Un buen Werther en el Covent Garden, demasiado dramático y latino

Un buen Werther en el Covent Garden, demasiado dramático y latino. Foto: B. Cooper
Un buen Werther en el Covent Garden, demasiado dramático y latino. Foto: B. Cooper

Werther no es un título muy habitual en la programación del Covent Garden. De hecho, esta representación es la número 42 en la historia del teatro. El título contaba con el atractivo de la presencia del director titular del Covent Garden, Antonio Pappano, al frente de la dirección musical y dos protagonistas de los que pueden ser considerados estrellas, como es el caso de Vittorio Grigolo y Joyce DiDonato. El resultado ha sido bueno, aunque no excepcional en ninguno de lo apartados que conforman una representación de ópera.

Se ha repuesto la producción del director de escena francés Benoit Jacquot, que procede de la Bastilla de París, donde se estrenara en el año 2010 como vehículo para el debut en el personaje que da titulo a la ópera de Jonas Kaufmann. La producción es muy clásica y no ofrece mucho interés. La acción se desarrolla en la época en la que la sitúa Goethe y ofrece una escenografía adecuada, dentro de una línea muy tradicional. Con ligeros cambios es la que hemos visto en muchas ocasiones. La escenografía se debe a Charles Edwards, mientras que el vestuario lleva la firma de Christian Gasc. La iluminación, también de Charles Edwards, no ofrece particular interés. Tampoco la dirección de escena resulta muy interesante y tengo la impresión (bastante fundada) de que el protagonista ha hecho su propia versión, un tanto alejada de la que ofreciera Jonas Kaufmann en París. La dirección de esta reposición ha corrido a cargo de Andrew Sinclair.

Antonio Pappano es uno de los grandes directores de foso de la actualidad y sus actuaciones siempre llevan el marchamo de la excelencia, particularmente en las óperas de Giuseppe Verdi, en las que en mi opinión comparte la calificación de autentico referente en la actualidad junto con Riccardo Muti y Riccardo Chailly. A esto habría que añadir su admiración por esta partitura, que siempre la ha dirigido, cuando los teatros en lo que él ha sido director musical la han programado. Al frente de su Orquesta de la Royal Opera House pudimos disfrutar de un sonido verdaderamente brillante, como pocas veces. Cosa distinta es la lectura de Antonio Pappano, que a mí me ha resultado plenamente convincente en el primer acto, en el que la delicadeza ha estado siempre presente, mientras que en el resto de la ópera su lectura ha estado cargada de dramatismo. Lectura válida y brillante, aunque yo prefiero una versión más delicada y refinada. En ABAO no suele haber grandes directores en sus óperas y, sin embargo, prefiero la lectura que en Bilbao nos ofreció en Enero de 2015 Michel Plasson. Es una cuestión de gustos y esto son siempre muy personales.

Un buen Werther en el Covent Garden, demasiado dramático y latino. Foto: B. Cooper
Un buen Werther en el Covent Garden, demasiado dramático y latino. Foto: B. Cooper

Debutaba en el rol de Werther el italiano Vittorio Grigolo, muy apreciado siempre en el Covent Garden, donde sus actuaciones se vienen contando por triunfos. Vocalmente, se encuentra en un momento muy bueno, con un instrumento de gran belleza, muy homogéneo a lo largo de toda la tesitura, habiendo ganado algo en anchura respecto de la última vez que le vi en escena, a lo que hay que añadir una emisión de las mejores que hoy existen, corriendo su voz perfectamente por la sala. Hasta aquí, todo en orden e incluso más. Lo que no me ha resultado convincente es su interpretación de Werther. El personaje de Goethe está lejos de ser un héroe romántico latino, como muy bien lo entendieron en su día Alfredo Kraus o Alain Vanzo, y en tiempos más recientes Jonas Kaufmann o Piotr Beczala. El Werther de Grigolo resulta demasiado apasionado y visceral, abusando en muchas ocasiones además de excesivo amaneramiento en su canto. Eso no impidió que el público le dedicara un triunfo personal, ya que en Londres le adoran.

El canto más delicado y de mayor calidad de la noche corrió a cargo de Joyce DiDonato como Charlotte, aunque para mi gusto la voz de la americana queda un tanto corta de poderío. Hace falta una voz más importante que la suya, aunque su calidad de cantante e intérprete resultan siempre convincentes.

La soprano americana Heather Engebretson ha sido una agradable sorpresa en el personaje de Sophie. Esta joven cantante ha debutado en Londres este mismo año en el rol de Barbarina y es una auténtica promesa, que puede dar mucho juego. El centro es propio de una soprano muy ligera, pero toda la parte superior gana en cuerpo y volumen y resulta muy brillante, ofreciendo una gran musicalidad y buenas dotes de actriz. Para hacer carrera pude tener el inconveniente de su corta estatura.

David Bizic fue un más bien modesto Albert, que no pasó de cumplir con su cometido.

En los personajes secundarios el veterano Jonathan Summers mostró una voz todavía sonora en el Bailli. Johann y Schmidt fueron adecuadamente cubiertos por el joven tenor Yuriy Yurchuk, muy desenvuelto en el primero, y por el barítono François Piolino en el segundo.

El Covent Garden ofrecía una ocupación de alrededor del 95 % de su aforo. El público se mostró muy satisfecho en los saludos finales con muestras de entusiasmo para los dos protagonistas y Antonio Pappano.

La representación comenzó con 5 minutos de retraso y tuvo una duración total de 3 horas, incluyendo dos intermedios, lo que hoy en día resulta excesivo. Duración musical de 2 horas y 6 minutos, prácticamente igual que Michel Plasson en Bilbao. Cinco minutos de aplausos.

El precio de la localidad más cara era de 185 euros, habiendo butacas de platea desde 141 euros. La entrada más barata con visibilidad costaba 29 euros,

José M. Irurzun