En este año 2016, una de las ilustres efemérides musicales que estamos celebrando es el centenario del nacimiento de Yehudi Menuhin. Este violinista y director de orquesta, comprometido con los valores del respeto, la tolerancia, la humanidad, que dejó una huella importante en la historia de la música del pasado siglo, es homenajeado en este C.D. publicado por Deutsche Grammophon por el también violinista y director Daniel Hope, quien conoció al maestro desde su infancia.
La selección de piezas que nos presenta Hope en esta celebración es ciertamente heterogénea, con piezas y compositores de lo más diverso que, por una u otra razón, fueron especialmente importantes para el músico homenajeado. Este ecléptico tributo comienza con el Concierto en Re menor de Mendelssohn, una obra de juventud del músico alemán, de fuertes influencias clásicas, no tan famoso como su célebre concierto en mi menor op.64, pero de gran belleza en cuya ejecución los intérpretes demuestran su buena técnica. La siguiente obra, Unfinished Journey, compuesta por El-Khoury, es la única escrita tras la muerte de Menuhin como tributo al mismo; se trata de una pieza de aire oriental, con una estética propia del lenguaje contemporáneo en la que la dinámica juega un papel destacado, en la que hay momentos de tensión, tempo pausado y en la que la orquesta de cuerda se ocupa de crear una atmósfera sobre la que el violín solista se mueve eficazmente.
La siguiente obra en este tributo es el Duet para violines y cuerdas de Steve Reich, pieza algo minimalista en la que el efecto de eco de los dos violines, respaldados por la orquesta de cuerda, da como reulstado una música vital y optimista muy agradable. Un salto estético y cronológico es lo que tenemos en la siguiente pieza en este tributo por el centenario de Menuhin, pues pasamos al Barroco con el Concierto para dos violines y cuerdas en La menor de Antonio Vivaldi, pudiendo disfrutar de los contrastes de este estilo y el virtuosismo y musicalidad que aúna este compositor en una buena interpretación de los músicos. Un nuevo salto nos devuelve a la música más reciente con Song of the Angel de J. Taverner, una pieza en la que la soprano Chen Reiss comparte protagonismo con el violín solista en una lírica melodía respaldada por las cuerdas, creciendo poco a poco la intensidad de la misma. Werner Henze firma la pieza Adagio adagio, serenade for violin, cello and piano la cual supone una interesante mezcla de lirismo con tensión dentro de un lenguaje actual.
Un nuevo cambio estético en este homenaje por el centenario de Menuhin nos lleva a la hermosa y lírica melodía de Edward Elgar en su bella obra Salut d´amoour, arreglada para violín, piano y cuerdas por Ch. Badzura, que constituye una de las piezas más agradables del C.D. Las influencias étnnicas de Europa del este son perceptibles en la siguiente pieza, 44 Duos for Violins de Béla Bartók, obra breve en tres movimientos en los que el músico húngaro utiliza dos violines para evocar ese aire étnico tan propio de su estilo. El C.D. continúa con una pieza también de aire popular como es Hora Unirii de G. Enescu en la que el violín y el piano protagonizan esta agradable música con influencias del vals. El homenaje continúa con la línea de influencias étnico-populares con la obra Rumänisch de Jo Knüman en arreglo de Ch. Badzura donde la huella de las danzas folklóricas es evidente. Y el C.D. se cierra también con música de influencias étnicas como es la primera de las dos melodías hebraicas de Kaddisch, una hermosa obra que Maurice Ravel compuso para violín y piano, muy cantabile, lírica y llena de belleza.
Debemos señalar que este C.D., constituye un trabajo muy serio en el que Daniel Hope, junto con un grupo de músicos de muy buen nivel, ofrece un repertorio muy variado obteniendo un gran resultado en todas las piezas. Consigue un sonido limpio con su violín, sacando matices diversos, desde el lirismo más cantabile a la aspereza en función del carácter de la obra; demuestra también Hope un nivel técnico elevado al igual que sus colaboradores y saca también buen partido a las obras desde el podio. Buena manera, sin duda, de rendir homenaje a una de sus grandes referencias musicales como fue Menuhin, en un ecléptico C.D. que reúne piezas muy diversas que fueron especiales para el maestro.
Emilio Lacárcel Vílchez