Lisette Oropesa Teatro Real Por María Pardo
El pasado miércoles 30 de marzo tuvo lugar el tan esperado recital de Lisette Oropesa en el Teatro Real. Esta artista ya tiene tras de sí numerosos seguidores a nivel internacional que no han parado de aumentar desde que hiciera su aparición en el Metropolitan Opera de Nueva York en 2007 con tan solo 24 años en el rol de Susanna (Le nozze di Figaro). Entre los teatros que han acogido su voz y su simpatía, se encuentran algunos españoles, entre ellos el Real en el que hemos podido verla como Gilda (Rigoletto, 2015), Lucia (Lucia de Lammermoor, 2018) y Violetta (La traviata, 2020) y en el Teatro de la Zarzuela, en el que hace tan solo tres meses, nos ofrecía un recital de zarzuela y canción española y en el que pudimos verla con una actitud distendida y divertida.
En la soirée que nos ocupa, se mostró más comedida, aunque no por ello con menos encanto. Seductora siempre en su aproximación a un público que la ovaciona y que contagia a aquellos más escépticos, se entregó a un exigente programa belcantista compuesto originalmente en francés (salvo en el caso Lucia de Lammermoor) de los autores Gioachino Rossini y Gaetano Donizetti. Podría decirse que la pronunciación de algunos fonemas del francés no terminó de ser correcta y, en ocasiones, resultaba difícil entender la letra de las arias. Además, necesitó tener las partituras del programa a la vista, aunque esto no mermó su calidad artística ni el triunfo de la noche, pues quedó diluido entre su elegante presencia a lo Cenicienta en la fiesta del príncipe, con zapatos de brillo incluidos, y su espectacular pirotecnia vocal.
La Orquesta titular del Teatro Real estuvo dirigida por el director de orquesta italiano Corrado Rovaris. Su participación fue correcta, aunque a veces la orquesta iba algo por delante de su propuesta musical con pequeños descuadres al comienzo, pero pendientes de Oropesa para ir montados en el tren de su aventura musical. Situada tras el atril, que sostenía tantos pentagramas llenos de agilidades imposibles, fraseos de fiato quasi infinito y palabras galas que esperaban ansiosas su momento de ser reveladas, esta soprano lírico-ligera administró con cuidado su energía vocal para darles a todas y a cada una de las notas de tan difícil repertorio su debida atención y proyección.
Comenzó la primera parte, asignada a Rossini, con “Ils s’éloignent enfin… Sombre forêt”, de Guillaume Tell. De líneas más líricas para ir calentando motores, destacó por los hermosos y largos fraseos que su fiato permitía. Tampoco estuvo falta de exquisitas dinámicas que le permitían ir del piano a un forte sin grandes alardes para ofrecer su faceta más expresiva. Tras la Obertura de Le Siège de Corinthe para su descanso, interpretó de esta misma partitura “L’heure fatale approche…Juste ciel!”. El Coro Titular del Teatro Real, sin partituras, estuvo a la altura de la exigencia expresiva de la ocasión. Todavía cantando con mascarilla y aun siendo cuidadosos en los pianos bien empastados, hubo algún momento que, en el conjunto con la orquesta, sobrepasó la emisión vocal de Oropesa. La cantante cerró esta primera parte con “En proie à la tristesse… Céleste providence”, de Le Comte Ory. Siendo esta un aria más alegre, en contrate con los tempi calmos de las dos anteriores, ya pudimos verla divertirse un poco más. En la entrada de la orquesta, ella estaba en el personaje. Su voz dúctil y flexible se movió sin complejos por todas las agilidades, aunque casi imperceptiblemente acusó algo de cansancio acumulado durante esta primera parte.
La segunda parte, correspondiente a Donizetti, dio comienzo con el aria “O ma mère, ma mère… qu’ici ta main glacée bénisse ton enfant” de Les martyrs. En esta pieza se mantuvo precisa y calma. Después le tocó el turno a la versión francesa de la famosa aria correspondiente a “Regnava nel silenzio” de Lucie de Lammermoor (1839) “Oh! fontaine! o source pure!… Que n’avons nous des ailes”. La ejecutó con una gran flexibilidad y un color parejo en todo el registro y un asombroso control de las agilidades y cadencias. Descansó con la Obertura de La favorite y, para terminar, volvió al humor activo que la caracteriza para dar fin al recital con “C’en est donc fait… Par le rang… Salut à la France!” de La fille du régiment, en la que se permitió lanzar un beso al aire para el coro masculino en la parte de su intervención. En este punto, se relajó más, sabiéndose prácticamente al final y recurriendo al piloto automático por haber cantado la obra muchas veces. El mi bemol sobreagudo final quedó discreto, coronando así el final de los fuegos de artificio canoros, ¡que aún quedaban los bises!
Ante los aplausos y piropos del público, regaló a la audiencia dos piezas más: el aria “Robert, toi que j’aime” de Robert le diable compuesta por Giacomo Meyerbeer, magníficamente interpretado, con dirección y vitalidad; y, en la misma línea, el bolero –tal y como anunció ella con la frescura que la define– “Merci, jeunes amies” de Les Vêpres siciliennes, de Giuseppe Verdi. Y tras los vítores de un público enardecido, pudo retirarse a descansar, seguramente satisfecha de haber podido ofrecer una tarde lírica demandante de calidad y esfuerzo físico y vocal.
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Teatro Real de Madrid, 30 de marzo de 2022. Conciertos y recitales. Voces del Real: Lisette Oropesa, soprano; Corrado Rovaris, director. Coro y Orquesta Titulares del Teatro Real.