Crítica de Los cuentos de Hoffmann de Offenbach. Barcelona

Gran Teatre del Liceu de Barcelona. 17 Febrero 2013.

 

Es bien sabido que esta obra de Jacques Offenbach se estrenó tras su  muerte, viéndose acompañada de un gran éxito. Ambas circunstancias han hecho que a lo largo de los años los cambios y añadidos en esta ópera han sido numerosos, lo que ha hecho que nos encontremos con distintas versiones y varias ediciones distintas, de modo que es difícil encontrar dos versiones idénticas de la ópera. El Liceu ha ofrecido la edición integral que de esta ópera hicieron Michael Kaye y Jean Chistopher Keck en los años 90, cuyas novedades más importantes aparecen, como siempre, en el acto de Venecia, desapareciendo el septeto, aparte de algunos cambios musicales y de texto. Me temo que seguirán apareciendo nuevas ediciones, ya que al interés musicológico se une el económico, en forma de derechos de autor.

 

La valoración global de esta representación, que ofrece el primer reparto de los reunidos por el Liceu, ha sido en gran parte decepcionante, especialmente en lo que se refiere a los apartados vocal y escénico.

 

El Liceu ha ofrecido una nueva producción del francés Laurent Pelly, en coproducción con San Francisco y Lyon. Pelly es un director de escena que ha cosechado importantes éxitos en sus producciones de La Fille du Regiment y de Manon y siempre se tienen grandes expectativas ante sus trabajos. En esta ocasión las expectativas han venido seguidas de decepción, como tantas veces ocurre. Narra la historia en un ambiente oscuro y gris, privando a la escena de todo colorido, lo que se puede entender en el acto de Antonia, pero no en los demás y, particularmente,  en el de Giulietta.  La escenografía de Chantal Thomas ofrece una serie de paneles reversibles, cuya facilidad de movimientos consigue que los cambios de escena tengan una gran rapidez, pero no mucho más interés ofrece. De hecho, lo que ocurre es que la facilidad de movimientos de los decorados hace que los cambios de escena sean casi continuos, llegando a cansar tanto movimiento. En general, son escenas de interior, con paredes cerradas. El vestuario se debe al propio Laurent Pelly y responde a la época del estreno de la ópera (1881) y resulta poco atractivo. Lo más conseguido de la producción consiste en los movimientos de la muñeca Olympia, tanto en su arranque en una cesta de una gran grúa (tipo la Fura dels Baus en la tetralogía de Valencia) como en sus evoluciones posteriores,  patinando en su dueto con Hoffmann. A esto habría que añadir el notable juego que saca Pelly a las apariciones sorpresivas del doctor Miracle en el acto de Antonia.  Por el contrario, el Prólogo, Epílogo y, sobre todo, el acto de Giulietta, resultan muy poco interesantes. Finalmente, la iluminación de Joël Adam funciona bien, aprovechando el ambiente oscuro de toda la producción. No deja de ser una originalidad gratuita hacer que Hoffmann mate a Giulietta al final del acto de Venecia.

 

La dirección musical estuvo encomendada al francés Stéphane Denève, cuya lectura me resultó adecuada y hasta buena, salvo algún exceso de volumen. A sus órdenes tuvo una buena actuación de la Orquesta del Liceu, que parece estar mejorando respecto de pasadas temporadas. Supongo que se empieza a notar la mano de su titular, Josep Pons. Musical  y escénicamente, intachable el Coro del Liceu, uno de los grandes pilares de este teatro.

 

Inicialmente, el rol protagonista del poeta Hoffmann estuvo encomendado al italiano Vittorio Grigolo, pero, por razones desconocidas para mí, canceló hace ya algún tiempo y el sustituto ha sido el americano Michael Spyres, que ha resultado un insuficiente intérprete del personaje. Hace algo más de 3 años Michael Spyres cantaba en Bilbao el personaje del Aprendiz en Billy Budd, dejando una positiva impresión, aunque se trataba de un papel muy secundario. A partir de ese momento, el americano ha seguido una carrera ascendente, habiendo afrontado personajes de gran complejidad vocal, como Raoul en Hugonotes o el mismo Baldasarre en Ciro en Babilonia el pasado verano en Pésaro. Su paso por Hoffmann es un error. Spyres es un tenor lírico-ligero y Hoffmann necesita una voz de mayor peso. Bastará con recordar que los últimos  Hoffmann en el Liceu  han sido Alfredo Kraus y Neil Shicoff. Michael Spyres ofrece una voz atractiva y de tamaño un tanto reducido, que va teniendo más y mas problemas en la parte superior de la tesitura conforme avanza la representación. Los problemas comenzaron en el acto de Antonia y nos hicieron temer lo peor en el de Giulietta. Puede funcionar en otro repertorio, pero no en Hoffmann.

 

La mezzo soprano canadiense Michèle Losier ofreció una voz atractiva en los  personajes de Nicklausse y la Musa, manejando bien su instrumento. El mayor problema en su caso es que la voz es muy pequeña para un teatro grande como el Liceu. En la Barcarola casi no se le escuchaba.

 

Natalie Dessay estuvo anunciada como la única intérprete de las 4 Heroinas de la ópera, pero hace ya algún tiempo que lo pensó mejor y decidió afrontar únicamente la parte de Antonia. La soprano francesa sigue siendo una excelente cantante, pero no pasa de ser una soprano ligera – para algunos, una lírico-ligera – que incluso resulta escasa para el personaje de Antonia.  Fue una notabilísima actriz en el escenario, como lo ha sido siempre.

 

La americana Kathleen Kim fue la intérprete de la muñeca Olympia y tuvo una destacada actuación. Perfectamente a punto en términos vocales y muy desenvuelta en escena. Una excelente elección.

 

La soprano rusa Tatiana Pavlovskaya ofreció una voz oscura y atractiva en el personaje de Giulietta, pero pasó desapercibida en su interpretación. Es de esas voces de las que uno se olvida pronto.

 

Laurent Naouri ha interpretado muchas veces a los 4 Diablos (Lindorf, Coppelius, Doctor Miracle y Dapertutto) y mostró una gran desenvoltura escénica. Vocalmente, cumplió bien, con su conocido problema de tener las notas altas demasiado blanquecinas.

 

En los papeles secundarios hay que destacar la aportación de Carlos Chausson en un excelente Crespel. Muy bien, como siempre, Francisco Vas en los cuatro cameos (Andrés, Cochenille, Frantz y Pitichinaccio), particularmente divertido en la interpretación de los cuplés de Frantz. Buena la actuación de Manel Esteve Madrid como Spalanzani. Susana Cordón fue una Stella no particularmente brillante. Adecuada, Salomé Haller como Madre de Antonia. Isaac Galán estuvo bien como Schlémil (muy recortado en esta versión) y Hermann. Correctos tanto Alex Sanmartí (Luther) como Airam Hernández (Nathanael).

 

El Liceu ofrecía un buen aspecto, con una entrada quizá superior al 95 % del aforo.  Apenas hubo aplausos a escena abierta, excepto para Olympia y los cuplés de Frantz. En la recepción final hubo bravos para Kathleen Kim, Natalie Dessay y Laurent Naouri.

 

La representación comenzó puntualmente y tuvo una duración total de 3 horas y 45 minutos, incluyendo dos intermedios de 53 minutos en total, además de unas brevísimas paradas para cambios de escena. La duración puramente musical fue de 2 horas y 50 minutos. Los aplausos finales se prolongaron durante casi 6 minutos.

 

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José María Irurun

Fotografías: Cortesía del Liceu de Barcelona

 

Copyright: A. Bofill

 

 

 

José M. Irurzun