‘Ballet for Life’ de Béjart Por Cristina Marinero
Festival Castell de Peralada. 16 de julio. “Dedicado a todos los que murieron antes de tiempo”, Ballet for Life, con canciones de Queen y piezas de Mozart, ha traído la emoción al Festival de Peralada el día de su inauguración: se cumplen 25 años de esta creación que Maurice Béjart realizó en 1996 (se estrenó en diciembre de ese año en Lausanne; en enero de 1997, lo haría en el Teatro de Chaillot, de París) como homenaje a Freddie Mercury y a Jorge Donn, ambos fallecidos a los 45 años, a causa del Sida, el primero en 1991 y el bailarín, en 1992.
El festival gerundés lo programó por primera vez en 2010, ya dirigida la compañía por Gil Román, el sucesor designado por Béjart que continúa al frente casi tres lustros después. A día de hoy, tras casi año y medio de pandemia, este Ballet for Life toma nuevo sentido como canto a la vida, aunque con matices diferenciadores. Si, entonces, el Sida borró del mapa a una generación de jóvenes, sobre todo gays, con muchas víctimas del mundo de la cultura y las artes, hoy la covid-19 ha atacado sobre todo a los más mayores que, si lo pensamos, son la generación que tenía entre treinta y cincuenta años entonces, la de Mercury y Donn.
La singular creación del maestro fallecido en 2007 abría esta 35º edición ya con público en la platea -700 personas cuando su aforo normal es de 1.700-, reducido como medida de prevención contra la covid-19, siguiendo las indicaciones del Hospital Clínic. Tras la segunda función del Béjart Ballet del sábado 17, la danza volverá a ser protagonista el 22 y 23 de julio, con el Ballet de Barcelona y la Gala Ballet Under the Stars. El año pasado, el Festival realizó su 34º edición de forma online.
Todos conocen al líder de Queen, pero son menos los que saben hoy día quién fue Jorge Donn, el argentino que protagonizó la escena de la danza europea de los años sesenta a ochenta como primera figura de la compañía de Béjart. Piensen en el Bolero que el genio marsellés coreografió sobre la famosa partitura de Maurice Ravel y recuerden a su protagonista, con pantalón negro y torso desnudo, toda una fuerza de la naturaleza de melena aleonada.
Mercury cumpliría 75 años en septiembre y el 24 de noviembre se conmemorarán 30 años de su fallecimiento. Donn, que personificó con su poderío la frase de Béjart, “la danza es el hombre”, sería un año menor y el 30 de noviembre serán los veintinueve años de su muerte. Al final del ballet, le vemos en un emocionante montaje de vídeo con algunas de sus interpretaciones más notorias coreografiadas sobre la famosa canción de Queen I Want to Break Free.
También llamado Le Presbytère, n’a rien perdu de son charme, ni le jardin de son éclat, la magia de Ballet for Life está en su eclecticismo. Aquí Maurice Béjart depositó todo el amplio abanico de su estilo, desde su faceta más neoclásica o de ballet moderno, hasta su faz más teatral.
Así, vemos las grandes extensiones de piernas a la segunda y de frente o sus queridos attitudes. Hay momentos en los que las variaciones bien pudieran ser extractos de cualquier clásico de repertorio y, otros, en los que el movimiento no sigue a pies juntillas el melodía y ese contratiempo o atonalidad lo hace más poderoso todavía. Béjart ha jugado mucho con los personajes (hay una escena en la que un bailarín replica unos segundos de Bolero, como si fuera Donn), haciéndoles caminar o recreando la mímica del canto en el cuarteto de Cosí Fan Tutte, de Mozart, compositor también fallecido muy joven y que sirve de contrapunto a las composiciones de la banda británica líder de los ochenta.
El ballet está diseñado como una resurrección momentánea, los 105 minutos que dura. Se inicia con los bailarines tumbados tapados con sábanas blancas, elemento que aparecerá en diferentes momentos de la obra. Con las notas de It’s a Beautiful Day/Time/Let Me Live van incorporándose, vestidos por Gianni Versace, autor de los diseños de todo el ballet, donde predomina el blanco y negro en maillots de diferentes hechuras, de cuerpo entero, de corto, con tirantes o solo pantalón, con trajes coloridos según avanza la pieza. Versace murió apenas ocho meses después de estrenado este montaje en Lausanne, asesinado, como saben, en Miami. Tenía solo 50 años, por lo que la dedicatoria de Béjart también se amplía a él.
Fue una gran alegría ver bailar a Elisabet Ros, la española que ya es de las consagradas veteranas de la compañía, junto al director y a Julien Fabreau, quien interpretó el papel principal de Freddie con su encanto “canalla” y ese arrojo de bailarín con solera que tanto necesitan siempre los escenarios de la danza. Ros interpreta el rol protagonista (¿la muerte, de negro, con velo de novia?) de I Was Born To Love You con su personal movimiento que tanto cautivó a Béjart. Destacaron también los exquisitos Mattia Galiotto y Vito Pansini.
Además de ese final estremecedor, con Show Must Go On como emblema, la carne también se nos puso de gallina cuando se bailó la bella Love of my Life, escrita en 1975 por Freddie Mercury para Mary Austin, su gran amor y a quien siempre llamó “esposa”, heredera de gran parte de su fortuna y derechos.