I PURITANI de La Bastille, UN BAILE DE VOLÚMENES

I PURITANI de La Bastille

La Opéra National de Paris reprograma para este inicio de temporada 2019-2020, en La Bastille, «Les Puritains» (I Puritani) de Vincenso Bellini, en la versión escénica de Laurent Pelly,  que ya fue programada en 2013 en este mismo teatro.

Esta versión de la última ópera belliniana, basa su escenografía en un conjunto de ligeros volúmenes metálicos que reproducen espacios como el palacio, la habitación de Elvira, el salón, una torre,… y que giran lentamente, transformando por completo el espacio, gracias a su arquitectura y al magistral uso de las luces de Joël Adam.

Así pues, es un gran placer ver aparecer la enorme y sorprendente estructura metálica girando lentamente, cual bailarina ligera, coreografiando con gracia de luces la música de la obertura. Esta, interpretada con maestría por una muy consolidada y experta Orchestre de l’Opéra National de Paris, bajo la batuta de Riccardo Frizza, consiguiendo unos matices y un dinamismo fresco, meritores del reconocimiento por parte del público de la sala, y así fue.

Pero estos no fueron los únicos volúmenes (los escenográficos), los que sorprendieron en esta velada. En la versión de «I Puritani» que La Bastille ofreció este martes, 10 de septiembre, bajo el reparto de: Elsa Dreisig (Elvira), Luc Bertin-Hugault (Lord Valton), Nicolas Testé (Sir Giorgio), Francesco Demuro (Arturo), Igor Golovatenko (Riccardo), Jean-François Marras (Bruno) y Gemma Ní Bhriain (Enrichetta di Francia), los volúmenes sonoros nos hicieron bailar también la cabeza. Según: el cantante, su posición sobre la escena, el registro, la dinámica o la orquestación, el público movía su cabeza para intentar, con fracaso en la mayoría de los casos, conseguir oír las líneas melódicas que dicha partitura nos propone.

El hecho de dejar el techo del escenario abierto hacia arriba (supongo que por criterios escenogràficos), hizo que todo cantante que estuviera a más de dos metros del borde de la escena se arriesgaba a no ser escuchado. Incluso el coro. Ya en el inicio de la ópera, con la aparición del coro masculino (¡con treinta y tres cantantes profesionales!) nos sorprendimos que en varios pasajes la flamante orquesta cubría casi por completo el coro. Y este hecho se reprodujo durante toda la ópera: en arias, duos, tríos, quintetos… sin distinción alguna.

Dos son los cantantes que se escaparon de esta problemática: Elsa Dreisig y Nicolas Testé. Gracias a su técnica de proyección y a su grande voz (sobretodo la de Nicolas Testé), estos dos cantantes dominaron de manera clara en el lado vocal, y con diferencia, a sus colegas de reparto.

I PURITANI de La Bastille
I PURITANI de La Bastille

Ella, Elsa Dreisig, con una voz joven, con cuerpo y sincera, consigue un dramatismo bastante realista que cautiva al público. Su actuación teatral da vida y respiro a un puesta en escena que, en esta versión, es generalmente, por todos los demás personajes, muy rígida y poco expresiva.

Nicolas Testé juega un papel mucho más sereno y serio, su interpretación teatral no va mucho más allá de simples gestos… pero su voz traspasa como ninguna haciendo de sus graves una delicia para el alma del espectador. Raro es que en una ópera belcantista, con unas dificultades técnicas para los cantantes agudos como ésta (tiene la nota más aguda jamás escrita para un tenor), sea el bajo profundo uno de los que más, si no el que más, haga aguantar al público la respiración.

En los otros personajes sólo destacaría al tenor Francesco Demuro quién, teniendo la dificultad de rivalizar en el reparto de Arturo (pues La Bastille propone dos cantantes para representar este papel, según el día) contra el famosísimo Javier Camarena, empezó con no muy buen pie. Pero poco a poco se fue soltando y al final dejó al público, que le había negado varios aplausos al principio, boquiabierto con su «contra Fa agudo», su perfecta preparación, ejecución y resolución.

En general pues, fue una noche llena de sorpresas. No todas tan agradables como los volúmenes escenográficos y sus luces, o los momentos musicales que algunos de los cantantes consiguieron crear dejando al público sin respiro… pero todas dieron un color especial a esta segunda versión de Laurent Pelly.

Como nota final, acerca de los problemas de volúmenes del sonido, creo que el responsable final es el director, pues es él el que dirige a todos los músicos y el responsable final de su sonido y, por consiguiente, del sonido que llega al público. Él es el director musical, … y créanme, sé muy bien de lo que hablo.

David Farrés Fernández