Crítica: «La rondine» en La Scala de Milán

Por Bernardo Gaitán

La cuestión de clasificar a La rondine como ópera u opereta ha sido objeto de debate incluso desde antes de su creación. Para aclararlo, es necesario retroceder en el tiempo hasta octubre de 1913, cuando Giacomo Puccini rechazó una oferta de Siegmund Eibenschütz y Emil Berté, editores musicales y directores del Carltheater, el templo vienés de opereta. Estos dos empresarios ofrecieron una generosa suma (200 mil coronas austriacas) a cambio de una opereta al estilo de Lehár, caracterizada por la intercalación de números musicales con diálogos hablados. Crítica: «La rondine» Scala Milán

Una escena de «La rondine» con Matteo Lippi y Mariangela Sicilia / Foto: Brescia & Amisano – Teatro alla Scala

Puccini escribió el 8 de mayo de 1905 a su fiel colega Illica: “¿La opereta? Si al menos existiera eso podía hacerla en el camino. Una opereta consta de una veintena de piezas, y para el extranjero (Londres) sería una ganga”. Era evidente que a Puccini no le interesaba el género de la operetta, al punto que expresó claramente su opinión a su amigo Angelo Eisner el 14 de diciembre de 1913: “Nunca haré una opereta: una ópera cómica sí, como Rosenkavalier, pero más divertida y orgánica”.

Como señala en el programa de sala el musicólogo Michele Girardi; Puccini comenzó las negociaciones para La Rondine a principios de 1914. Para proteger su obra, hizo insertar en el contrato una cláusula que condicionaba su participación a la aprobación del texto. Y también está claro que desde el principio nunca tuvo la intención de probar suerte en la opereta. La siguiente carta a su gran amigo, director y dramaturgo, Otto Eisenshitz (quien murió en el campo de concentración de Terezín en 1942), da fe de las intenciones de Puccini sus cartas: “He creado (o casi) una ópera en 3 actos con libreto de Willner para el Carltheater -El título por ahora es La Rondine- El libreto es un cómico-sentimental parisino eminentemente mundano – No será una opereta sino una verdadera ‘opera comic’, es decir, de un nivel mucho mayor”.

Una escena del primer acto de «La rondine» / Foto: Brescia & Amisano – Teatro alla Scala

En el centenario de la muerte de Puccini, el Teatro alla Scala decidió proponer una nueva producción de La rondine, uno de los títulos (junto con Edgar) más inexplorados del ya de por si corto catálogo pucciniano. Para darnos una idea, en toda la historia de La Scala ha sido montada solamente tres veces; la primera en 1940, la segunda en 1994 y tres décadas después la producción que hoy nos ocupa.

Esta nueva producción, firmada por Irina Brook, presenta la nada novedosa técnica de ‘teatro dentro del teatro’. Desde el momento en que se alza el telón, se observa a los cantantes, bailarines y figurantes realizando el clásico ritual pre-función de estiramientos y vocalizaciones, con todos los elementos teatrales a la vista: técnicos, cables, luces, maquilladores, etc. Esta propuesta recuerda mucho a la empleada por Leo Muscato en el Barbiere di Siviglia en septiembre de 2023 (el vestuario de la Rosina de 2023 y la Magda de esta producción son idénticos). Sin embargo, la propuesta de la regista francobritánica resultó en el primer acto confusa, antiorgánica e incoherente. La representación del backstage del teatro resulta poco convincente, ya que una figura femenina (interpretada por la bailarina y coreógrafa Anna Olkhovaya) imita los movimientos de Magda, mientras que el personaje de Prunier es presentado extremamente amanerado, aunque este aspecto desaparece para el tercer acto. Además, se observa un exceso de desorden y distracciones, tanto en los coloridos vestuarios diseñados por Patrick Kinmonth, como en la escenografía inspirada en la estética de Hollywood de los años 40, también diseñada por Kinmonth. El tercer acto ofrece una experiencia completamente distinta, donde el equipo creativo presenta una idílica Riviera Francesa con el mar en movimiento y un muelle en perspectiva que impresiona especialmente en el desgarrador final. Aquí, Magda camina hasta el final del muelle para volar como una golondrina de regreso a París. Desde el segundo acto -la escena del famoso Bullier- la idea del teatro dentro del teatro se desvanece, transformándose en una puesta en escena tradicional, cuestión que puede resultar confusa.

