Cuando ya cumple once años al frente de la compañía alemana, el creador Premio Nacional de Danza 2011, hijo de bailarines –su padre era Goyo Montero, también reputado coreógrafo, y su madre es Rosa Morell, hasta hace poco maestra de clásico del Real Conservatorio Mariemma- presenta su última coreografía en la eminente ciudad de Baviera.
Cristina Marinero
“Mi primer encuentro con este ballet sucedió cuando todavía era bailarín, en la versión de Heinz Spoerli, próxima a la de Frederick Ashton, que me impactó y en la que interpreté a Puck, en Wiesbaden y después en la Deutsche Oper Berlin. En aquel momento, 1995, se trataba de un acercamiento a la obra de Shakespeare con la danza muy moderno, combinando música de Mendelssohn con la minimalista de Steve Reich y Philip Glass. Desde entonces, siempre he estado pensando en El sueño de una noche de verano, pero no ha sido hasta que nació mi hijo, hace cinco años, cuando empecé a pensar en Puck cuando lo miraba”.
Así nos introduce Goyo Montero (Madrid, 1975), de forma resumida, el origen de este ballet que estrena este 15 de diciembre con la compañía que dirige desde 2008, otorgándole en esta década su personalidad coreográfica y para la que ha renovado ya hasta 2023.
El Ballet de la Ópera de Núremberg, galardonado este año con el German Dance Award, sube el telón del teatro estatal para ofrecer El sueño de una noche de verano, título que parte de la comedia de William Shakespeare, si bien desde un punto de vista diferente y con diseño de producción minimalista, protagonizado por varios cientos de cuerdas.
Esta nueva producción que firma Montero, con música original de Owen Belton, y las composiciones de Felix Mendelssohn-Bartholdy, Franz Schubert, Robert Schumann y Johannes Brahms, cuenta con la dirección musical de Lutz de Veer, al frente de la Filarmónica de Núremberg, la dramaturgia que ha realizado el coreógrafo con Eva Adler, y su diseño de iluminación, en colaboración con Karl Wiedemann. La protagonizan los bailarines Alexsandro Akapohi, en el papel de Puck, los españoles Oscar Alonso, Nuria Fau y Esther Pérez, como Vater/Bottom, Hermia y Helena, respectivamente, además de Dayne Florence, encarnando a Lisandro, y Joel Distefano, como Demetrio.
Montero, que, entre otras compañías y premios, fue figura de la Deutsche Oper Berlin y ganador del Grand Prix de Lausanne, en 1994, parte de una pregunta que surge de sus desvelos tras ser padre. “¿Qué pasaría si pierdo a mi hijo, el ser humano más importante en mi vida? Esta pérdida sería el fin del mundo para mí. Ahí surge mi conexión personal con El sueño de una noche de verano, ¿qué pasaría si un hombre pierde a su hijo en el bosque? ¿Y si Puck fuese este hijo perdido, quién sería su padre? En mi imaginación puedo ver a Bottom como ese padre que una vez perdió a su hijo en el bosque, buscándole sin descanso para siempre, permaneciendo durante años y años, hasta que finalmente se pierde en ese bosque y, también, pierde la cabeza, volviéndose loco y sin recuperar nunca a su hijo”.
El mundo que habitan Titania, Hermia, Lisandro, Puck y todos los personajes de El sueño de una noche de verano “me pedía un movimiento diferente”, explica, “que parte de las emociones, con un lenguaje que cambia con respecto a anteriores coreografías mías. Siempre tendré una identidad, pero en cada nueva creación hay un cambio, por mí, por mis bailarines y por el público, pero también porque lo pide cada historia”, asegura Montero.
El coreógrafo madrileño, que también bailó con el Real Ballet de Flandes, en la Ópera de Leipzig y en Wiesbaden, tras estudiar con la célebre maestra Carmen Roche y perfeccionarse en el Ballet de Cuba, afirma que “a Shakespeare hay que cogerlo con mucho respeto”, señalando que le son más fáciles las tragedias, como Romeo y Julieta o Desde Otello, sus anteriores acercamientos al teatro del Bardo, que las comedias o tragicomedias.
El sueño de una noche de verano es una de las cinco producciones que presentan cada temporada en el Teatro Estatal de Núremberg y con su orquesta, en la sala grande, para 1200 espectadores. También bailan en la más íntima, con aforo de 500 personas, donde realizan los trabajos más experimentales y da la oportunidad a jóvenes coreógrafos.
Goyo Montero está “contento por el trabajo de esta década y por poder seguir trabajando en lo que nos gusta”. En los últimos años, está recibiendo cada vez más ofertas para coreografiar en otras compañías y con otros grandes artistas. “Ahora voy a montar un paso a dos en el Royal Ballet para Marianela Núñez y Thiago Soares, al igual que el año pasado creé una coreografía para Diana Vishneva. También he colaborado con los Ballets de Montecarlo, en un programa que me une con su director, Jean-Christophe Maillot, y para el Ballet de Uruguay cuando todavía estaba Julio Bocca de director”.