Don Quijote en la casa de la Duquesa de Boismortier en el Palacio de Bellas Artes de México

Don Quijote en la casa de la Duquesa de Boismortier en el Palacio de Bellas Artes de México. Foto: FIC
Don Quijote en la casa de la Duquesa de Boismortier en el Palacio de Bellas Artes de México. Foto: FIC

Desde un punto de vista subjetivo, pero ciertamente comprobable, la mejor función operística de este año en el Teatro del Palacio de Bellas Artes se llevó a cabo, cuando la orquesta francesa Le Concert Spirituel, en el marco de las actividades del Festival Internacional Cervantino en la Ciudad de México, y en su primera visita a este país, ofreció la obra Don Quijote en casa de la Duquesa (Don Quichotte chez la Duchesse)  (1743) del compositor Joseph Bodin de Boismortier, con libreto de Carles-Simón Favart. El nivel técnico y estilístico que mostró la agrupación, de la mano de su director Hervé Niquet, quien no sólo concertó, sino que interactuó, bailó chuscamente y cantó con comicidad en japonés, sin por ello restar precisión y seriedad a su labor principal, fue apabullante e irrebatible. Consiguió no sólo la diversión y embeleso del público —poco, quizás, en comparación con el que asiste a los títulos más conocidos del repertorio operístico—, sino que desarmó desde un inicio cualquier posible dardo de la crítica especializada, simplemente abandonada a disfrutar de un espectáculo de altísimo nivel de ejecución, musical y canoro. 

Don Quijote en la casa de la Duquesa de Boismortier en el Palacio de Bellas Artes de México. Foto: FIC
Don Quijote en la casa de la Duquesa de Boismortier en el Palacio de Bellas Artes de México. Foto: FIC

En Don Quijote en casa de la Duquesa participaron, en el rol protagónico: actuado y cantado, con una interpretación llena de gracia y complicidad con el público, el tenor chileno-suizo Emiliano González Toro, quien de cierta forma puso a bailar con su ingenio a  Marc Labonette (Sancho Panza), Chantal Santon Jeffery (Altisidora, Hechicera, Reina del Japón), Virgile Ancely(Montesinos, Merlín, El traductor), Marie-Pierre Wattiez (Un campesino), Agathe Boudet (Una sirvienta, Una amante), y Charles Barbier (Un amante). Esta presentación, si bien no utilizó escenografía, sí fue una auténtica puesta en escena que aprovechó los recursos expresivos de los artistas, e incluso en los pasajes de ballet, y el baile llegó con coreografías modernas más que barrocas, dando por resultado un espectáculo escénico y musical completo, atractivo y de excelente fusión entre lo planeado y lo ejecutado. 

José Noé Mercado