera
Lise Davidsen en «La Forza del Destino.» Foto: Karen Almond / Met Opera

La noche del estreno hubiera sido un erial de sinsentido entre las escenas de Lise Davidsen de no ser por el excelente desempeño del tenor norteamericano Brian Jadge en el difícil papel de Don Álvaro. La voz de Jadge alzó el vuelo desde el principio de la ópera, sobreponiéndose a unas primeras frases que sonaron algo huecas. A partir de entonces el tenor catapultó el sonido de su voz por encima del foso, campaneando sin dificultad y recordando a grandes antecesores como Richard Tucker o Jon Vickers. Para triunfar como Don Álvaro no basta con tener buena voz, hay que saber cantar. Brian Jadge sigue mejorando la colocación, el apoyo y el estilo con cada papel y creciendo como artista con paso firme.

El barítono ruso Igor Golovatenko fue un fantástico Don Carlo en la noche del estreno de «La Forza del Destino». Su papel sale muy mal parado en la producción de Treliński, poco más que un desquiciado sediento de venganza. Pese a ello, Golovatenko se sobrepone con un canto seguro y reposado, de gran belleza tímbrica y homogeneidad cromática. Su línea de canto, pegada a la orquesta y netamente verdiana le dio al joven reparto el carácter preciso. Sus escenas con Jadge los cuadros finales se contaron entre las mejores del estreno.

Entre los secundarios también encontramos ejemplos de buen canto. El bajo Soloman Howard dobló con éxito como Padre Guardiano y el propio Marqués de Calatrava, o general autoritario, en nuestro caso. El general Calatrava no deja de aparecer continuamente en escena pese a morir en el primer acto, caminando sin sentido entre el marasmo y la idiocia generales. Howard luce un instrumento en forma pero debe mejorar en la expresión.

Lise Davidsen en "La Forza del Destino." Foto: Karen Almond / Met Opera
Lise Davidsen y Brian Jadge en «La Forza del Destino.» Foto: Karen Almond / Met Opera

La mezzo rumana Judit Kutasi salió airosa por los pelos como Preciosilla. Kutasi cantó con gracia pero forzando el vibrato y apretando la emisión para hacerse oír. Por su parte, el bajo barítono Patrick Carfizzi, un regular en el Met, aportó interés vocal y dramático en cada una de sus intervenciones como Fra Melitone, demostrando que la compañía tiene razones de peso para apostar por su versatilidad como artista lírico.

Tras este estreno, andan algo desconcertados en las taquillas del Lincoln Center, pues por medio de tanta fealdad, Mariusz Treliński está consiguiendo que los mejores asientos sean los de visibilidad reducida. Quién nos iba a decir que algún día íbamos a echar en falta el sempiterno cartón-piedra del Met.

En la noche del estreno el teatro estaba lleno. Esperamos que el buen hacer de los músicos y los cantantes sea suficiente para mantener el éxito de «La Forza del Destino» en Nueva York, pese a todo.

OW


Metropolitan Opera de Nueva York, a 26 de febrero de 2024. La Forza del Destino, ópera en cuatro actos de Guiseppe Verdi con libreto de Francesco Maria Piave basado en Don Álvaro o La Fuerza del Sino de Ángel de Saavedra, el Duque de Rivas.

Dirección Musical: Yannick Nézet-Séguin. Orquesta y coro de la Metropolitan Opera (director del coro: Donald Palumbo). Producción: Mariusz Treliński, Diseño escénico: Boris Kudlička, Vestuario: Moritz Junge, Iluminación: Marc Heinz, Proyecciones: Bartek Macias, Coreografía: Maćko Prusak.

Reparto: Soloman Howard, Lise Davidsen, Stephanie Lauricella, Brian Jadge, Christopher Job, Igor Golovatenko, Carlo Bosi, Judit Kutasi, Patrick Carfizzi, Paul Corona.