El pasado 23 de enero, en el Templo de El Salvador de Madrid, Aeterna Musica ofreció un concierto a cargo de Marta Infante (mezzosoprano) y Jorge Robaina (piano). «Fragancias», como así se denominó, fue el resultado del trabajo que vienen haciendo estos dos intérpretes en su trabajo de repertorio de canción de los siglos xix y xx. Un equipo de artistas que dejó a todo el público con el corazón en un puño…
Marta Infante y Jorge Robaina son dos intérpretes versátiles, estudiosos, con interés investigador en repertorios poco usuales y que profundizan con sabiduría en los distintos géneros musicales de todos los estilos.
A partir de su extenso currículo y experiencias exitosas en distintos países, no dudábamos que el concierto que iban a ofrecer el sábado 23 de enero en el Templo de El Salvador de la calle Noviciado de Madrid, organizado por Aeterna Música, era una de las mejores ofertas musicales de la capital para ese día.
El repertorio elegido por Marta y Jorge se ordenó en círculo de fechas. Comenzó el concierto con Franz Schubert y terminó con Gioachino Rossini, dos maneras bellamente opuestas de tratar el canto. Y entre medias Gustav Mahler y Enrique Granados, contraste singular de la vida y obra de dos contemporáneos.
Desde el comienzo, la voz de Marta Infante parecía deslizarse entre las cuerdas del piano en manos de Jorge Robaina hasta formar un solo instrumento. Así fundidos, recitaron poemas, contaron historias de amores imposibles, de violetas rotas, de heroínas… O nos hicieron mirar bellos paisajes, ríos, lunas y soles.
Su interpretación de los cinco Lieder de Schubert nos transmitió la imagen anímica del compositor en todo momento pues, como decía su amigo von Spaun, “Schubert emplea la armonía como reflejo exacto del texto”. Im Frühling (texto de Schulze) (‘En primavera’); Die Forelle (Schubart) (‘La trucha’); Viola (Schober) (‘La pequeña violeta’); Fischerweise (Schlechta) (‘El pescador’) y Der Zwerg (Collin) (‘El enano’): cinco historias románticas contadas en música.
El acierto de proyectar la traducción de los textos en una pantalla lateral facilitó la comprensión del relato, pero son los intérpretes los que con la música nos dan la imagen exacta del suceso.
Jorge Robaina y Marta Infante abordaron a continuación otros cinco Lieder compuestos por Gustav Mahler sobre los poemas de Friedrich Rückert: Los Rückertlieder. «Liebst du um Schönheit» (‘Si amas por belleza’); «Blicke mir nicht in die Lieder!» (‘¡No mires mis canciones!’); «Ich atmet’ einen linden Duft» (‘Respiré una gentil fragancia’); «Ich bin der Welt abhanden gekommen» (‘Me he retirado del mundo’) y «Um Mitternacht» (‘A medianoche’).
El cuaderno que el poeta y catedrático de orientalística Rücker escribió en 1833 tras la muerte de algunos de sus hijos, ya inspiró a Mahler también sus Kindertotenlieder. En estas cinco canciones se expresan sentimientos íntimos en los que se siente la presencia de Alma Mahler. La delicada belleza de texto y música alcanzó su momento culminante en «Ich bin der Welt abhanden gekommen». Los intérpretes nos llevaron a ese rincón de extrema soledad y quietud de donde no se quiere salir. La única manera de sacarnos de allí, tras un breve silencio, fue recurrir a la canción ligera, las Tonadillas al estilo antiguo de Granados: «El majo tímido»; «La maja de Goya»; «El tralalá y el punteado» y «El majo discreto».
Jorge Robaina transformó su piano en guitarra para acompañar a Marta Infante que sonrió como una tirana… ¡Caramba!, y nos dijo de asuntos amorosos y costumbres madrileñas de evocación goyesca.
Y tras estas tonadillas en miniatura que Granados escribió sobre textos de Fernando Periquet, el epílogo del recital resultó sorprendente, esta vez de la mano de Rossini:
Juana de arco en la hoguera: recitativo «È note»; aria «O mia madre»; recitativo «Eppur piange» y aria: «Ah, la fiamma». Cantata original para mezzosoprano y piano compuesta en 1832, aquí el piano deviene orquesta: cuerda, viento y madera para una hoguera donde arderá la heroína clamando su victoria.
Marta Infante nos incendió y Jorge Robaina atizó el fuego; el público se levantó en llamas de aplausos interminables.
Para calmarnos un poco nos ofrecieron unas propinas tranquilizadoras: una de las Canciones gitanas de Antonín Dvorak y una de las Canciones populares de Leós Janácek, ambas en checo, otra de las lenguas que Marta Infante habla y canta.
Jorge Robaina y Marta Infante, que con maestría técnica y profundo conocimiento de la música pusieron en escena un rico y variado repertorio de emociones intensas y contrastes (la belleza).
Sol Bordas
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