La Filarmónica de Nueva York estrena nuevo auditorio

 Filarmónica de Nueva York nuevo David Geffen Hall  Por Carlos Javier López 

Las obras de reconstrucción y reforma del David Geffen Hall, como así se llama el auditorio de la Filarmónica de Nueva York, han concluido a tiempo para inaugurar la temporada de música sinfónica con un edificio totalmente actualizado en el Lincoln Center. Para celebrarlo, el Lincoln Center ha programado dos galas de apertura el día 26 (The Journey) y el 28 de octubre (The Joy) de la que ofrecemos aquí la crónica en detalle.

Nuevo David Geffen Hall. Filarmónica de Nueva York.
Nuevo David Geffen Hall. Filarmónica de Nueva York.

La maldición de la acústica Filarmónica de Nueva York nuevo David Geffen Hall

El Philharmonic Hall, diseñado por el arquitecto Max Abramovitz, fue el primer edificio del Lincoln Center que vio la luz al ser terminado en la década de los 1960s, tras la traumática demolición del vibrante barrio de San Juan Hill, que fue echado abajo para dejar sitio al enorme complejo cultural. Antes del Philharmonic Hall, la Filarmónica de Nueva York tocaba en el mítico Carnegie Hall, donde alcanzó sus mayores glorias bajo la batuta del inolvidable Leonard Bernstein, que vivió la mudanza de la orquesta al nuevo auditorio.

El edificio de Abramovitz contaba con la grandiosidad exterior que se había anunciado, pero escondía una desagradable sorpresa en su interior. Desde su inauguración, los profesores de la Filarmónica y los espectadores notaron deficiencias en la acústica del auditorio, que pese a los múltiples intentos de reforma nunca encontraron una solución definitiva. Las dificultades acústicas, que con el tiempo se fueron mitigando, terminaron atribuyéndose de manera vaga a las grandes dimensiones de la sala, y coartaron las posibilidades de crecimiento de la Filarmónica, que tuvo que ver como otras grandes orquestas americanas le arrebataban el cetro de mejor conjunto sinfónico, sin que los sucesivos Boulez, Mehta, Masur, Maazel o Gilbert pudieran hacer demasiado al respecto.

La mayor renovación trajo consigo un cambio de nombre. El Philharmonic Hall pasó a llamarse Avery Fisher Hall, en honor al industrial que sufragó las obras. La acústica mejoró, pero hasta el punto de desbancar a las salas vecinas de la Metropolitan Opera o el Carnegie Hall. Ya en la década de los 1990s, sin un plan para llevar la acústica a la perfección deseada, y con un edificio que cumplía las tres décadas de vida, la frustración llevó a los responsables del Lincoln Center a plantearse demoler el auditorio y reconstruirlo desde cero. Filarmónica de Nueva York nuevo David Geffen Hall

El Lincoln Center, propietario del edificio, consultó a un selecto grupo de arquitectos-estrella, de entre los que seleccionó a Norman Foster, Rafael Moneo y el tándem formado por el estadounidense Richard Meier y el japonés Arata Isozaki. Finalmente, en 2003 las propuestas de Foster convencieron a Lincoln Center, pero jamás se materializarían ante la negativa de la Filarmónica de operar durante más de tres temporadas sin una sala estable.

David Geffen Hall, Auditorio Wu-Tsai Foto: Michael Moran
David Geffen Hall, Auditorio Wu-Tsai Foto: Michael Moran

Un largo camino de renovación, acelerado por la pandemia

A finales de la década de los 2000s el resto del campus del Lincoln Center ya se había renovado por completo con la exitosa intervención de Diller Scofidio + Renfro. La crisis de 2008 no ayudó a la perspectiva una reforma inminente, pero la generosa donación de David Geffen en 2015 habría de cambiarlo todo.

Los 100 millones de dólares de Geffen sirvieron para poner el nombre del billonario empresario en la fachada del edificio, desplazando a Avery Fisher. La lluvia de millones no se tradujo en cambios inmediatos, pero fueron la base para el éxito de la última reforma. Superada la crisis, el David Geffen era el mismo edificio con un nuevo nombre. Ya en 2017, su falta de actualidad era manifiesta. Solo cruzando la calle West 65 se erguía exultante el nuevo edificio del Alice Tully Hall y la Julliard School of Music. Su irreverente modernidad dejaba al descubierto los defectos del David Geffen, y fue uno de los muchos detonantes que precipitaron la reforma.

En 2018 la idea de la reforma estaba clara. El escenario se movería hacia el centro de la sala, con butacas rodeando a la orquesta, siguiendo el modelo de éxito de auditorios como el Walt Disney Concert Hall de Los Angeles o el auditorio de la Filarmónica de Berlín. El Lincoln Center eligió a Tod Williams y Willie Tsien (TWBTA), conocidos por ganar el concurso para el edificio que albergará la sede de la Obama Foundation en Chicago.

El plan de construcción original se vio mejorado con la llegada de la pandemia, y la generosa donación de 50 millones de dólares de Clara Wu Tsai y Joe Tsai que permitieron acelerar las obras de renovación integral del edificio y concluirlas en solo dos años. Sin duda todo un honor para los donantes, que pusieron su nombre a la sala de conciertos, un logro para el contratista Turner Construction, un éxito para el Lincoln Center, y una inmejorable noticia no sólo para la Filarmónica de Nueva York, sino para los amantes de la ópera dentro y fuera de la ciudad de los rascacielos.

