Crítica: Concierto de Rolando Villazón en Oviedo

Por Pablo Álvarez Siana Crítica: Concierto Rolando Villazón Oviedo

Quiero y no puedo…

En el ciclo ‘Los Conciertos del Auditorio’ que cumple sus bodas de plata, no suele faltar el guiño a la afición y tradición lírica asturiana, y por él han pasado muchos cantantes de renombre internacional junto a óperas en concierto, casi complemento de las óperas y zarzuelas en el Teatro Campoamor, por lo que son recitales muy esperados y atraen a amantes de la lírica de todas partes de Asturias y España.

Un momento del concierto de Rolando Villazón / Foto: P. Álvarez

El tenor mexicano Rolando Villazón (1972) regresaba a la capital ovetense, donde debutó hace 22 años con el Romeo y Julieta de Gounod junto a Ainhoa Arteta (y no precisamente con buen recuerdo), esta vez con un repertorio un tanto ‘extraño’, además de breve, anunciado junto a su compatriota la sobrevalorada y controvertida directora Alondra de la Parra, que venía a nuestra Vetusta para este “pseudorecital” más el doblete de zarzuela «La Rosa del Azafrán» para estrenarse en el foso, todo con la Orquesta Filarmonia, que prosigue su andadura “todoterreno”. Pero una baja por motivos de salud obligó a encontrar sustitutos desde hace solo tres días, contactando con el maestro bilbaíno Diego Martín Etxebarría para las dos funciones de la próxima semana dentro del Festival de Teatro Lírico, que también contaré desde aquí, y el director venezolano Christian Vásquez para esta esperada y apurada cita del auditorio, resultando más concierto que velada lírica, pues tres obras cantadas para la primera parte, más la propina de zarzuela, no se pueden calificar de recital. Crítica: Concierto Rolando Villazón Oviedo

Con más cambios en el orden del programa, que dejo al final, arrancaba directamente Villazón con un aria de concierto del Mozart niño, «Va, dal furor portata», KV 21 (19c), escrita en Londres con solo nueve años y donde se nota aún cierta bisoñez aunque ya tiene detalles propios del genio de Salzburgo. Casi prolongación del barroco, el tenor tuvo problemas con unas agilidades bruscas y poco limpias, unos graves que han ganado cuerpo pero sin apenas matizar, siendo su gama dinámica del mezzoforte al fortísimo, lo que desluce una vocalidad ya de por sí algo limitada.

Tras una presentación al publico de su Mozart y “papá Haydn” en el Londres donde coincidieron los dos genios, así como el recuerdo de 2002, llegaría el recitativo con aria «Dov’ e quell’alma audace… In un mar” de L’anima del filosofo, ossia, Orfeo ed Euridice, compuesta en 1791, el año de la muerte de Mozart. Es importante ir sacando la producción operística del austriaco aunque sea con cuentagotas, y Villazón es uno de los adalides de estas recuperaciones. El rol de Orfeo le va al mexicano como anillo al dedo, pero volvió a decantar la balanza por una matización algo destemplada, sólo salvable en el largo recitativo inicial que da título a este número, donde poder cargar la parte dramática que los años ayudan, pero sus conocidos problemas (el quiste congénito del que le operaron en 2018, la ansiedad escénica y la acidez severa) no hacen más que corroborar que hemos perdido a este tenor, con el aria “In un mar” más representada que cantada. Se le agradece el empeño por seguir siendo un artista, pero ya no tiene el tirón de antaño y se notó hasta en el aforo del auditorio, que no se completó. La urgencia en encontrar director también se apreció en esta primera parte, pues el maestro Vásquez no estuvo cómodo con unas obras que probablemente eran nuevas, como para la mayoría del público. Al menos la OFIL sigue siendo la orquesta heterodoxa y dúctil que responde al podio siempre, por lo que Haydn sonó clásico y el venezolano hizo lo que pudo.

No entendí colocar la popular obertura de «Las bodas de Fígaro», KV 492 tras Haydn, tal vez para comprobar el nivel de madurez que Mozart ya tenía en 1786 y emparejándolo con el aria anterior. Pese a ser una partitura que OFIL habrá tocado infinidad de veces en otros recitales al uso, la versión del director venezolano fue de brochazos más que de pincel, y los músicos se plegaron a las órdenes de un Vásquez que optó por marcar en vez de interpretar. Crítica: Concierto Rolando Villazón Oviedo

La última “escena” más que aria, canción o romanza, elegida por Villazón, sería L’esule (El exilio) de Verdi, en un interesante arreglo del original para tenor y piano realizado por Luciano Berio que dota a esta partitura de los aires ya conocidos del genio de Le Roncole un par de años antes de su «Nabucco». Rolando Villazón se entregó de principio a fin de nuevo con un dramatismo convincente y la escena que le conocemos, pero quedaría tapado en momentos puntuales por una orquesta poderosa que Vásquez no aplacó en sus dinámicas. El timbre del mexicano ha engordado y los agudos parecen más colocados, pero echamos de menos la “messa di voce” de sus inicios así como unos fraseos más acordes con esta partitura de salón, aunque el arreglo orquestal la eleve a aria operística. Curiosamente la propina resultaría lo más aprovechable de esta primera parte, el homenaje a su admirado Plácido Domingo y a nuestra zarzuela Maravilla (de Moreno Torroba) con esa maravillosa romanza “Amor, vida de mi vida”, paralelismos vocales mexicanos y españoles para esta página llena de pasión que nunca le ha faltado a Rolando Villazón, despidiéndonos para una segunda parte sinfónica donde disfrutar tanto de la OFIL como de Christian Vásquez, dominador de Dvořák y Márquez que los dirigiría de memoria.

La octava sinfonía del checo sonó madura, llena de luz y color en sus cuatro movimientos con lucimiento de todas las secciones, destacando un Adagio impecable por sonoridad, dinámicas, fraseos y planos sonoros bien marcados por Vásquez con la respuesta exacta de la filarmónica ovetense. El Allegro ma non troppo final dejaría en alto una interpretación soberbia que estaba previsto fuese el cierre de este concierto con Villazón de invitado, pero el homenaje mexicano para él y la Alondra que voló enferma, se dejó para despedir este penúltimo concierto del ciclo (el 6 de junio lo clausurará la Gustav Mahler Jugendorchester con Kirill Petrenko), y el segundo danzón de Márquez con una orquesta reforzada incluso con alumnos del CONSMUPA, fue la explosión y colorido lleno de intervenciones solistas dignas de destacar, desde el piano del virtuoso Sergei Bezrodni al clarinete de Inés Allué, unos metales compactos y una sección de percusión impecable, todo llevado por un Vásquez que apostó por los contrastes para dejarnos un buen sabor de boca. Concierto Rolando Villazón Oviedo


Oviedo (Auditorio Príncipe Felipa), jueves 9 de mayo de 2024, 20:00 horas. Conciertos del Auditorio. Rolando Villazón, tenor – Oviedo Filarmonia (OFIL) – Christian Vásquez, director. Obras de Márquez, Mozart, Haydn y Dvořák. OW