Eurydice de Matthew Aucoin Por Carlos Javier López Sánchez
La Metropolitan Opera de Nueva York, en colaboración con la Ópera de Los Ángeles, ha comisionado la ópera Eurydice, la adaptación lírica de la obra de teatro homónima de Sarah Ruhl. Fue la propia dramaturga de Brooklyn la encargada de condensar su obra en el libreto al que pone música el compositor y director de orquesta americano Matthew Aucoin.
El mito de los Orfeo y Eurídice es una fuente inacabable de inspiración artística que tiene un simbolismo especial en el mundo de la ópera, cuyos orígenes se escribieron con las letras doradas de los nombres de los desdichados amantes. Siempre es una buena idea atreverse a adaptar el mito fundacional del género con nuevas versiones que hablen a los espectadores de hoy.
Tras su estreno mundial en Los Ángeles en 2020, con un elenco encabezado por Danielle De Niese y Joshua Hopkins bajo la batuta del compositor, Eurydice se ve por vez primera en el Lincoln Center de Nueva York. La soprano encargada de encarnar a Eurídice en este estreno en el MET es Erin Moley, una de las sopranos jóvenes más apreciadas en Manhattan. La acompañan como Orfeo el contratenor polaco Jakub Józef Orlinski y el barítomo canadiense Joshua Hopkins, que repite tras su aparición en Los Ángeles en un papel desdoblado para dos voces masculinas. Yannick Nézet-Séguin dirige la orquesta titular.
El libreto de Sarah Ruhl propone una versión distinta de la historia. La acción es contada desde el punto de vista de Eurídice, no de Orfeo, lo que ilumina el mito con una luz novedosa y actual. Ruhl huye del arquetipo al proponer una Eurídice individual y personal, con identidad propia más allá del rol establecido en la mitología. La ninfa no es sujeto pasivo del drama, ni objeto simbólico de lo femenino. Eurídice se muestra como el femenino absoluto, pero a la vez despliega una humanidad desbordante contada de manera directa y efectiva.
Otra novedad es la aparición de un personaje nuevo, el padre de Eurídice, trasunto de Apolo, que sirve como eje dramático sobre el que explorar la estancia de Eurídice en el averno. Es el padre quien guía a Eurídice en su camino por el más allá, y permite que la ópera explore ideas como la pérdida, el encuentro y la memoria, más allá del amor marital entre los protagonistas.
Otra innovación es la identificación alegórica de Orfeo con la música, y de Eurídice con la literatura. Esta audaz dicotomía, si bien aparece forzada de tan novedosa al comienzo de la ópera, pronto se convierte en una puerta hacia un mundo simbólico que refuerza el sentido artístico de las interacciones entre los enamorados. Un mundo basado en fuerzas irresistibles de atracción y conflicto que aparecen como una elocuente metáfora de la ópera como género artístico, con su milagrosa y a la vez complicada relación entre música y texto.
Con todo ello, el importante papel de la música como la fuerza artística y sobrenatural que le permite a Orfeo obrar lo imposible aparece solo de manera velada. No obstante, podemos decir con seguridad que el libreto es lo mejor de esta ópera que se ve por primera vez en Nueva York. La poesía de Ruhl, tan simple, fresca y efectiva, transita con gracia lo cómico y lo dramático, con una profundidad psicológica y descriptiva que ensombrece la endeble partitura de Aucoin.
La música de Matthew Aucoin renuncia a desarrollar por completo el potencial del libreto de Ruhl. Pese a contar con el ritmo apropiado y a facilitar el flujo de la acción teatral, la música es autorreferencial, repetitiva y hueca de semántica. Las tonalidades se suceden unas a otras de manera vertiginosa como un vórtice en el que se distinguen referencias variadas que van de Verdi a Berg, de Duke Ellington a Radiohead.
La línea de canto de los personajes es, en general, poco imaginativa, salvo por algunas páginas de Eurídice y de Hades. El personaje del soberano del reino de los muertos está encomendado a la tesitura de tenor, con la línea vocal más acertada e interesante de la ópera.
Por otra parte, la inspirada idea de desdoblar el papel de Orfeo en dos, con un barítono y un contratenor, no encuentra desarrollo, y lo que podría haber alumbrado al menos un buen dúo se diluyó en destellos aislados de poco interés vocal.
Otro de los puntos fuertes de la ópera es la sesuda puesta en escena de Mary Zimmerman y su equipo creativo. El vistoso y expresivo vestuario de Ana Kuzmanic resalta bajo la iluminación de T.J. Gerkens. El libreto, proyectado en su totalidad por Katy Tucker sobre los sencillos y elegantes fondos escénicos de Daniel Ostling, viste la escena con la poesía humana y trascendente de Ruhl. Todo funciona y nada sobra en la propuesta escénica de Zimmerman, que hace de esta Eurydice una obra más interesante de ver que de escuchar.
Tanto el director canadiense Yannick Nézet-Séguin como los solistas y el coro del MET estuvieron a la altura de sus cometidos, demostrando una capacidad musical muy superior a la exigida por Aucoin en el pentagrama. Erin Morley fue una Eurídice interesante y poliédrica, mientras que el Orfeo fue presentado con simplicidad cartesiana por Joshua Hopkins al alimón con Jakub Józef Orlinski. Nathan Berg fue un adusto y hierático padre de Eurídice. El tenor inglés Barry Banks fue un espléndido Hades y dio vida también al hombre interesante del primer acto – ¿Aristeo? Las ocurrentes tres piedras del mundo de los muertos fueron interpretadas por Stacey Tappan, Ronnita Miller y Chad Shelton, que cantaron bien y regalaron momentos de hilarante comicidad.
Tras este estreno de la Eurydice de Aucoin y Ruhl en Nueva York, parece inevitable pensar que su falta de ambición musical lastrará el recorrido de la obra en el futuro; si bien la audacia y los aciertos del libreto y la puesta en escena bien merecen el aplauso y el interés del público.
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Metropolitan Opera de Nueva York, a 23 de noviembre de 2021. Eurydice, ópera en tres actos de Matthew Aucoin (2020) con libreto de Sarah Ruhl a partir de su obra de teatro homónima. Dirección Musical Yannick Nézet-Séguin. Orquesta y coro titulares del MET (Donald Palumbo, director). Producción: Mary Zimmerman. Escenografía: Daniel Ostling, Vestuario: Ana Kuzmanic, Iluminación: T.J. Gerckens. Reparto: Eurydice (Erin Morley), Orpheus (Joshua Hopkins), el doble de Orpheus (Jakub Józef Orlinski, el padre de Eurydice (Nathan Berg), Hades (Barry Banks), Little Stone (Stacey Tappan), Big Stone (Ronnita Miller), Loud Stone (Chad Shelton). Opera World