A nadie se le oculta que la salida del anterior administrador del Teatro Real Alfredo Tejero estuvo provocada por desacuerdos económicos del mismo con el director artístico Gerard Mortier; otra cosa es que dejara un conflicto al no haber aplicado debidamente unos descuentos en los emolumentos de los trabajadores del mismo que por ley tendría que haber aparecido en sus nóminas. Al final de esta historia, en vez de ser el propio teatro quien pague sus errores, han tenido que ser los trabajadores los que verán mermadas sus próximas nóminas al descontarles lo que en su momento no se hizo.
La tirante relación con el anterior Director general Miguel Muñíz con el también director artístico Gerard Mortier, debida en gran parte igualmente a sus desacuerdos económicos, llevó a Muñiz a presentar su dimisión unos meses antes de su cese legal.
Por otra parte también es conocida la reducción de salarios de los empleados del Teatro en dos ocasiones, si bien los emolumentos del Sr. Mortier siguen siendo los mismos, unos 250.000€ anuales más el alquiler de su piso en el Paseo del Prado, viajes, etc. lo que supone al final un monto cuantitativo importante –ni un presidente autonómico cobra esta cantidad millonaria-.
En los últimos días se están produciendo despidos en el mismo coliseo al margen de su productividad e importante trabajo realizado como es el caso del Panchi Tamayo, encargada del programa pedagógico, Juan Marchan, anterior jefe de comunicación con un premio por su labor en las cárceles de Madrid llevando conciertos, recitales, etc. También se ha prescindido del Sr. Segura, antiguo jefe de personal, y para el próximo viernes se esperan otros despidos.
El ambiente que se palapa en el Teatro Real es de auténtico desasosiego: ¿quiénes serán los siguientes?
Es cierto que la crisis afecta a todos los ámbitos e instituciones, incluido el Teatro Real, y que esto tendría que llegar por estar el mismo hipertrofiado de personal –cada nuevo cargo se traía sus acólitos que al marcharse ahí quedaban. Además del absurdo número de azafatas sin una clara necesidad que cubrir o la cantidad de acomodadores que ya no se ve en ningún teatro del mundo. Hay ajustes por todas partes pero como hemos dicho, excepto en la nómina del Sr. Mortier.
El derroche aparece por todas partes en la programación y su realización. Así el San Francisco de Asís de Mesiaen que cerró la temporada en La Arena de Madrid supuso un gasto desproporcionado que, entre unas cosas y otras rondó los3 millones de euros, cuando se podría haber representado en el propio teatro sin más parafernalia decorativa. Tampoco es de recibo que la producción de Electra de Richard Strauss requiriera 10 camiones venidos desde Nápoles para trasladar una escenografía, muy bella, pero innecesaria. O qué decir de las producciones de C(h)orus y Marina Abranovic, rechazadas por el público y que nada han aportado al Teatro Real?
Pero suma y sigue para la próxima temporada.
Se abre con una versión en concierto de la ópera de Arnold Scönberg, Moises y Aarón que costará más de 1.100.000€ para una partitura importante pero de dificultad extrema para un auditorio no muy cultivado en la ópera moderna y contemporánea. Ojalá nos equivoquemos pero imaginamos que el público que asista a estos conciertos saldrá huyendo despavorido.
Ni qué decir tiene el gasto inútil que supone incluir en la próxima temporada títulos de los que el teatro tiene producciones propias, como Macbeth de Verdi, además con la producción parisina mas abucheada del paso de Mortier por la capital francesa. Amén de la repetición de 5 títulos algunos de los cuales ya se han visto en el Real recientemente.
Todo esto supone un derroche obsceno para los tiempos que corren, pero nadie parece querer poner el cascabel al gato
Si bien es cierto que la próxima programación ha acusado la crítica que se le ha hecho a Mortier en cuanto a títulos, no lo es menos que tiene puntos oscuros o absurdos, como programar para el año Wagner solo una ópera, Parsifal en versión concierto, o el solo Verdi ya citado del que también se cumplen los 200 años y que todos los teatros van a celebrar con importantes producciones de sus óperas; y no será porque falten cantantes, pretexto expuesto por Mortier en la ruda de prensa de presentación de la temporada 2012/13. España posee una cantera de cantantes formidable sin ser estrellas líricas, ni falta que hace; pero parece que el Real está vedado para nuestro cantantes excepto media docena de famosos y una pequeña lista de comprimarios con papeles de una o dos frases.. Y esto en un teatro nacional.
¿Hasta cuando van a seguir estos desmanes? Alguien tendrá que corregir el rumbo del Teatro Real, y las instituciones políticas de nuestro país, implicadas en el mantenimiento del mismo, así como los patrocinadores guardan silencio. No les incumbe parece.
Francisco GARCÍA-ROSADO. Para El Economista y Opera World