Giovanni Sala y Rosalía Cid en «La rondine» / Foto: Brescia & Amisano – Teatro alla Scala

Es ampliamente reconocida la dedicación del director musical del Teatro alla Scala, Riccardo Chailly, hacia la obra de Puccini y su empeño en explorar los manuscritos originales para ofrecer al público la versión más auténtica y fiel posible. Chailly optó por la edición crítica de Ditlev Rindom de 2023, que revela ligeras diferencias con respecto a la primera edición de Montecarlo en 1917. Esta edición desvela algunas frases adicionales para ciertos personajes, unos pocos compases más en secciones orquestales y estrofas adicionales en algunas arias. Chailly hizo hincapié en los momentos más intensos de la partitura, al tiempo que cuidaba las secciones más delicadas, como los pianissimi en los finales y los remates de las cuerdas. Dirigió a la Orquesta del Teatro alla Scala con una meticulosa atención al detalle, creando una textura sonora fluida y cambiante que sustentaba el característico canto conversacional de la producción.

Mariangela Sicilia, con una presencia escénica convincente y un fraseo cuidado, destacó en su papel de Magda. Su interpretación cuenta con la potencia y sensualidad característica de las heroínas de Puccini, con una vocalidad ágil y controlada. La soprano italiana realizó una notable interpretación de la famosísima aria «Chi il bel sogno di Doretta», con una expresión poética y ternura. Una de los grandes dotes de la cantante son los cuidadísimos sobreagudos filados y pianissimi.

En papel de Ruggero, Matteo Lippi logró ser convincente gracias a su bello timbre y proyección vocal, así como a su habilidad para mantener una voz media consistente. El tenor genovés muestra una gama de matices en el personaje desde la frescura del primer acto, hasta el deprimente final al que lleva al personaje tras ser abandonado. Por su parte la soprano Rosalía Cid sobresale en el papel de Lisette gracias a su vivacidad interpretativa y su discreto peso vocal. La soprano española se muestra perfectamente cómoda en el papel, ofreciendo una Lisette vivaz, sensual y amigable. Su canto es potente, destaca especialmente al mostrar facilidad para alcanzar las notas altas.

A pesar de la incoherencia en la concepción del personaje por parte de Brooks, Giovanni Sala interpreta un Prunier histriónicamente complejo al ser evidentemente homosexual en el primer acto y un viril caballero ya para el tercero. A pesar de esto, vocalmente el tenor lombardo destaca por su vivacidad interpretativa y vocalmente correcto aunque con un discreto peso vocal en el registro grave. Mientras que Pietro Spagnoli ofrece un Rambaldo noble, elegante y aristocrático. Un cantante que evidencia una gran experiencia sobre los escenarios, esto se refleja tanto vocal como actoralmente. El barítono romano se caracteriza por una perfecta dicción, cuidados matices y bellísima linea vocal.

Mariangela Sicilia, Giovanni Sala, Marina Russomanno, Aleksandrina Mihaylova y Andrea Niño / Foto: Brescia & Amisano – Teatro alla Scala

El Coro del Teatro alla Scala bajo la dirección de Alberto Malazzi ofreció una vibrante interpretación, en particular el final del cuarteto «Bevo al tuo fresco sorriso» donde dan todo de sí. La buena interpretación de los coprimarios fue fundamental para la realización del espectáculo, en particular las amigas de Magda: Aleksandrina Mihaylova como Yvette, Martina Russomanno como Bianca y Andrea Niño como Suzy. Asi como William Allione quien hizo a Périchaud, Pierluigi D’Aloia a Gobin y Wonjun Jo a Crébillon. Las tres grisettes fueron Cristina Injeong Hwang (Georgette), Serena Pasquini (Gabriella) y Silvia Spruzzola (Lolette).

Cabe mencionar que a esta función asistieron numerosas políticos italianos e internacionales pertenecientes a la comitiva del G7 que se celebró en Milán. A pesar de los controles para poder acceder a los alrededores del teatro y el numeroso número de miembros de cuerpos armados en el interior del teatro, la función se desarrolló sin complicaciones. Tras la caída del telón, un mar de aplausos para todos los cantantes, especialmente para Sicilia y para el maestro Chailly.


Milán (T. alla Scala), 12 abril 2024.   La rondine   Ópera en tres actos de Giacomo Puccini

Orquesta y Coro del Teatro alla Scala                                                                            Director: Riccardo Chailly. Director de coro: Alberto Malazzi.                                           Dirección de escena: Irina Brook. Escenografía y vestuario: Patrock Kinmonth. Iluminación: Marco Filibeck. Coreografía: Paul Pui Wo Lee

Elenco: Mariangela Sicilia, Rosalía Cid, Matteo Lippi, Giovanni Sala, Pietro Spagnoli, William Allione, Pierluigi D’Aloia, Wonjun Jo, Aleksandrina Mihaylova, Martina Russomanno, Andrea Niño, Renis Hyka, Cristina Injeong Hwang, Serena Pasquini, Silvia Spruzzola.  OW