Un memorable homenaje se ofreció en el Palacio de Bellas Artes de México D.F. para conmemorar el 150 aniversario del nacimiento del compositor finlandés Jean Sibelius, quien nació en Hämeenlinna Finlandia el 8 de diciembre de 1865, donde se le considera el compositor más importante y a la vez un inspirador de la identidad nacional finlandesa en su lucha independentista de Rusia. Para este evento, se invitó a la Helsinki Philarmonic Orchestra que viajó expresamente a México para interpretar, en tres conciertos, las Siete sinfonías de Sibelius, además de su Concierto para violín y orquesta, el poema sinfónico Finlandia op 26 y su corta obra orquestal Vals Triste op.44 núm. 1. La presencia de la agrupación musical más antigua fundada en los países nórdicos, con 132 años de existencia, no fue una casualidad sino algo significativo, ya que la Orquesta Filarmónica de Helsinki estrenó entre 1892 y 1923 casi todas las obras sinfónicas de Sibelius, bajo la conducción del propio compositor. El primer programa, al que asistió quien este texto escribe, comenzó con una sentida ejecución de la Sinfonía núm. 1 en mi menor op. 39 en la que la orquesta ofreció claridad y nitidez en su sonido pleno de coloridos timbres, así como uniformidad en cada una de sus secciones.
Prueba de ello fue el segundo movimiento, el más representativo de la pieza, que tuvo un intenso y excitante diálogo entre las cuerdas y los metales. A continuación, se escuchó el Concierto para violín y orquesta en re menor. Op 47 que tuvo como solista a la violinista letona Baiba Skride, de buen desempeño, ofreciendo acierto y pureza en el tono de su instrumento que estuvo cargado de melancolía y delicadeza, como de animación y espontaneidad en los pasajes en los que desplegó su destreza, dentro del adecuado marco de acompañamiento que le brindaron las cuerdas. La velada concluyó con la Sinfonía núm. 5 en mi bemol mayor Op. 82, el punto más alto del concierto, donde se apreció la notable afinidad y el dominio que estos músicos tienen por estas páginas musicales, que fueron interpretadas con precisión, naturalidad y libertad para delinear imágenes con entusiastas y conmovedoras melodías, como la suavidad y sutileza con la que fueron acariciadas las cuerdas y la manera como sellaron la obra con su exuberante final. Al frente de la orquesta estuvo su director titular, John Storgårds, quien dirigió con simplicidad y dinamismo, mostrando control y esmero en cada detalle. Tanta expectativa generó el evento, que una vez que se agotaron todas las localidades de la sala, se optó por transmitir en directo los conciertos en una pantalla situada en la plaza aledaña al teatro donde una gran afluencia de público pudo atestiguar un homenaje musical, que como algo único, será muy recordado.
Ramón Jacques