Nabucco. Verdi. Miami

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El estreno de una nueva producción de Nabucco, de Verdi, por la Florida Grand Opera (FGO) en la noche del sábado 26 fue salpicado de los acostumbrados aplausos y bravos a las intervenciones de los cantantes y el coro, con particular atención a la orquesta bajo la magistral dirección de Ramón Tébar, para culminar con una larga ovación al final, con  énfasis en las dos estrellas de la noche: Maria Guleghina, como Abigaille y Darío Solari en el rol titular.

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Sin embargo, la función del domingo, con el segundo elenco, en el que los protagonistas fueron sustituidos por Susan Neves y Nelson Martínez, respectivamente, no fue menos exitosa. Incluso cabría decir que el público, más nutrido, se mostró más entusiasta y generoso en las muestras de satisfacción. Muestras que, por otra parte, echaron a perder el final de casi todos los actos y arias, porque los asistentes se lanzaban, antes de que cesara la música, con esa especie de «aplauso precoz» del que padece el público miamense. Lamentablemente, en esa función no pudo escucharse el apagarse del pianísimo final del famoso coro Va pensiero… La frustrada expresión de los integrantes del coro y, en especial, de Tébar pasó totalmente inadvertida, pues en el bis, para el que se pidió, a través de los supertítulos,  la participación del público, volvieron a hacer lo mismo. Esta costumbre de repetir con el público la bella página (aunque su legitimidad es discutible) puede tolerarse en Italia, pero en Miami, es imponer un suplicio al público con buen oído. Eso sin contar que tan intenso momento se diluye en una tontería que desentona en todos los sentidos.

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Pero prácticamente este bis es lo único verdaderamente reprochable de esta producción. En la noche del estreno. Guleghina brilló como nunca en su tan temido papel, demostrando que su voz conserva la poderosa proyección y la amplitud de registros que la caracteriza, por más que algunos agudos resultaron forzados. El público la aplaudió con ganas, a pesar de que su dicción italiana resultó muy defectuosa, por momentos parecía como si solo pautara la música con las vocales y dejara las consonantes a la imaginación del oyente. Truco muy popular con ciertas divas de los 50.

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Como si alguien la hubiera advertido de este problema de su colega, El domingo Neves se mostró muy pulcra y articulada en su italiano, aunque igualmente tuvo problemas en los agudos. Lo que no le restó la merecidísima ovación al cierre, y el especial aplauso por su exquisita aria final: «Su me… morente… esanime».

En cuanto al rol titular, se hace difícil establecer diferencias, pues tanto Solari con su hermosa voz, como Martínez con su poderosa proyección estuvieron brillantes musical y dramáticamente, a pesar de que el libreto exige bruscos cambios en el personaje que van de la arrogancia a la sumisión, y del salvajismo a la devoción religiosa. Ovación aparte, en ambas funciones, mereció Kevin Short que se paseó con seguridad las dificultades y sutilezas de su rol de Zaccaria.

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Igualmente, Mabel Ledo como Fenena, le dio a los miamenses, que ya la han aplaudido en recitales, el placer de apreciar sus sólidas dotes musicales e histriónicas en un marco teatral. Muy bien Martin Nausspaumer y Adam Lau en sus papeles menores de Ismaele y el Sacerdote de Baal, al igual que Jouvanca Jean-Baptiste y Betsy Díaz que alternaron en el partiquino de Anna.

Aunque las luces de Mark McCullough hicieron muy buen papel, la dirección escénica de Leigh Holman resultó demasiado estática, especialmente en los momentos de lucha. Los decorados de Thaddeus Strassberger, que pretenden evocar los de la época del estreno de esta ópera, eran un poco confusos, ya que usaban como telones de intermedio un cuadro neoclásico con un Apolo eunucado en su carro celeste y luego un foso de los leones, como el del profeta Daniel, que nada tienen que ver con la historia. Extemporáneos los ágaves y las palmeras americanas en los jardines colgantes.  Tampoco los trajes de los soldados babilónicos (diseño de Mattie Ulrich) quedan muy claros con penachos, capas y espadas romanas. Aunque no se puede exigir demasiado rigor cuando la trama misma tiene la incongruencia de una inscripción de nacimiento en papel en una civilización que no conocía lo uno ni lo otro.

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Pero esos son detalles de los que la mayoría ni se percata, esta producción es magnífica y ya solo por el famoso coro, vale la pena ir a verla. Kudos para el maestro coral Michael Sakir, que no sólo en Va pensiero…  los hace brillar.

A pesar de que Nabucco no es de lo mejor de Verdi, y de que el argumento resulta abigarrado y absurdo, esta puesta de la FGO (en cooperación con la Washington National Opera, la Minnesota Opera y Opera Philadelphia) la rescata dignamente para el público miamense que hacía casi 40 años que no la veía. Su doble elenco invita a verla más de una vez.

Nabucco’, de Giuseppe Verdi, por la Florida Grand Opera, en cartelera hasta el 8 de febrero. Información y entradas: 800 741 1010 y www.fgo.org