Seduce a leoneses la ópera ‘Rigoletto’

La ópera ha vuelto a seducir el alma con la sexta producción del Teatro del Bicentenario.

Con las presentaciones de “El Elixir de Amor” y “La Bohemia”,  inició con éxito el proyecto de difundir y producir con calidad este arte, así como formar un público en León.

Esta ambiciosa iniciativa alcanzó a madurar el 7, 9 y 11 de este mes con la puesta en escena de “Rigoletto”, una de las obras más queridas y representadas del compositor italiano Giuseppe Verdi, a quien se celebra este año su bicentenario de nacimiento.
Varios elementos confluyeron para ofrecer un producto de primer nivel. Uno de ellos fue el elenco de nivel internacional.
Con una sólida técnica vocal y una actuación dramática, el barítono George Petean expresó  la miseria, el dolor y el deseo de venganza del bufón jorobado, personaje principal de la ópera, quien al final ve cumplida una maldición con la muerte de su hija.
En cada uno de los actos y sobre todo en el aria “Ah, ebben piango” del segundo acto, el rumano exhibió un perfecto control de la respiración, potencia y proyección homogénea de la voz.
Discípulo de Plácido Domingo y Ramón Vargas, el  tenor  Arturo Chacón Cruz demostró con su fresca interpretación del Duque de Mantua, por qué es considerado uno de los nuevos talentos mexicanos.
En los tres actos el cantante enamoró al auditorio con su juventud y elocuencia en el escenario, así como con su elegante fraseo y cálido timbre.
A pesar de mostrar un amplio registro de voz y agudos brillantes, como en la famosa aria “La donna e mobile” del acto final, optó por no arriesgarse con un re en la cabaletta “Possente amor mi chiama” del segundo acto.
La tercera protagonista de la ópera fue otra estrella mexicana, la soprano lírica María Alejandres.
En el papel de Gilda, la hija de Rigoletto que sacrifica su vida por amor, la huésped de la Scala de Milán hizo gala de su belleza vocal y dotes escénicos, que hicieron que los asistentes se pusieran de pie al final de la presentación.
Aunque expuso una radiante coloratura y alcanzó con naturalidad los pasajes más difíciles de la partitura, también cantó con excesiva fuerza las notas más altas en la bella aria “Carno nome”, del primer acto.
Además, el vibrato se escuchó irregular, pues en momentos la oscilación era más larga o corta. No obstante, en general su canto se destacó por su legato y control.
El resto de los cantantes de esta producción se mantuvo en un alto nivel, pero destacaría la participación de Oralia Castro como Magdalena y de Rosendo Flores en el personaje de Sparafucile.
Quizás, el cuarteto del tercer acto, “Bella fligia dell’amore”, fue el momento más sublime de toda ópera, en la que las voces mostraron toda su belleza y lirismo, en armonía con los sonidos de la orquesta.
Bajo la dirección de Marzio Conti, la Orquesta del Teatro del Bicentenario hizo una lectura correcta de la obra, aunque faltó claridad  en los tuttis o en las danzas del primer acto. Por su parte, el coro lució su poderío en todas sus intervenciones, como en el anuncio de la llegada del Conde de Monterone.
Dentro de una estética tradicional, la dirección escénica de Eric Singer otorgó un ambiente sombrío a la obra con el uso principalmente de claroscuros y efectos de iluminación, como en la escena del crimen, que resultó muy sorprendente.
Por esto y a pesar de no aún ser un producto altamente comercial, la ópera volvió a encantar al público de León y está más viva que nunca.