La Cenerentola en el Teatro Real Por Majo Pérez
Asistir a la última función de un montaje siempre tiene un aliciente añadido: los artistas suelen estar más relajados y se permiten alguna que otra broma que no estaba escrita. Algo así sucedió en la del pasado 9 de octubre, donde encontramos un segundo reparto jovial y bien avenido disfrutando como chiquillos de la frenética puesta en escena de Stefan Herheim y de la no menos trepidante música de Gioachino Rossini.
No quiero redundar en lo que ya expresaron Carlos J. López y María Pardo respecto a la propuesta escénica en esta revista. Simplemente me gustaría incidir en un detalle: la dimensión mágica que el director de Oslo, bebiendo de la tradición de países más fríos que el nuestro, confiere a la chimenea en la escenografía. Es el lugar por el que aparecen personajes sobrenaturales y en el que suceden hechos extraordinarios, y en este caso, el portal por el que Angelina accede al mundo de la fantasía. Por otro lado, es de subrayar el acierto de Herheim de identificar la magia con el arte, convirtiendo la pluma de ave con la que se escribía antiguamente (quizá ya no tanto en 1817, año de estreno de La Cenerentola) en varita mágica, y de paso a Rossini, en el hada madrina de la historia. Lo único que no entendí es que se hiciera coincidir al compositor y al padrastro (Don Magnifico) en el mismo actor, pues a simple vista, estas dos figuras son antagónicas.
Para acompañar esta puesta en escena tan dinámica en la que la acción no para ni un instante, Riccardo Frizza demostró precisión, buen gusto y flexibilidad. De la partitura extrajo toda su gracia al tiempo que participaba de todo cuanto sucedía en el escenario, hasta el punto que se permitió protagonizar un simpático cameo a la vuelta del receso. La Orquesta Titular del Teatro Real respondió a sus órdenes con eficiencia, y el Coro masculino, cuyos miembros replicaban la figura del compositor-hada madrina, tuvo también una muy buena aportación al resultado final, por lo que hay que reconocer la impecable labor de su director Andrés Máspero.
En cuanto a los solistas, las tres mujeres fueron quienes merecen mayores elogios tanto en lo vocal como en lo interpretativo, empezando por la protagonista de la obra, Aigul Akhmetshina. La joven soprano rusa nos ofreció una Angelina de primer nivel. Posee una voz sedosa, con cuerpo y brillo, la cual maneja con inteligencia, abordando los adornos rossinianos con seguridad y limpieza. Histriónicas y divertidas, Rocío Pérez (como Clorinda) y Carol Pérez (como Tisbe) no le fueron muy a la zaga a su hermanastra. Ambas nos deleitaron con voces bien proyectadas y precisas.
El tenor Michele Angelini (Don Ramiro) no fue sobrado de volumen ni se mostró cómodo en el registro agudo, si bien no le falta experiencia: se entregó a la escena y cuidó su línea de canto, de modo que el resultado final se puede calificar de satisfactorio. El barítono Borja Quiza (Dandini) también tuvo que suplir sus carencias vocales, especialmente ostensibles en las agilidades, echando mano de su gracia y expresividad: fue el que arrancó más carcajadas al público. Nicola Alaimo (Don Magnifico) es un buen cómico rossiniano. Cantó en estilo, destacando en los recitativos. Por último, el Alidoro de Riccardo Fassi cumplió su cometido con discreción tanto en lo vocal como en lo actoral.
Con el teatro lleno en la que hacía la función número 15 y el público con una sonrisa de oreja a oreja aplaudiendo a raudales, el Real puede sentirse satisfecho de este arranque de temporada. Sin duda nos ha venido muy bien un poco de magia e ilusión después de tantos meses viviendo en una pesadilla. Y aunque, al caer el telón, la Angelina de Herheim se despierte de su sueño y tenga que retomar la escoba (sucedía algo similar en La Cenerentola de Joan Font), dejamos nuestros asientos con el ánimo reconfortado: las hadas no existen; pero tenemos el arte. O como decían los antiguos: vivir no es necesario; navegar, sí.
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Teatro Real de Madrid, 9 de octubre de 2021. La Cenerentola de Gioachino Rossini. Aigul Akhmetshina (Angelina), Michele Angelini (Ramiro), Nicola Alaimo (Don Magnifico), Borja Quiza (Dandini), Rocío Pérez (Clorinda), Carol García (Tisbe), Riccardo Fassi (Alidoro). Coro y Orquesta del Teatro Real. Director musical: Riccardo Frizza. Director de escena: Stefan Herheim.