Una gala para el recuerdo, un concierto para el olvido

La segunda gala de reapertura, celebrada el pasado viernes 28 contó la dirección del maestro titular de la Filarmónica Jaap Van Zweden, con un programa que tuvo como plato fuerte la Novena sinfonía de Beethoven, e incluyó también los estrenos en Nueva York del compositor barroco Giovanni Gabrieli y la joven compositora puertorriqueña Angélica Negrón. Filarmónica de Nueva York nuevo David Geffen Hall

Jaap Van Zweden y Angélica Negrón. Foto: New York Philharmonic
Jaap Van Zweden y Angélica Negrón. Foto: New York Philharmonic

La Canzon in Echo duodecimi toni, CH 180 del compositor veneciano Giovanni Gabrieli, resonó en las voces de las trompas, trompetas y trombones de la Filarmónica con tanta fiereza que los espectadores se vieron sepultados por un sonido claro aunque agresivo al oído. La pieza orquestal con coro You are the People, de la compositora Angélica Negrón, no tuvo el desarraigo postmoderno de algunas de sus obras, y se ciñó de manera conservadora a un formato más clásico, del que aun se aprecia su fina intuición para inspirar en el público arrebatos emotivos con pequeños guiños a la cultura contemporánea. La obra no es bella ni elevada, pero conduce con humanidad y honestidad intelectual al público por un camino que necesitaba transitar, como si las comedidas frases orquestales de Negrón fueran el suspiro necesario antes del grito de felicidad y esperanza de la Novena de Beethoven.

El primer movimiento de la Sinfonía Número Nueve en re menor, Op. 125 de Beethoven es un Allegro ma non troppo, un poco maestoso. Jaap Van Zweden decidió desoír la indicación del maestro de Bonn e hizo a la Filarmónica tocar en un Allegro casi Vivace que sorprendió al público, e impidió el requerido contraste con el segundo movimiento. Pese algún desbarajuste aislado, la Filarmónica le siguió el pulso, tratando de ser delicada pese a todo.

El adagio molto del tercer movimiento no fue tal, y la audacia de Van Zweden ya no le pasaba desapercibida a nadie. Dando casi por perdida la sinfonía en esa maraña de frases apelotonadas y apenas enunciadas, muchos tratamos de analizar la acústica de la nueva sala.

El sonido llega al espectador de manera más directa, sin impurezas ni ecos, muy homogéneo. No fuimos capaces de intuir el pellizco mágico de otros grandes auditorios, en parte por los incómodos tempi de Van Zweden y en parte por la saturación de novedades del auditorio. Era muy difícil centrarse en lo sonoro con una sala pensada para potenciar, junto al oído, el resto de los sentidos. Antes de comenzar el concierto, unas lámparas flotantes como esferas luminosas floraron como en una danza mágica sin música. Durante el concierto, las luces del auditorio variaban de intensidad sin atender a una razón clara. Pareciera que el Lincoln Center estuviera tratando de mostrar durante el concierto, y sin venir a cuento, todas las capacidades técnicas de la sala. Ese lujo innecesario y fuera de lugar no aportó más que distracción a la experiencia de los asistentes.

En el Presto pudimos disfrutar de la calidad de chelos y contrabajos, que sirvieron con exquisitez las célebres páginas de la partitura, el himno a la alegría, que sonaron con la necesaria prosodia y un lucido cromatismo. Aquí el auditorio dejó ver la calidad de sus prestaciones acústicas, recogiendo suavemente los colores de los instrumentos, quizá más amable con los registros más bajos, y más receptiva a la madera que al metal.

El cuarteto de solistas tampoco brilló en demasía. La limitación en la emisión del barítono Davóne Tines, con una voz sobrevibrada y sin centro; la pequeñez del instrumento de la mezzo Kelley O´Connor, inaudible pese a la buena acústica y la cercanía física entre la cantante y el público; la especulación en los apoyos de la soprano Joélle Harvey, poco segura pese a la belleza de su timbre; y la falta de armónicos y calidez en la voz del tenor Issachah Savage. Nada jugaba a favor de los cuatro solistas, que vieron sus voces sepultadas de manera inmisericorde por el extraordinario coro de la Filarmónica, preparado por el director Malcolm Merriweather. Las voces del coro campanearon gloriosas, siguiendo sin problemas los apretados tempi de Van Zweden.

La ovación final, que respondía más a la alegría de la inauguración que a la calidad de lo escuchado, fue subrayada por el súbito disparo de una docena de cañones de confeti, que vertieron desde lo alto una lluvia de papel a modo de pétalos de rosa. Sin duda, la nueva sala del David Geffen Hall acerca el sonido al espectador, de manera que ya no hay escapatoria, y la Filarmónica está obligada a no fallar. Veremos si pasada la alegría de la inauguración llega la gloria de la temporada regular. La Filarmónica tiene mimbres para ello, y Nueva York lo merece.

OW


Gala Inaugural del David Geffen Hall, a 28 de octubre de 2022. Obras de Giovanni Gabrieli, Angélica Negrón y Ludwig van Beethoven.

Orquesta Filarmónica de Nueva York, dirigida por Jaap Van Zweden. Coro de la Filarmónica de Nueva York.

Solistas: Davóne Tines, Issachah Savage, Kelley O’Connor, Joélle Harvey.